Pedagogía de la pedagogía

Más allá de esa tonta discusión de que la pedagogía es para niños y la andragogía es para adultos, creemos que la pedagogía es el arte de enseñar-me y enseñar-nos. Es decir; es el arte de la auto y coenseñanza que se traduce en auto y coaprendizaje. Todo esto se cruza con la expresión aprender a aprender cuestión que recursivamente se traduce en reconocer-me/reconocer-nos como auto y coenseñantes de un proceso que nunca termina y que supera las escalas académicas. La pedagogía de la pedagogía es en consecuencia la pedagogía de la vida por y para la vida. Sin embargo dicho planteamiento no puede ser tomado a la ligera. No toda pedagogía nos sirve, de hecho lo que hemos denominado pedagogía hasta la fecha no nos ha sido útil, ha sido quizá una anti o una contrapedagogía pero nunca ha sido lo necesario. La pedagogía de la que aquí hablamos se replantea a cada momento y contribuye en la configuración de una nueva perspectiva ante la vida que respeta al cuerpo, a la mente y al espíritu, reconociendo la complejidad e integralidad de estos, tanto dentro como fuera de nosotros. En esta espiral recursiva que llamamos vida, vemos dos expresiones aparentemente antagónicas que se traducen en una misma: "nadie enseña a nadie", y "todos enseñamos a todos"[1]. Si entendemos esto en profundidad, comprenderemos que lo esencial de la vida va más allá de la mera acumulación de informaciones y que en consecuencia, un niño tiene mucho más que enseñar que un adulto. Sólo reconociéndonos todos como auto y comaestros, podremos avanzar hacia un mundo libre, solidario, corresponsable, armónico, justo y feliz.

Un niño tal vez no esté muy informado y seguramente no poseerá mucha experiencia. Pero su intuición está mucho más viva, más activa que la de un adulto. Es por ello que aquí no proponemos sustituir una cosa con otra. Nuestra propuesta. Nuestra pedagogía de la pedagogía, consiste en apostar por la complementariedad, por la pedagogía del reconocimiento del/la otro(a), por la integración del hacer/sentir/pensar, por respetar todo lo que somos y seremos, en fin respetar esa espiral que llamamos vida.

La metáfora de la vida nos invita a transitar un diálogo que permita establecer puentes de comunicación entre lo que se dice con lo que se hace. Entre lo que se siente y lo que se piensa y entre lo que se intuye y lo que somos.

[1] Esto podría mal entenderse como un todo vale y no es así. Si asumimos que sea la intuición la que llegue primero y luego la razón. No estaremos hablando de un camino aleatorio hacia la iluminación sino de un único camino. Sólo la intuición nos dirá que de ese nadie o de todos debemos aprender, luego nuestra razón se ocupará de buscar el por qué de cada aprendizaje. Allí radica la esencia de esta propuesta y la gran diferencia.

*Educador e Investigador

osfernandezve@hotmail.com



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