La encrucijada de una crisis sistémica

El fin de un sueño americano

El milagro del petróleo de esquisto de EE.UU. probablemente colapsará por el peso de las deudas acumuladas y su baja rentabilidad financiera maquillada saldrá a la luz. La situación actual del mercado petrolero mundial y de la industria en EE.UU., dejará al descubierto un grupo importante de empresas que no son rentables en su producción no convencional de crudo. Al acercarse el vencimiento de sus deudas, entrarán en impago por la caída de sus ingresos netos, afectadas por el colapso de los precios del crudo; la inevitable caída de la demanda por la recesión económica mundial; y la prolongada caída en el valor de sus acciones, las llevarán a la quiebra.

La expansión de la liquidez monetaria por la flexibilización cuantitativa, que ha estimulado al mercado financiero de EE.UU., ha mantenido produciendo a estas empresas entre otras hasta ahora. Generando en febrero de este año niveles record en el Wall Street en el valor nominal de sus acciones. Contrastando con la situación de la economía real. Sin embargo, en el contexto actual de la crisis estructural del sistema económico, y profundizado por la expansión del coronavirus, no hay claridad sobre su sostenibilidad en el futuro ni del fraking, ni de otros sueños americanos.

El petróleo no convencional o shale, por ser una actividad que se convirtió en política de seguridad energética nacional; en un nuevo sueño americano de una revolución energética que llevaría a EE.UU. a ser el principal productor y exportador de petróleo del mundo; por haber definido una parte importante de la política exterior de ese país desde el 2003, en su actuación sobre estados productores y consumidores de petróleo, llevará a la Casa Blanca y a la Reserva Federal, a una política agresiva de estímulos para salvar al sector y al resto de la economía. Se iniciará una nueva flexibilización cuantitativa que implica una mayor reducción de tasas de interés, y un incremento de la liquidez monetaria (impresión de dólares para la economía), acompañado de otras medidas de estímulo fiscal (reducción de impuestos) para tratar de mantener el espejismo del fraking y de otros sectores económicos en operaciones actualmente.

EE.UU. ha sostenido una política de cerco y reducción controlada, a través de sanciones, de la producción convencional de otros competidores, principalmente países OPEP (Venezuela e Irán), para ir incorporando gradualmente su petróleo en el mercado. Al tiempo que ha buscado limitar y entorpecer las inversiones petroleras principalmente chinas a través de las sanciones financieras sobre países petroleros. Sepamos que China es el mayor importador de petróleo del mundo con más de 10 millones de barriles diarios, por lo que necesita ampliar sus fuentes de suministro invirtiendo en el petróleo del resto del mundo. Por otra parte, EE.UU. también sanciona la construcción de infraestructura de transporte de gas ruso a Europa, para garantizar el mercado de su producción de petróleo y gas no convencional; presiona a India y Corea del sur para comprar su petróleo, hacen evidente que el libre mercado nunca había sido tan falso como ahora. El colapso de los precios del petróleo estimulado por el desacuerdo de Rusia de seguir recortando producción en el grupo OPEP+ para seguir subvencionando a los productores de EE.UU., y la decisión de Arabia Saudita de bajar el precio de sus crudos de exportación y aumentar su producción junto a Emiratos Árabes Unidos sobre los 12 millones de barriles diarios para abril de 2020, ha colapsado el precio del petróleo acelerando deterioro económico mundial junto al coronavirus. El nuevo sueño americano puede convertirse en una pesadilla de deuda y corridas bancarias, así como en una difícil reelección a la presidencia de los EE.UU.

Coordinando el rescate

Las autoridades monetarias mundiales necesitan mantener la liquidez de los mercados, dentro y fuera de EE.UU. para evitar un colapso financiero generalizado por el pánico a los efectos económicos del coronavirus.

El distanciamiento social para enfrentar la pandemia traerá una interrupción del sistema económico global con consecuencias inimaginables. Las debilidades subyacentes del sistema económico se están acelerando como los contagios del coronavirus. Altos niveles de deuda pública y privada, tasas de interés negativas, falta de liquidez y confianza en los mercados, desaceleración económica mundial, caída de la producción de manufacturas, reducción de exportaciones y una prolongada guerra comercial entre EEUU y China con medidas arancelarias aún vigentes, a pesar del espectáculo de una firma de acuerdo comercial entre las partes, son algunas de estas manifestaciones preexistentes antes del coronavirus. Analistas ya definen el momento histórico actual como una recesión, otros se aventuran a denominarlo como una depresión.

Ante el miedo y los riegos sistémicos, los gobiernos y autoridades económicas atados al dólar estadounidense como moneda de reserva de valor y comercio mundial, están haciendo lo posible por mantener la liquidez y la confianza sobre esta moneda por su relevancia global. Y eso lo demuestran las medidas de coordinación monetaria anunciadas el pasado 15 de marzo entre la Reserva Federal de EEUU, el Banco Central europeo, Banco Central de Inglaterra, Japón, Canadá y Suiza, que buscan un flujo constante y confiable de dólares en un sistema económico inestable.

Los gobiernos y sus Bancos Centrales (BC) tenderán a anunciar planes de estímulo económico para enfrentar la pandemia, y relajar los mercados en su pánico. Se anunciarán millones de dólares para estimular la economía y mantener su funcionamiento. Pero si los estímulos iniciales no son suficientes para sostener el sistema, es probable el anuncio de compras de acciones privadas por parte de los Bancos Centrales como ya adelanta el banco de Japón, para seguir oxigenando su economía. Otros gobiernos pueden optar por nacionalizaciones de empresas o su rescate para evitar el cierre de sectores estratégicos y despidos masivos. Entre estos sectores están: líneas aéreas, turismo, entretenimiento, consumo masivo, el sector energético y la banca de inversión entre otros. Los pequeños y medianos sectores económicos, incluidas las familias en este momento son los más débiles de la cadena. El miedo a la caída de los mercados y una recesión moverán las decisiones gubernamentales para sostener el sistema económico vigente.

La intervención del estado para salvar a banqueros e inversionistas, no será cuestionada por las clásicas voces que desprestigian estás acciones cuando se hacen para rescatar a los ciudadanos. Los gobiernos no serán tildados de populistas o izquierdistas siempre y cuando garanticen ayuda y subvenciones a banqueros y corporaciones en estos momentos.

Lo trascendente es observar nuevamente, como al final son los gobiernos y los ciudadanos, los que cargan en sus hombros los gastos para rescatar la acumulación de deudas y las malas inversiones de banqueros y corporaciones, que antes de la existencia del coronavirus ya mostraban grandes señales de debilidad funcional. La pandemia no es más que un catalizador que aceleró el proceso de descomposición económica global.

La crisis sanitaria del coronavirus llevará a los gobiernos a impulsar el gasto público a niveles cada vez mayores con respecto a su producto interno bruto (PIB) y a los niveles de crecimiento económico nacionales actuales y futuros. ¿Se podrá pagar esa deuda colosal? Quienes y cómo lo harán en el futuro nadie lo sabe. Por lo pronto el sistema requiere liquidez y más estímulos (deuda) para que el sistema económico se mantenga. Es el método de respiración mecánica que se está optando en esta especie de unidad de cuidados intensivos económicos.

La encrucijada

Los gobiernos más afectados del mundo se enfrentan a la disyuntiva entre salvar a los mercados con más dinero en créditos a tasas de interés negativas, o salvar a los ciudadanos en cuarentena, subvencionando el consumo para su sobrevivencia.

Hoy día vale preguntarse, es verdad que los mercados son capaces de autorregularse sin la intervención del estado. Por qué no dejar entonces que el mercado decante en este proceso de reacomodo las empresas y bancos ineficientes, se reinicia el sistema económico, y mientras tanto el estado se ocupa de asistir a los ciudadanos en ese proceso.

El sistema económico mundial está en una encrucijada: ¿están por encima las fuerzas del mercado o la integridad social que lo dinamiza?

Sin dudas, la profundidad de la crisis económica, social-sanitaria, política y ambiental que se está desarrollando, representa un reto y una necesidad de cambio de los paradigmas del modelo de vida con los que se ha manejado la humanidad. El futuro siempre será incierto, pero no se puede seguir definiendo con los paradigmas actuales. Definitivamente, el ser humano y el ambiente deben pasar a ser el paradigma central del siglo XXI.

enriquefotografias@gmail.com

 



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