La lucha por el salario coloca la insurrección a tres platos

Venezuela, en las últimas semanas, se ha visto envuelta en una ola de protestas de la clase trabajadora y en particular de los trabajadores de la educación, los cuales han reaccionado exigiéndole al madurismo gobernante un salario justo. Pero, ¿qué es en realidad el salario que es capaz de lanzar a la calle a protestar a millones de maestros y maestras que hasta ayer estaban tranquilos en sus aulas? A simple vista, se cree que es bien sabido su significado, pero no es así cuando nos adentramos en los mecanismos ocultos que definen su funcionamiento.

En este artículo, trataremos de descifrar su significado porque el salario, estamos convencidos, es una parte fundamental de una sociedad regida por las lógicas del amo y el esclavo, dialéctica que toda la clase trabajadora esta llamada a estudiar para comprender su situación de subordinada, sino, jamás podrá alcanzar conciencia para sí como clase social explotada obligada con sus propias energía y sabiduría a tratar de liberarse, y por el contrario, seguirá siendo presa de oportunistas y demagogos al servicio del capital explotador que se encaraman en el malestar y descontento de los trabajadores para desorientarlos y mantenerlos dentro de las relaciones de dominación.

Por consiguiente, cualquier organización popular que se plantee la lucha por aumento de salarios está obligado con el pueblo trabajadores a darle una explicación científica que conduzca a la solución definitiva de este problema que consiste en destruir las relaciones capitalistas modernas de explotación basada en el valor de cambio, sustituirlas por una sociedad cualitativamente superior sustentada en relaciones sociales de valores de uso, de no hacerlo simplemente estaría ocultando la esencia del problema y conduciría a los trabajadores a un callejón sin salida. La lucha por salarios dignos está estrechamente ligada en última instancia al modelo de sociedad, y la sociedad capitalista venezolana actual en la que nos ha entrampado el madurismo no corresponde a la sociedad donde impere la lógica del trabajo, donde reinen los intereses colectivos de las trabajadoras y trabajadores.

El capitalismo que lo transformó todo en valores de cambio y se presenta ante el mundo como un "inmenso arsenal de mercancías" para ser intercambiadas en el mercado por dinero incrementado, valga la redundancia, también transformó la fuerza de trabajo en otra mercancía más porque en la sociedad capitalista el trabajador de lo único que es dueño es de su fuerza de trabajo y esta, para poder sobrevivir, debe vendérsela en el mercado, no a un capitalista en particular sino a la clase capitalista en general.

Es decir, llegamos así a una primera aproximación al desvelamiento del misterio: el salario es el precio que el capitalista paga al trabajador por su trabajo socialmente necesario para producir la mercancía.

Por otra parte, el salario significa concretamente quién manda y quién obedece en un país concreto. Asimismo, el salario define claramente quién es el que se queda con el resultado final de la producción (la mercancía) y quién se queda sólo con el cansancio físico y moral lidiando con la pobreza y las desigualdades. El salario al fin y al cabo denota quién en una sociedad concreta es el dueño de los medios de producción y quien es tan solo dueño de su fuerza de trabajo.

De tal manera, que en este nuevo avance, nos encontramos con que el salario es un problema político, es decir, de poder. Quien define las políticas salariales dentro de un país concreto es la clase dominante dueña del estado nacional. Esta clase es la que dictamina cual es el precio de la fuerza de trabajo de la sociedad venezolana. Y concretamente en Venezuela el estado está en manos de la nueva burguesía madurista que abrazó el neoliberalismo como plan de crecimiento económico en favor de los grandes capitales nacionales y extranjeros y para ello ha impuesto una política salarial hambreadora y de esclavitud a la clase trabajadora venezolana.

Lo anterior coloca la insurrección popular en Venezuela a tres platos de comida, porque la política salarial que ha impuesto el gobierno de Maduro a toda la sociedad somete a la gran mayoría de empobrecidos al hambre y la pauperización. La desigualdad que crece y crece es atroz. No funcionan los hospitales públicos, la educación está paralizada y retrocede, el aparato productivo prácticamente paralizado, la agricultura como proyecto estratégico nacional fue destruida, y todo este ambiente de miseria social contrasta con los lujos y la opulencia delincuencial de dos clases políticas; la madurista y sus socios, la oposición de derecha.

La transición hacia una sociedad más igualitaria y más justa y democrática que creímos estar desarrollando recientemente, el madurismo, una vez que se hizo con el poder, la agarró y la lanzó al basurero, entregándose en cuerpo y alma a la destrucción orgiástica del país.

El madurismo y la oposición de derecha solo tienen contradicciones aparentes, de forma, no son contradicciones sustanciales, porque cuando se trata de asuntos tan fundamentales y de interés del pueblo como es el aumento del salario de los trabajadores ambos coinciden en defender los intereses de los grandes capitalistas, las diferencias son sólo de matices para aparentar ser diferentes, pero no, cuando la sociedad los interpela con fuerza y les exige definiciones claras, es allí cuando se les puede ver dándose solidariamente a los dos bandos un apretón de mano de contenido burgués. Porque el salario es una, sino, la única forma fundamental de cómo se redistribuye la riqueza en el seno de una sociedad, y en los hechos el pueblo venezolano ya sabe cómo se pica la torta y quien se queda con la mayor parte.

Un pensamiento político cuerdo nos indica entonces que es necesario para salir de esta crisis histórica y sistémica formularnos un proyecto de país distinto, con otras lógicas que apunte permanentemente a destruir las condiciones que generan explotación, alienación y desigualdades. Donde el salario responda a satisfacer las necesidades radicales y básicas de toda la población. Y ello se consigue construyendo una sociedad de productores libremente asociados, otra propuesta es divisionismo ideológico, es reformismo, es engañar al pueblo con falsas promesas y ni el madurismo ni la oposición de derecha jamás le dirán la verdad al pueblo.

En resumen, los trabajadores de la educación como todo el conjunto de la clase trabajadora venezolana está obligada si quiere conseguir construir una sociedad mejor, más justa, está obligada a construir su propia organización política diferente a las burocracias políticas y sindicales del madurismo y la oposición de derecha.



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Arnaldo Aguilar Dorta


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