Convulsión política, ideas y promoción inmobiliaria

En nuestra Venezuela la relación anecdótica entre la política y la empresa daría como para escribir una gran compilación casuística entre nuestro ethos sociológico, el normativo y las formulaciones o vías que muchos emprendedores suelen encontrar para abrirse campo en el mundo donde les toque desarrollarse.

No es lo mismo un individuo con talentos naturales para los negocios que habite en Suecia, Nueva Zelanda Bélgica o Noruega; que otro en Colombia, Chile, México o Venezuela.

Las características de una sociedad específica, las formas y modos de interacción comercial. la costumbre mercantil, la seguridad jurídica, las deficiencias de productos y servicios, las reglas para competir, el control gubernamental o las particulares condiciones de la economía nacional y mundial, generan disrupciones, ánimos, peculiaridades, visiones y connotaciones distintas en ciertos individuos capaces de estructurar un sistema de comprensión de su entorno que incluso, dentro de las mas drásticas adversidades, logran prosperar. Ello, sin valerse del fácil subterfugio de transgredir la ley; más, sí recurriendo a la audacia, a la astucia, combinada con un conocimiento preciso de productos y necesidades, a métodos que suelen ser para muchos frívolos y oportunistas, pero no por ello improductivos.

Los empresarios son personas necesarias en todas las sociedades, incluso en las que no existe un sentido capitalista de la propiedad privada.

Quienes vislumbran, mueven y se aventuran con sus virtudes y defectos, suelen ser elementos de crecimiento e influencia sobre el colectivo, así como factores de admiración o repudio, dependiendo de su comportamiento y aportes reales al entorno donde les corresponde actuar.

Tal es el caso de un particular asunto familiar que hemos venido contrastando con el devenir de nuestra historia. Me refiero a un ancestro que en épocas no muy lejanas fue un importante promotor inmobiliario del país, relacionado con figuras representativas de su época quien, no obstante la solidez de su posición y evidentes aportes en el desarrollo de urbanizaciones como La Castellana, La Florida, Altamira y el Conde y en otros sectores de la economía. Cuando comenzó a ser notoria su capacidad, de inmediato fue víctima de decisiones políticas destinadas a intervenir de cualquier forma su plan empresarial.

Sea que se trate de venganzas, pases de factura, uso del poder como mecanismo de límite e imposición, de grupos corporativos defendiendo sus parcelas o invadiendo campos donde otros demuestran un accionar más asertivo o quizás la irreductible envidia, como uno de nuestros más tétricos e insoslayables pecados capitales, nuestro prolífico pariente fue sometido a decisiones públicas en convulsos momentos de la historia nacional. Perdió no sólo valiosas tierras, sino además la oportunidad de seguir urbanizando organizadamente la ciudad hacia los sectores de Chapellín y Caricuao, bajo una visión urbana que todavía hoy es una de las mejores de Caracas y en su época era admirada por toda América.

Sus detractores utilizaron el típico pretexto de la asistencia a los grupos mayoritarios y más necesitados, mezclado con el discurso de la Reforma Agraria (de moda en la época), para expropiarle tierras que luego no serían destinadas a tal fin, sino a realizar urbanismos similares pero en manos de otros individuos a quienes les trastornaba que otra persona tuviese las ideas, las capacidades y el sistema para ejecutar una obra que habría planificado y financiado por años con su propio peculio y conocimiento.

Este comportamiento de desfalco no sólo de dinero, sino sobre todo de talentos, de planes y capacidades, es abonado por políticos que se articulan como herramientas de pseudo empresarios que los utilizan como medio para mantener su apariencia pura e indemne, mientras se escudan tras sus ignorantes robots, ha sido una constante en el país y sus consecuencias han socavado las bases sobre las cuales debería construirse un empresariado con un verdadero compromiso social y solidario con los sectores más vulnerables.

Por vía de ejemplo, los Delfino y Juan Vicente Gómez, Eugenio Mendoza y su relación con los grupos medinistas, los Cisneros o Tinoco con CAP, Lusinchi y los grupos de RECADI, Caldera y los auxilios financieros a ciertos banqueros, así. decenas de sucesos en Venezuela, donde queda absolutamente evidenciada una perniciosa y desproporcionada simbiosis entre empresa-poder-gobierno y ventajismo.

Innegablemente esto también ha sucedido en la mayoría de los lugares del mundo. Sin embargo, en muchos de aquellos que van teniendo sólidas conquistas sociales, las fronteras entre función pública y actividad privada y los actores que la conforman, van gestionando una sistematización y organización donde cada quien se ocupa técnicamente de las actividades que le corresponden dentro de la sociedad, sin que los protagonistas de ambos espacios abusen de sus posiciones asumiendo un ventajismo que muchas veces genera gigantescos daños al futuro de las naciones.

Así, observé el caso de nuestro primo Ricardo Domínguez Urbano-Taylor y su guía, el Tío, Emilio Urbano-Taylor, quienes con sus ángeles y sus demonios cultivaron muchos logros, gestando importantes cambios en el urbanismo y la empresa venezolana. Luego observo a mi joven sobrino, César Simón García Urbano Taylor, quien a muy temprana edad comenzó en el mundo inmobiliario recorriendo muchas de sus áreas como corredor, promotor, constructor e incluso colaboró en la creación de la primera franquicia de un sistema constructivo en el mundo.

Con él, no obstante nuestras diferencias políticas e ideológicas, conversé mucho acerca de los sucesos acaecidos en Venezuela en los últimos años; pues, mi sobrino, trataba de encontrar explicaciones más allá de lo económico relativas a las consecuencias de las políticas inmobiliarias de los gobiernos de la Cuarta República y de cómo el socialismo chavista, durante sus inicios, mantenía un buen balance entre la vivienda privada y la social; para luego dejarse seducir por un intervencionismo que, en su criterio, generó no sólo la distorsión absoluta del mercado, sino el abuso de los pseudoempresarios y los mismos gestores políticos de siempre o sus descendientes quienes, a cambio de "protección" y otras "ventajas", sacan provecho de las crisis que ellos mismos contribuyen a generar, cumpliéndose de nuevo la terrible anaciclosis venezolana en referencia.

Luego de haber intermediado muchos tipos de negociaciones inmobiliarias desde 1999 y observado como testigo viviente la sustitución de una clase económica dirigente por otra; mientras muchos de los descendientes de empresarios abusadores del pasado continuaban explotando- en su criterio- las deficiencias de inconsistentes decisiones gubernamentales; también se fue gestando un entramado esquema de promoción y construcción subsidiado de casas, desde donde muchos privados, acompañados de sus enlaces públicos, fueron sacando mucha ventaja en desmedro de las clases populares edificando costosos proyectos utilizando materiales y ventajas que sólo debían ser destinadas a las obras protegidas.

Me expresaba, con relación a esto, que - en un escenario muy confuso muchos promotores y constructores desviaron su actividad hacia la especulación financiera ,surgida por el gran diferencial entre los distintos tipos de cambio. Se olvidaron de su verdadera obligación y financiándose en bolívares con materiales subsidiados contra dólares (no suyos sino de sus compradores e inversores) los colocaban en garantía para préstamos infinitos, inyectando hiperdevaluación en la economía, mientras retrasaban dolosamente la entrega de las obras parasitándolas por completo en su ciclo comercial. Cualquiera en el mundo inmobiliario, ajeno a ésta práctica de los mismos de siempre, quedaría en cualquier momento del lado equivocado de las circunstancias ante tanta efervescencia político-social,

Así las cosas, la subcultura acomodaticia, sustituiría valores éticos, reglas legales de juego y maniobrabilidad para asumir las obligaciones financieras; mientras se entregaban los inmuebles a miles de personas que habrían invertido en proyectos abandonados o defraudados, por los que otrora se publicitaban con grandes ínfulas como sus constructores.

Vivimos una distorsión más de grupúsculos que sin ser de un lado o de otro, perjudicaron a todos escondiendo sus fechorías tras la máscara de la persecución política.

Ambos familiares citados, uno en los años 50 y otro en tiempos recientes, en el mismo mundo inmobiliario, en zonas de la ciudad muy cercanas y levantándose con estudio, compromiso y talento, tuvieron que realizar sus propias reglas de supervivencia para ganar y perder; para cumplir y sobrevivir y además formar parte de aquellos sobre los cuales pesan murmullos difusos como explicación de sus éxitos; pero acompañados de realidades innegables y palpables del cumplimiento de los compromisos asumidos con sus clientes y con la sociedad, en épocas y panoramas de extrema complejidad y alteración.

Claro está y como siempre ha pasado: lo único seguro en el camino hacia el éxito, la asertividad y la toma correcta de decisiones, son los enemigos. Si no logran doblegarte, humillarte o subyugarte como tantas veces hemos visto en el revanchismo venezolano, que no sólo es político, sino también empresarial -y éste, solapado tras su cosmética apariencia de elegancia y pulcritud- , genera las más kafkianas y siniestras traiciones y tergiversaciones.

El pensamiento al que finalmente llegamos se resumió en que en cualquier lado existen actores sin ética, principios o dignidad, disfrazados del traje político e ideológico que les convenga llevar sólo para realizar sus objetivos, sin reparar a quienes puedan atropellar, por considerarlos una piedra en el camino. Su doble moral de fariseos, los conduce a rasgarse las vestiduras en un salón y ante una audiencia de criterios específicos, mientras sin vergüenza o dignidad alguna, pasan al otro lado del discurso a espetar absolutamente lo contrario.

No practican lo que profesan, pero asumen el papel de moralistas para imputar al prójimo acciones que ellos mismos ejecutan sin filtro y bajo su conveniencia. De esta manera, proyectan sus miserias internas a sus víctimas, creyéndose así liberarse de sus propias culpas. Son estos individuos perniciosos los que abortan cualquier proyecto dirigido a la búsqueda de un mejor orden social.

No son incompatibles la iniciativa privada, la justicia, lo público o lo privado, . Lo que si resulta incompatible es la repugnancia de la codicia y la envidia , la insensatez de la venganza por el control del poder para el beneficio propio y la aterradora condición de algunos seres humanos quienes, imbuidos en una lapidaria disonancia cognitiva, son capaces de torcer el destino de la humanidad, aniquilar el futuro y la felicidad.



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