La transformación de la Universidad venezolana

La universidad se constituye como el polo central de desarrollo de una sociedad, es en este espacio donde se forman académicamente, intelectualmente, socialmente y culturalmente, el futuro de una nación o república. El siglo XXI requiere de cambios sustanciales en el campo de la educación superior para poder vislumbrar un futro de progreso y avance en el marco del plano latinoamericano y mundial. Es por ello que es trascendental presentar cambios y reformas que se aboquen la problemática y avancen en una nueva concepción y estructura en el plano educativo y liberador.

La estructura arcaica actual es sinónimo de atraso y de un bloqueo concentrado en el no avance. Parámetros anquilosados, antiguos y de otras épocas detienen a las nuevas generaciones en la búsqueda de soluciones, propuestas y sistemas del futuro. Es imperativo fijar términos y datos precisos para respaldar estas aseveraciones.

En el marco legal venezolano, es claro el letargo educativo universitario, nos regimos de forma real por una Ley reformada en el año 1970 (primera presidencia de Rafael Caldera).

La Ley de Universidades fue consensuada y aprobada bajo los gobiernos de la época, AD y Copei, tal hecho constituyo un importante avance para esos tiempos. Pero ya hoy es necesario y factor crucial que los textos legales que nos rigen y conmocionan estén en franca sintonía con nuestras necesidades actuales, nuestras fortalezas, poderío, debilidades, cambios, realidad económica, acontecer social y momento cultural.

Una ley del siglo XX no es aplicable para el siglo XXI, no es practicable, aconsejable y es un trastorno que repercute en un distanciamiento de nuestra juventud venezolana. Los motivos y fines de esos cambios para esos tiempos son diferentes a los de hoy.

Un factor que debemos perseguir para transformar sin miedos ni ambigüedades, es el sentido burocrático de las universidades actualmente. Una estructura supra o muy interrelaciona con sistemas yuxtapuestos en lugar de jerarquizar adecuadamente, bloquea el trabajo, y debilita los verdaderos logros que se propone una sociedad creadora de juventud prodigiosa.

El entramado de cargos, formación directiva, consejos universitarios, directivos con atribuciones que los ameritan de ser súper-autoridades, poca capacidad de orden; no se corresponde con el momento actual. El principio de autonomía debe ir acompañado de un ordenamiento donde las jerarquías sirven de brazo de apoyo, pero sin generar situaciones anárquicas que menoscaben los derechos de los estudiantes, al profesorado y a la sociedad en general.

Es tarea fundamental de la universidad del siglo moderno sincerar la situación actual que vivimos, haciendo énfasis en el profesorado. Son los docentes los formadores del futuro, los hacedores de los nuevos profesionales que dirigirán este país. Por este motivo es función neurálgica priorizar a este importante sector.

El presupuesto destinado a las universidades debe ir estrictamente concentrado en una sana administración de los recursos, donde los emolumentos de los profesores se correspondan con sueldos y salarios dignos, justos y dignificados. La vocación de los docentes y su preparación deberán permanecer intactas, pero cuando aunado a ello, sumamos una buena contraprestación salarial, tendremos un docente integro, recto, capaz, moderno y sobre todo un formador con pasión.

En el campo universitario debemos también avanzar en el tema académico e investigativo, es momento de que nuestras casas de estudios desarrollen un sistema moderno, donde la investigación sea motor vertical de nuestra juventud, como un vehículo creador desde la génesis de la sociedad, las universidades. Los recursos para la indagación académica deben ser superiores, porque ellos se traducen en puntos favorables para que nuestra nación siga creando y para superar las dificultades reales o creadas, que muchas veces nos atan al subdesarrollo. La dependencia del subdesarrollo se encuentra en gran parte ahí, cuando coartamos la libertad de los jóvenes para investigar, sostener y defender la realidad de su trabajo formativo.

La tarea es de todos, de los estudiantes, de los profesionales, de la clase política, de los legisladores y de nuestra ciudadanía; entender que la universidad forma al país, y que si ese espacio no está íntimamente capacitado para hacer una nación, estamos en un laberinto que amenaza no a un grupo, sino a toda nuestra república.

Cada individuo de la sociedad deber ser ente creador. Aportar ideas, propuestas y soluciones hará que todos mantengamos un trabajo poderoso, porque no se trata del trabajo de un hombre para cambiar algo, se trata del trabajo de toda una ciudadanía para cambiar a toda una sociedad, en su núcleo creador: la Universidad.

jesuseduardobolivar@live.com



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