El capitalismo salvaje al desnudo

El neoliberalismo está envuelto por una inconsistencia científica, como lo devela la historia, su presunta racionalidad y eficiencia así como su carácter necesario en el mercado, tiene en realidad un contenido ideológico totalmente enajenante para condicionar el pueblo al convertirlo en en un rebaño de dóciles ovejas. 
 
El juego del mercado en el que se circunscribe el neoliberalismo revela una cadena de límites crecientes, no sólo objetivos en cuanto a su funcionamiento y estructura, sino también subjetivos, del lado de la demanda,  en la compleja y nunca resuelta relación entre preferencias individuales. 
 
Sobre estos márgenes subjetivos y objetivos en la que se define la temática de la  lucha contra la explotación, soportada en las contradicciones que el régimen capitalista muestra, se desenvuelve el mercado del capitalismo salvaje. 
 
En el proceso histórico del imperialismo sus ideólogos de la economía han desarrollado diferentes modelos teóricos, que han sido objeto de cerradas críticas. 
 
La tradición del pensamiento liberal nació en Inglaterra a finales del siglo XVII como una reacción política y filosófica de los restos feudales presentes en la sociedad. 
 
Ahí confluyen sentimientos de insurrección respecto a la intolerancia religiosa, el absolutismo político y la jerarquía en las relaciones sociales, posturas que reflejan en suma, medida cambiantes, relaciones económicas y políticas, desplazadas inmisericordemente para favorecer a la burguesía. 
 
En lo económico, el liberalismo toma la forma  de un pensamiento que ve al mercado como el mecanismo de explotación más apto para la libre manifestación de los intereses y preferencias individuales. 
 
El escocés Adam Smith, considerado como el precursor del liberalismo, dijo que la aspiración del mercado como mecanismo de interacción social depende de resultados sociales que van más allá del diseño consciente de cada uno de los individuos, es decir, la persona que persigue únicamente sus intereses en el irracional y criminal mercado capitalista. 
 
El escocés afirmó que existe la conducción por una “mano invisible” que lleva a promover objetivos sociales que superan las propias intenciones. Así, la anarquía de los mercados no es un manantial de desorden económico, sino el verdadero motor del crecimiento económico y social. 
 
Carlos Marx advirtió que en el régimen capitalista la esfera económica está unida a lo social, a lo jurídico y a lo cultural. Esta relación se caracteriza por la importancia de la dimensión económica, con la consiguiente imposición de la lógica de la acumulación de la riqueza sobre las otras esferas de la vida. 
 
El marxismo no es, por tanto una teoría económica, sino una concepción de la historia en su totalidad. Es toda una metodología de desmitificación del sistema capitalista. 
 
Dialéctica Marxista
 
Hegel escribió: 
 
“Las filosofías son su propia época expresada en pensamiento; pertenece a su época y se halla prisionera de sus limitaciones; el individuo es hijo de su pueblo, de su mundo, y por mucho que quiera estirarse, jamás podrá salirse verdaderamente de su tiempo, como no puede salirse de su piel”. 
 
Luego, la dialéctica marxista concibe la naturaleza como un todo articulado y único, en el que los objetos y los fenómenos dependen unos de otros y se condicionan mutuamente; todo está en una conexión y en una acción recíproca. 
 
Según la dialéctica, el proceso de evolución no es una simple repetición del camino ya recorrido, sino un movimiento progresivo de un grado inferior a otro superior. Estos principios del método dialéctico sobre el proceso de evolución de la naturaleza rigen también para la evolución de la sociedad. 
 
El hecho de que en la historia de la sociedad, unas formaciones económico-sociales, hayan sido sustituidas por otras, demuestra claramente que también en la vida social hay movimientos, cambios, la muerte de lo viejo y el nacimiento de lo nuevo. El cambio de una formación económico-social por otra es el tránsito de la sociedad a otro estado cualitativo, como resultado de la acumulación de los cambios cuantitativos. 
 
El contenido interno de este proceso de evolución de una formación económico-social a otra es la lucha entre las clases que tiene lugar en todas las formaciones clasistas, luchas que expresan la contradicción interna existente en el propio modo de producción, entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción. La historia de la sociedad y la de la Madre Naturaleza testimonian que en el mundo todo se realiza de manera dialéctica. 
 
La dialéctica marxista enseña un justo modo de abordar los fenómenos de la Naturaleza y de la sociedad; es el único método científico de estudio y de conocimiento del mundo que sirve de guía para la acción.
 
Las exigencias más importantes del método dialéctico marxista son: 
 
La comprobación por la práctica de las verdades obtenidas y la consideración de todos los cambios relacionados con la actividad práctica del género humano. 
 
De las tesis de la dialéctica marxista brota la serie de los más importantes principios rectores de la política y de la táctica.
 
La dialéctica marxista-leninista, enseña que para llevar una política justa, hay que orientarse hacia los sectores de la sociedad que se están desarrollando y que tienen un porvenir, hay que mirar hacia adelante y no hacia atrás, hay que ser revolucionario y no reformista, hay que llevar también una intransigente política proletaria de clase. Lenin y Stalin llaman a la dialéctica y al método dialéctico, el alma del marxismo. Toda la actividad teórica de Lenin y Stalin constituye la posterior elaboración y concreción del método dialéctico de Marx y Engels.
 
El método dialéctico marxista nació y se desarrolló en la lucha contra el método metafísico, anticientífico, promovido por Hegel. 
 
Utilizando el núcleo racional de la dialéctica hegeliana, la teoría del desarrollo, Marx y Engels, fundaron un método dialéctico nuevo, diametralmente opuesto a la dialéctica idealista de Hegel. La oposición entre el método dialéctico marxista y el método de Hegel expresa la oposición entre las concepciones del mundo proletario y el de la burguesía. 
 
La dialéctica de Hegel es idealista y engañosa, puesto que afirma que no es el mundo real el que se desarrolla, sino la “idea absoluta”. La naturaleza es considerada como una sustancia “inferior” con relación al espíritu y no se reconoce el desarrollo del mundo material. 
 
Aplicada a la historia de la sociedad, la dialéctica de Hegel no reconoce el devenir más que en el pasado y lo niega en el presente y en el futuro. 
 
En determinada etapa, la evolución de la sociedad se detenía y el grado supremo de toda la evolución era para la filosofía hegeliana, el Estado reaccionario de los feudales prusianos de fines del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX.
 
En oposición a la dialéctica hegeliana, la dialéctica marxista, es materialista, la base del desarrollo es el mundo objetivo y real, la naturaleza es material, mientras que la conciencia y las ideas, sólo son reflejos de la naturaleza. 
 
De conformidad con la propia realidad, la dialéctica de la naturaleza extiende los principios del desarrollo de la naturaleza. En sus obras, los clásicos del marxismo, han destacado el carácter dialéctico de la naturaleza, basándose en las grandes realizaciones de la ciencia. 
 
En oposición a la dialéctica hegeliana, el método dialéctico marxista es esencialmente revolucionario y abarca el presente y el porvenir de la sociedad humana. Rechaza como absurda la afirmación según la cual, el desarrollo de la sociedad se detiene en cierta etapa. Aplicando la dialéctica revolucionaria al análisis del modo de producción capitalista, Marx demostró en El Capital, su obra maestra, que el fin del régimen capitalismo y el pasaje de la humanidad al sustentable sistema socialista, son inevitables. He aquí la dialéctica al margen de la metafísica.


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Alberto Vargas

Abogado y periodista, egresado de la UCV, con posgrado en Derecho Tributario y Derecho Penal. Profesor universitario en la cátedra de Derechos Humanos

 albertovargas30@gmail.com

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