¿La cultura escolar para la emancipación o la hegemonía?

Hablar de cultura y educación supone un gran esfuerzo por entrelazar dos términos que están estrechamente relacionados. Uno es parte del otro, la cultura con la carga histórica que representa, el transitar por dónde venimos, concepto identitario de lo que somos, aquello a lo que respondemos por más de 500 años de historia.

La educación en las nacientes Venezuela del Siglo XIX como derecho público desde los primeros decretos de Antonio Guzmán Blanco que venía saliendo del proceso de independencia lleva desde entonces una profunda carga histórica de coloniaje pedagógico que respondía a los modelos de dominación entrelazados por una estructura política de la monarquía española sumado a la pretensión de la Iglesia Católica de mantenernos en el oscurantismo.

Tenía que llegar el siglo de las luces, la ilustración como proceso renovador Europeo, enarbolando los valores de libertad, justicia social y de apertura a las nuevas corrientes para que de algún modo nos obligara a revisar los modelos educativos como lo hiciera Simón Rodríguez con sus ideas que en sus tiempos lucían extravagantes.

La educación no está basada en un espontáneismo, ni es una suerte que se puede dejar al azar; lo saben los políticos de ella conlleva a la consolidación de los modelos de dominación y sobre todo preservar el modo de producción ya sea capitalista o feudal.

En ese orden de ideas, la cultura en el mejor de los casos refiere a lo que somos, a lo que nos identifica, a lo que hemos sido y que nos atan a colectivos locales, Connota un concepto que está al acecho por parte de los que quieren imponer la dominación y dicho con palabras del Libertador, Simón Bolívar la servidumbre.

¿A qué cultura responde la escuela? ¿La escuela perpetúa la cultura, la defiende, o es la cultura que impacta sobre la escuela? En la escuela nos encontramos todos, ella debiera de ser el espacio natural para el respeto y la tolerancia del hombre mestizo, del de la sangre diversa que nos caracteriza como americanos. La escuela vista si se convierte en el epicentro donde convergen las luchas sociales y sobre todo donde se encuentran los aspectos identitarios de un pueblo. En el modelo relacional del docente con el estudiante, de estudiante con estudiantes, y del estudiante con la sociedad se va definiendo los modos de cómo le enseñaron a manejar el poder, la forma de resignarnos a respetar irreductiblemente y sin cuestionamientos a lo que la autoridad nos impone. O quizás más bien un espacio de reflexión donde con el encuentro con el diferente, con el que tiene su por propia valía pudiéramos nutrirnos, encontrarnos, abrazarnos y sobre todo reconocernos.

La sociedad liberal y de consumo ha hecho su mejor esfuerzo por invisibilizar lo que somos, la solidaridad del originario, la fogosidad del negro y hasta la delicadeza del europeo. En la escuela la cultura entra en el debate relacional, incluye o excluye según el énfasis que pone el maestro. La escuela puede imponer la cultura de la competencia y la desigualdad y el éxito individualista de los que aparecen en el cuadro de honor. La escuela puede enseñar que con esfuerzo individual, con constancia, nuestros proyectos egoístas pudiéramos llegar lejos y eso se vende como algo deseable.

Esa escuela le hace reverencia al trabajo parcializado promoviendo en los estudiantes el trabajo individual, a realizar su tarea para cumplir con lo planificado. Se le rinde culto al cumplir con los cronogramas, entregar la asignación o cumplir con el trabajo en detrimento de que se pierde la reflexión, la perspectiva y sobre todo cuando el estudiante deja de percibir el significado y hasta la importancia de lo que estudia. Esa escuela que a mejor termino llamaremos conservadora premia la memoria, premia al que aprende sólo y con sus propios medios, al que más habla, al que se porta bien, al que hace caso, al que es disciplinado, al que privilegia lo individual antes de desarrollar una conciencia social.

De igual modo, esa escuela conservadora excluye o condena al que es diferente a la visión que tiene el maestro, al estudiante que no se apega al modelo o "perfil" esperado. Pierde de vista la creatividad o el potencial que arroja el estudiante callado que quizás es un poeta, artista o un gran. El que se porta mal, irreverente o el que responde mal es castigado por el maestro que tiene perfiles cerrados o no entiende que las llamadas conductas son consecuencias no causas y que estos tipos de estudiantes no son escuchados en la sociedad, por ende, reclaman espacio y exigen ser reconocidos, valorados y hasta queridos por sociedad obsesionada por etiquetar a todo, como parte de una cultura de la dominación.

Hay dos fuentes donde podemos encontraros los orígenes de estos patrones culturales, son de origen antropológico y ambas se mezclan. En primer lugar, tenemos a los 300 años de colonización donde nos impusieron el modelo de servidumbre, obediencia y respeto por el que tiene el poder, por el que da las órdenes, por el que tiene el derecho de decidir los destinos del hombre en la sociedad hispanoamericana. Aquella vieja adoración al rey, a que el respeto al modelo monárquico cuya expresión de poder así se basaba en que unos tenían el derecho mandar y otros a obedecer.

Posteriormente hace su aparición en Venezuela la cultura petrolera, el oro negro que en los primeros tiempos ofreció la oportunidad de enriquecerse en poco tiempo, abandonando un sector rural del pueblo que se mantenía unido, aunque empobrecido por aquellos que detentaban el poder. La cultura del petróleo la caracteriza magistralmente el sociólogo Rodolfo Quintero en su libro del mismo nombre quien desde los campos petroleros de Maracaibo relata cómo fueron llegando las empresas transnacionales petroleras y con ellas la cultura de la comida rápida, del jean, de las viviendas verticales, de la Coca-Cola y mucho más.

Esta cultura occidental exigió un cambio de patrón de consumo el cual impactó en la escuela con una falsa aspiración de prosperidad, un atajo que equiparaba la felicidad con la posesión de objetos materiales. En otras palabras, el predominio del tener sobre el ser. El petróleo a partir de entonces no es simplemente una cuestión económica, sino una dictadura cultural que arropó a nuestros medios de comunicación con la esperanza de llevar a la sociedad a un "Estado de Bienestar" modelo keynesiano que aún pugna por hacerse realidad en los pueblos latinoamericanos.

Así, la escuela tiene que garantizar la mano de obra formada para perpetuar este modelo de producción e imponer la cultura del mall, la felicidad que da el "go shopping" como forma relacional de convivencia que se traslada la escuela y es vendido como patrón de ascenso social, es decir de lo que da cache o prestigio social.

Siendo así, la nueva cultura escolar exige del maestro definir modelos políticos, axiológicos, epistémicos y pedagógicos, en los cuales cree o en los cuales ha sido formado. La verdadera emancipación pedagógica comienza en el maestro, en su profunda reflexión y en revisar en las cosas que cree y que podría traer bienestar a la sociedad.

No es un lugar común aquí repetir lo de siempre y la recurrencia de ello no desgasta su concepto y su importancia. Nos referimos a que cuando se habla de que el maestro tiene la responsabilidad de definir modelos, pasa por revisar a la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y todo el andamiaje jurídico que la soporta y que describe el proyecto social que intentamos construir como pueblo. Pero además de ello, una revisión franca de sus creencias y valores arraigados en lo religioso y lo filosófico es igual de necesaria. Si el maestro ubica su praxis en la solidaridad, el amor, la justicia, la tolerancia, el respeto, la igualdad social y la soberanía, significa entonces que ha de emplear una pedagogía cónsona con esos principios, así quiéralo o no este esfuerzo lo sitúa en un paradigma social de la educación progresista (por no encontrar un mejor término) el cual equipara al estudiante como un ente de transformación social o de lo contrario se podría colocar en la acera donde el educando reproduce a la sociedad de la dominación y la alienación.

Dicho de otra manera, una educación pensada para la liberación del hombre o una educación al servicio de la economía y del desarrollo individual, es decir un ser antisocial que sólo piensa en sus necesidades y no en el papel de sujeto social que vive en comunidad.

En otro orden de ideas, la nueva cultura escolar pasa por revisar la praxis que se están llevando a cabo desde cualquier rol que tengamos en la escuela. Autocrática, cuando con una máscara de falsa democracia, desconociendo el poder popular tomamos decisiones de manera unidireccional, disimulada y amparada en el falso concepto del Estado Docente o por el contrario una educación que reivindiquen la participación activa y protagónica que pasa por aprender a escuchar y valorar las decisiones de una Asamblea de Ciudadanos que en la C.R.B.V. tiene carácter vinculante de cualquier colectivo llámese estudiantil o comunitario.

Desde aquí creemos que aún persisten prácticas de una escuela antidemocrático y autoritaria, una mala concepción del poder de creer que estamos autorizados para imponer los lineamientos porque los da "El Estado" desconociendo la capacidad de crear, de aportar y de construir que proporcionan los colectivos escolares. Esos colectivos que esperan ser reconocido, que por años han sido en invisibilizado y que más bien la escuela en su carácter de formadora debería empoderarlos y reconocerles el poder que detentan. Se trata de ver la escuela con otros ojos de la relación del PODER, y que cuando hablamos de unidad, unidad, unidad nos referimos a un pueblo consciente de que su esfuerzo colectivo puede ser capaz de transformar, de dar mejores alternativas que el Estado corrupto o burocrático no puede dar.

En educación, las bases, el pueblo llámese estudiantes o colectivos organizados son lo que proponen respuestas efectivas para mejorar la escuela y sus relaciones. Esto pasa por revisar la nueva cultura escolar que necesitamos, una cultura para la reflexión, para la participación o dicho en palabras del Proceso de transformación Curricular en curso, una educación en por y para la participación activa y protagónica.

 

educacionydebate@gmail.com

 

 

 

 

 



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