Inglaterra vs. Colombia. Del asombro a la decepción

No entiendo por qué les ha sorprendido tanto la eliminación de Colombia a manos -o a merced de los pies- de Inglaterra en octavos de final de este último mundial Rusia 2018. Fútbol y política se encuentran supremamente conectados. Política y deporte en muchas oportunidades van tomados de las manos. ¿Cuál es la extrañeza entonces, qué despierta ese resultado si eso es parte de la lógica imperial?

El estupor primigenio producto de la derrota colombiana rápidamente degeneró en impotencia y tal vez en unos cuantos evolucionó hasta la furia. La sensación de que el árbitro estadounidense Mark Geiger perjudicó a los neogranadinos cundió entre propios y extraños poco habituados al parecer al desempeño norteamericano a la hora de otorgar ayudas o de solicitar favores. La candidez con que se aspira a la amistad de los poderosos no es inherente a los gobernantes, los pueblos también pecan de inocentes.

La jugada que devino en penal y que se originó cuando el paisa Carlos Sánchez casi se lleva para su casa -le presenta a su hermana y comienza a llamar "cuñao"- al atacante inglés Harry Kane, para mí estuvo plenamente justificada. Sin embargo no fue sólo ese episodio, Geiger no fue coherente en la valoración de las faltas, como tampoco lo fue a la hora de repartir papeletas amarillas. Su corazoncito angloparlante se inclinó hacia sus querencia ancestrales y apoyó a los que él considera sus iguales, sus pares. Conferir auxilios pues, es todo un arte diplomático y aunque la moral indique que hay que respaldar al oprimido, al que está jodido, la dinámica de sus actos termina por secundar al opresor. Juan Manuel Santos y la oligarquía bogotana desempolvan sus rancios títulos nobiliarios coloniales y los presentan ante los distintos gobiernos que se han sucedido en el "Coloso del Norte", pretendiendo con ellos conquistar el afecto de quienes los miran desde el rabillo del ojo como a unos advenedizos confianzudos e impertinentes.

Mientras a los colombianos les pitó de todo, Mr. Mark Geiger (a mi manera de entender el juego), se tragó tres tarjetas inglesas -una por la simulación de Harry Maguire en una acción dentro del área y dos faltas por juego peligroso cometidas por Dale Alli y Eric Dier-. La imparcialidad del árbitro no se ciñó al reglamento del juego sino a las relaciones incestuosas con su "Madre Patria", lo mismo que cuando hubo aquella ya lejana conflagración entre Inglaterra y Argentina por la posesión de las islas Malvinas. Para ese evento la posición Norteamericana se pasó por el forro el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) y dispuso sus privilegios de potencia armamentista a favor de su socia en la OTAN.

Aquella vez debimos entender los latinoamericanos cómo es que juegan los Estados Unidos en lo que ellos consideran su patio trasero, pero que rápido se nos olvidó. Mientras Geiger fue estricto con los colombianos, fue una panza en su flexibilidad para con los ingleses. El gol anulado a Carlos Bacca por el norteamericano, con el pretexto de que había dos balones dentro del campo fue algo que jamás sucedió. Hubo un saque de banda, el juez de línea que estaba más cerca de la jugada nunca manifestó que hubiese dos esféricas en juego, pero el gringo se empeñó hasta anular el tanto del parcero. Tanto Uribe como Santos han acurrucado sus respectivas humanidades en las alfombras del vecino norteño y hasta en socios de la OTAN se han convertido.

Nosotros que estamos tan cerca de Argentina cerramos fila en cuanto a la posesión de esta nación sobre unas islas que están enfrente de sus costas, pero los gringos decidieron avalar el despojo inglés, de un territorio literalmente separado de ellos por un océano, por medio mundo. ¿Qué irá a suceder cuando Iván Duque el recién electo presidente de Colombia, tenga que enfrentar un escenario en donde un vecino suyo latinoamericano y productor de petróleo sea agredido, invadido y oprimido por algún Imperio expoliador? ¿Se acogerá a los acuerdos aún vigentes contenidos en el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca o se plegará a los designios de la OTAN?

El sistema común de defensa continental (TIAR) se volvió añicos al afrontar su primera prueba de fuego. Fue un fracaso rotundo debido a la fractura severa que representó la parcialidad yankee hacia el Reino Unido y en ese momento al igual que ahora no nos debimos extrañar. Mark Geiger tiene en su haber varias quejas y amonestaciones delante de la FIFA por su aplicación venal del reglamento y por la discrecionalidad de sus sanciones, siempre en contra que casualidad, de países del denominado Tercer Mundo.

Acordar protecciones, autorizar caridades o entregar recompensas es privilegio casi absoluto de los poderosos y al igual que el reglamento de Mark Geiger, se utilizan de manera arbitraria y no arbitral. Recordemos la vista gorda que se hizo la Comunidad de Estados Latinoamericanos cuando en 1961 se produjo la invasión de Playa Girón o de Bahía de Cochinos, dependiendo del bando hacia donde como en el caso de Geiger les lata el miocardio.

En las invasiones a República Dominicana, Nicaragua y Panamá, el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca no sirvió para un carajo y eso que en su artículo 3° señala: "Un ataque armado contra cualquier Estado latinoamericano será considerado un ataque contra todos los Estados latinoamericanos", algo equivalente a decir "Lo que es con él es conmigo".

A Mark Geiger se le corrieron las formas, se le olvidó la decencia y privilegió a los ingleses, socios de correrías del gobierno de Washington. ¿Qué podíamos esperar entonces?

En la época de la Guerra de las Malvinas, Argentina construyó unas 16 posiciones defensivas en la zona sur de Puerto Argentino como ellos le denominan, pero más valió para Norteamérica el sonoro nombre de Port Stanley para decidir hacia dónde apuntar el apoyo de su poderío armamentístico. Pese a haber sido el TIAR precursor de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, puesto que aquel fue impulsado por Washington durante los albores de la Guerra Fría y rubricado por 21 países de la Comunidad Americana, su uso lo ha convertido en un texto obsoleto.

La columna vertebral del TIAR que era la asistencia recíproca entre las Naciones sólo se aplicó cuando iba en beneficio de los Estados Unidos y se pasó por alto cuando sus estatutos no coincidieron con los intereses del socio militarmente más poderoso. Durante la crisis de los misiles soviéticos en 1963, los norteamericanos violaros la norma de no agresión entre los países de la región aunque el mecanismo fijado establecía que los cancilleres de los Estados firmantes debían reunirse ante el pedido explícito de uno de ellos que se sintiera afectado por otra nación del vecindario y aunque gracias a su intervención se evitó que derivaran en guerras fratricidas los conflictos entre Costa Rica y Nicaragua en 1948 y en 1955 y entre Honduras y El Salvador de 1969, estas son las excepciones que confirman la regla.

Cuando en 1982 el canciller Argentino Nicanor Costa invocó el TIAR para demandar ayuda frente a la agresión inglesa por la posesión de las islas Malvinas, los miembros del sistema común de defensa hicieron como Mark Geiger, miraron para el techo del estadio, se hicieron los policías de Valera y no consultaron al V.A.R., aunque lo que se veía venir era un estado de guerra asimétrica y coño e’ madre.

Aquella vez la Argentina buscó inútilmente el apoyo regional al igual que Colombia en esta oportunidad a través de un José Néstor Pekerman que gesticulaba y manoteaba desesperado, a ver si el cuarto árbitro se inmiscuía en la diatriba e inclinaba la balanza hacia el proveedor más confiable de coca y sus derivados con el que cuentan los países desarrollados para olvidarse de las penurias que ocasiona el traumático despertar del sueño americano.

Aunque Mark Geiger es uno de los árbitros más reconocidos de la Major League Soccer, su actitud cambia cuando de encuentros internacionales se trata. Cada vez que sale de su país mete las de caminar, lo hizo en 2012 cuando actuando en un partido amistoso entre Brasil y Colombia pitó un penal que jamás existió y que por justicia divina Neymar erró. En el Mundial de 2014 se le acusó de parcializarse impúdicamente hacia Francia en un cotejo contra Nigeria. Un año después en 2015 se le volvió a acusar de sesgar su actuación favoreciendo a México cuando esta selección se enfrentaba a la de Panamá y fue tan evidente la parcialización que el mismo fue sancionado con suspensión por seis meses. Si encuentra algún patrón reiterativo de conducta probablemente se deba a la virtuosa y digna casualidad.

Con la flota del Reino Unido acercándose a las gélidas aguas de la Antártida, el gobierno argentino suplicaba el auxilio del rubicundo hermano fortachón, invocando el pueril pacto de ayuda mutua que en 1975 había ampliado su alcance geográfico incluyendo en el mapa de sus responsabilidades al archipiélago de Las Malvinas. Sin embargo a lo Mark Geiger, USA y su gobierno se volvieron a hacer los pingos.

El artículo 8° del TIAR compromete aún hoy día a los países signatarios a tomar represalias económicas o diplomáticas conjuntas contra la nación agresora y esto lo revisaban los Estados americanos mientras degustaban del te Lipton de las cinco de la tarde, ¿Qué te puedo decir?.

El secretario de Estado norteamericano para la época de la conflagración Alexander Haig se hizo el Willy Mays y no asistió a las reuniones decisorias, más o menos lo mismo que el inefable Mark Geiger con el pito atragantado para que no sonara. En aquella oportunidad los que secundaron a los gringos fueron ¡Oh, sorpresa, Colombia, Chile y Trinidad y Tobago!, ¡God save The Queen, que nosotros los lame suelas respaldaremos lo que indique nuestro amo!

Así entonces, los caminos se entrelazan y las vocaciones se imponen. Siempre el hijo de gato cazará ratones y el crío de Imperios subyugará a sus vecinos lambiscones.



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Carlos Pérez Mujica


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