El socialismo: ¿entre las políticas neoliberales y las redistributivas de la recuperación económica madurista?

Es notoriamente reconocido que la denominada izquierda latinoamericana, preferimos llamarla indoafrolatinoamericana, atraviesa un contexto general de la lucha de clases en el cual su dirección ha claudicado ante el desafío de producir una opción teórico-política acertada para generar cambios ante el avasallamiento del pensamiento y la práctica del capital neoliberal globalizador, o mejor, globorrecolonizador. Su claudicación por incapacidad de respuesta ante la necesidad de afianzar en la región un bloque social popular revolucionario que se apoyara en una nueva correlación de fuerzas que despuntaba con el triunfo electoral de las fuerzas progresistas en algunos países (Brasil, Argentina, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Venezuela, y otros), para propiciar transformaciones profundas en lo económico, social, cultural, estatal, ambiental, etcétera, evidencia que se atraviesa una coyuntura de crisis de dirección revolucionaria que hay que superar para evitar un mayor reflujo popular por la defraudación y decepción generadas, y detener la recuperación y el revanchismo de la derecha.

Es tan manifiesta la crisis de dirección que se transita, que dicha dirección claudicante, a falta de política revolucionaria propia desde los gobiernos asumidos, ha reproducido en buena medida el discurso y las prácticas neoliberales con mixturas populistas, --tanto es así que han surgido los contradictorios términos de "izquierda neoliberal" y el de "neoliberalismo de izquierda" para designarlos--, lo que, en consecuencia, ha impedido avanzar en las transformaciones radicales del modo de producción y acumulación capitalista neodependiente (en el cambio de sus relaciones sociales de reproducción), centro de gravitación de las fuerzas centrífugas antipopulares, concentrándose en políticas redistributivistas provisionalmente atenuantes de los efectos capitalistas que son neutralizadas, más temprano que tarde, por las dinámicas socioeconómicas rapaces y depredadoras de la misma naturaleza de la acumulación capitalista.

Es claudicante apertrecharse en los ámbitos de la distribución de bienes y servicios de consumo (incrementos salariales, subsidios, reconversiones monetaristas, etcétera) sin afectar significativamente los ámbitos de producción, ya que éstos controlan el circuito de la realización de sus mercancías producidas o bienes de consumo a través del mercado, esto es, garantizar el retorno de su inversión con ganancia. Bastaría para darse cuenta de ello, con imaginarse que si las condiciones de producción fuesen socializadas bajo la propiedad comunitaria y el control productivo colectivo eficiente por auto-co-gestionario, de lo cual hay experiencias concretas exitosas, sería radicalmente diferente la distribución de los bienes producidos para el consumo, y que es inequitativa por desigual e injusta, debido principalmente a la autovalorización del capital (obtención del plusvalor o ganancia) que subsume o somete a la autovalorización del trabajo por medio de la explotación de su fuerza de trabajo, y que genera distintos tipos de subordinación, dominación y exclusión social, entre otros, el acceso a bienes de consumo.

En el caso de Venezuela, donde la productividad capitalista es muy baja debido primordialmente a su dependencia parasitaria de la transferencia de la renta petrolera-minera que capta el Estado (lo que incita la lucha entre las distintas fracciones de la burguesía por su apropiación), y a la estrechez que produce la monopolización u oligopolización burguesa del mercado que impone los precios especulativamente con incidencia inflacionaria continua, y que paradójicamente se revierte contra ella misma, ya que su voracidad bloquea su competitividad exterior por los elevados precios de sus mercancías. Lo que revela o descubre la ficción capitalista de que el mercado se autorregula por las leyes de la oferta y la demanda. Transferencia parasitaria de la renta que luego es retransferida como capital-dinero al exterior, para alimentar la acumulación de las casas matrices transnacionales asociadas, --la dependencia neocolonial de la globorrecolonización neoliberal--, o dirigida a inversiones financiero-especulativas o suntuarias de la burguesía nativa, a la que se suma la burocracia-boliburguesa de Estado que la acumula por vía de la apropiación corrupta de la renta captada por distintas vías, entre estas, las subastas del Dicom, permisos de importación a través de empresas de maletín que reciben financiamiento estatal, cobro de milmillonarias comisiones, etcétera.

Conduciendo todo esto, a que el Estado-gobierno reformista deba asumir sustitutivamente el rol de productor-proveedor de bienes importados para el consumo (los CLAP, por ejemplo), de dinero en forma de bonificaciones para atenuar el impacto de la inflación-especulación-devaluación, incrementos en el pago de sueldos y salarios, en el marco de una concepción populista-clientelar. Suponiendo también que esto ensanchará la oferta en el mercado por vía del aumento de la demanda (más poder de compra o consumo) e incrementará la productividad de la burguesía, así como será atractivo para incitar inversiones extranjeras en el país. No obstante, ante el fracaso de revertir la improductividad histórica parasitaria de la burguesía industrial-agropecuaria-financiera, en la que se confió otra vez ilusamente, así como en los testaferros de la burocracia-boliburguesa, y de la caída de los precios petroleros por manipulación yanqui del mercado internacional, a lo que se añade gravemente la caída también de la producción petrolera nacional, en el contexto del asedio y bloqueo financiero contra la nación, siendo el origen de su mayor ingreso presupuestario la venta de petróleo, el gobierno ha asumido, por consiguiente, un enorme gasto social para sustentar su sostenibilidad político-gubernamental-populista generándole un grave déficit fiscal, fuera de su endeudamiento exterior. Ante el cual deberá reducir de manera sustantiva los "gastos sociales" por medio de lo que se ha dado en llamar por el neoliberalismo "disciplina fiscal" e incrementar sus fuentes de ingreso a través del aumento de la gasolina, aumento del IVA, mayor recaudación impositiva, etcétera. Es de resaltar que dichos gastos, por revelación del propio presidente Maduro, han sido financiados con dinero inorgánico, o sin "anclaje", --al igual que el dólar, sin embargo, éste tiene un respaldo imperialista: su fuerza coactiva para autolegitimarse como referente monetario hegemónico--, produciendo un efecto perjudicial adicional que ha afectado a toda la población, más inflación.

Por otra parte, la estrategia de "anclaje" del nuevo cono monetario en la criptomoneda virtual "petro" como aspecto fundamental de una "política de recuperación económica", y de anclarla a su vez en potenciales barriles de petróleo de la faja del río Orinoco, se vuelve frágil cuando se revela su precio en dólares, ya que en definitiva su anclaje último es el precio internacional dolarizado fluctuante del barril de petróleo. A lo que se suma, el reconocimiento de la necesidad de dolarizar en bolívares la economía nacional con base en el precio referencial del dólar negro o paralelo auspiciado conspirativamente por las fuerzas imperialistas estadounidenses y sus aliados en la región y el país, y que indujo la hiperinflación. Lo que significa, además de una derrota luego de una dura resistencia innecesaria y perjudicial por asumir políticas erradas pese a las advertencias hechas a tiempo para corregirlas, (como se hicieron igualmente sobre el tipo de cambio único asumido y su fluctuación mercantil inconveniente), una mayor devaluación que espera ser compensada con el aumento de los salarios en bolívares soberanos; pero está pendiente la prueba final para la capacidad gubernamental ante los inminentes nuevos precios de los bienes de consumo y otros servicios (transporte, etcétera): la de impedir que otra vez los aumentos salariales se vuelvan sal y agua frente a la especulación-inflación que trataran de imponer la burguesía industrial y la comercial con la remarcación de los precios de sus mercancías. A tal efecto, el gobierno ha anunciado que activará mecanismos de fiscalización que se soportarán en la contraloría social por él organizada, cosa que ha anunciado en anteriores ocasiones sin hacerla efectiva, generando en el pueblo la percepción de indefensión ante la especulación comercial y la inflación inducida. Pareciera al respecto, que el gobierno teme a la posibilidad de que el pueblo pudiera empoderarse a través de mecanismos organizativos independientes desarrollados espontáneamente durante su ejercicio contralor, para su autodefensa como expresión paralela de poder popular autónomo.

La apuesta por la efectividad revolucionaria de esta política recuperadora está de antemano perdida porque se hace sobre la distribución y no sobre la producción. Es una política, como hemos tratado de evidenciar, montada sobre la combinación claudicante del neoliberalismo con políticas populistas o redistributivistas por parte de quienes se inscriben en la corriente "progresista" de la supuesta izquierda neoliberal.

De allí que, para no recaer otra vez en espejismos y falsas ilusiones reformistas, es imprescindible retomar el camino de desafiarnos para pensar y actuar revolucionariamente en la reconversión socialista de la productividad y su correspondiente modo de distribución socialista del Siglo XXI, y adelantar políticas y prácticas populares en consecuencia.

 

diazjorge47@gmail.com



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Jorge Díaz Piña

Doctor en Ciencias de la Educación (ULAC), Magister en Enseñanza de la Geografía (UPEL), Licenciado en Ciencias Sociales (UPEL). Profesor universitario de la UNESR

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