La desconfianza total

Hace unos días escribía yo sobre los Bancos y la desconfianza que me inspiran. Pero luego me he preguntado. ¿De qué, de quién nos fiamos hoy día como ingenuamente nos fiábamos hasta ayer? ¿Qué colectivos de profesionales y qué profesionales merecen credibilidad? ¿Los medios de comunicación oficiales subvencionados y sus periodistas a sueldo?¿La Medicina y de tantos médicos comprados? ¿La Justicia y los jueces? ¿La Abogacía y abogados, Notarios y Registradores… no menos comprados que médicos y periodistas? ¿La Política y los políticos? ¿La Conferencia Episcopal y los obispos? ¿El Papado, el papa, los cardenales con sus luchas sordas sin cuartel en el Vaticano? ¿La Policía y los policías? ¿La Meteorología y los meteorólogos? ¿Los expertos de toda clase, salvo los oficios tradicionales? ¿La Comunidad científica dispersa, en la que prevalecen unos pronunciamientos científicos pero no los que los contradicen? ¿Los Centros de Investigación dirigidos? ¿Los Laboratorios y los farmacéuticos? ¿La Informática y los informáticos? ¿Las Redes sociales y la mezcla de sensateces y disparates que precisan distinguirse?

Pues bien, me he hecho esa pregunta y, después de un buen rato de meditación, me he respondido: en nadie, ni en nada puedo yo creer. Quien crea a ojos ciegas en alguien o en alguna institución u organismo, nacional o internacional, no es que sea un ingenuo, es que es un cretino. Todo lo que salen de ellos son engaños, patrañas, manipulaciones, conspiraciones y contra conspiraciones. Las conspiraciones de las Redes sociales contestan a las conspiraciones de los medios de comunicación, de los gabinetes de prensa, de las agencias de información que a su vez conspiran contra las redes sociales y contra el ciudadano y la ciudadana comunes. No encuentro espacio o ámbito alguno, público o privado, que me inspire la más mínima confianza. Sólo creo en mi mujer y a mi mujer cuando está cuerda, con la que voy a hacer 61 años de matrimonio y la conozco bien.

La misma teoría de la manipulación del clima por parte de Estados Unidos u otras potencias, una teoría que, como tantas otras oficiales y oficiosas, es considerada en algunos círculos muy seria y en otros propia de la conspiraparanoia consiguiente, no es creíble, aunque reconozco mi tentación. Me baso en las recientes y catastróficas lluvias torrenciales en Nueva York y otros meteoros similares en China que no se hubiesen producido si fuesen China o USA los autores de esa barbaridad, como luego se la han atribuido a Bill Gates. Eso es lo que no permite suponerlo. Rusia y la India no están para esos trotes… Lo que sí puede suceder es que el resultado de las tentativas de manipularlo hayan producido efectos más caóticos de lo caótico que hubiera sido sin ellas…

Es cierto que tengo edad avanzada y los años erosionan al ser humano lo bastante como para hacer de él un escéptico, un descomunal incrédulo. Pero, en primer lugar, yo soy escéptico desde hace medio siglo. Y en segundo lugar, no sólo los mayores tenemos motivos para ser escépticos, pues son tantas las pruebas del engaño permanente que incluso un niño de pecho los tiene para desconfiar de que su madre lo es y de que le está dando leche desnaturalizada para enterrarle cuanto antes…



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Jaime Richart

Antropólogo y jurista.

 richart.jaime@gmail.com      @jjaimerichart

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