¿A quién le duelen los viejitos?

Titulo que despierta la sensibilidad del más indiferente ¿no es cierto?

Me pregunto a quien le duelen los viejitos porque el que haya tenido necesidad de utilizar los servicios de atención a estos, bien sea en los niveles públicos o privados, podrá dar fe de cuanto aquí relato.

Por razones personales, he tenido que trajinar de un lado a otro con un familiar que está en condiciones de severa discapacidad. Debido a que sus familiares cercanos, llámense hijas y/o hermanos, no pueden atenderlo en el seno del hogar, nos vimos precisados a recurrir a medios externos para su atención. Como pagó el Seguro Social durante su tiempo de trabajador al servicio del hoy Ministerio del Poder Popular para la Salud, desempeñándose en su caso en su momento en cargos de alta jerarquía por ser un profesional muy calificado para entonces, hemos acudido a las instancias de este organismo en busca de un hogar, repito, un hogar donde pudiera ser atendido en condiciones digna de un ser humano.

En el peregrinar de llenar papeles, exámenes médicos donde se pueda constatar su estado de salud, constancia de ingresos para constatar que no puede pagar un centro privado, etc., todo esto con la apatía características de los encargados de instruir este sumario, pasamos al menos un mes. Cubiertos todos estos trámites y concluyendo que requiere este tipo de atención, comienza el peregrinar de idas y venidas a las dependencias del IVSS encargadas de la asignación de los cupos en sus centros de atención. La respuesta reiterada ha sido la misma desde hace 6 meses: NO HAY CUPO y además agregan: “para las condiciones de su familiar es casi misión imposible, porque la lista de espera es muy larga y casi ningún centro geriátrico acepta este tipo de pacientes”. Ante la imperiosa necesidad de conseguirle un centro de atención, conseguimos una cosa que posteriormente lo definimos como lo mas parecido a los escenarios de la cárcel de Guantánamo, tantas veces vistas en los medios de comunicación, eso si, el precio es prohibitivo, lo cual hacia suponer que garantizaba una atención de calidad.

Haciendo el sacrificio máximo para pagar el exorbitante precio, lo alojamos allí. Pero en las frecuentes visitas nos percatamos que dicha atención no es nada que justifique un precio de esta naturaleza. Día tras día el deterioro se fue acentuando, con olores insoportables a orines y demás, producto de una falta de aseo frecuente, las instalaciones todas desvencijadas, la apariencia de los internos en condiciones deplorables, etc., etc.; todo teniendo que soportarlo por la imperiosa necesidad de la atención requerida. La situación hace crisis el día 4 de abril cuando nos llaman a los familiares a eso de las 9pm porque nuestro paciente no ha querido comer supuestamente desde el mediodía de ese día. Para no alargar el cuento, llamamos al seguro privado que se le paga y cuando vinieron a revisarlo el diagnóstico fue tétrico: deshidratación por falta de alimentación y consumo de líquidos por lo menos durante dos días.

Resultado: hospitalización durante 10 días para hidratarlo y luego estabilizarlo. Aunado a esto, cuando lo estaban vistiendo en el centro hospitalario, se le encontró que a nivel del abdomen presentaba escoriaciones producto de correas que le ponían durante la noche para sujetarlo y que no se cayera de la cama, pero lo mas deplorable, fue que los testículos presentaban irritación severa o escoriación severa producto del uso prolongado de pañales orinados.

Ante esta situación, me dirigí a la Fiscalía General de la República, a la Oficina de Atención a la Víctima, donde me respondieron que ese no era caso que les competía, que por ser un comercio, debía dirigirme a INDEPABIS. Con la confianza de una atención, fui allí, puse la denuncia y la promesa fue que un funcionario acudiría al centro hospitalario donde estaba recluido para constatar los hechos in situ, y a esta fecha, no hemos tenido respuesta tampoco.

Aquí mi pregunta: ¿A quien le duelen los viejitos?, ¿Quién supervisa, vigila, y controla estos centros que en su mayoría solo son depósitos de seres humanos?, ¿Qué organismo autoriza su funcionamiento?, ¿Dónde se inscriben?, ¿cada cuanto tiempo les hacen una inspección? Y por último, ¿Quién sanciona las deficiencias que presentan?

Sabido es, que hoy por hoy, la necesidad de alojar un viejito en estos centros, es cada día imperiosa, pero en este particular, nada se ha hecho para dignificar la condición de estas personas que se ven impelidas a requerir atención en centros fuera de su hogar, y en muchos casos, la diferencia entre estar alojados en ellos o estar en la calle, radica solo en el techo que puedan tener y el gran dineral que tienen que pagar. La proliferación de estos centros en los últimos tiempos es sorprendente, lo cual nos indica que es un problema que no se ha afrontado con la urgencia que merece.

He tenido durante muchos años la añoranza de poner en práctica un proyecto para la atención de estas personas, donde puedan terminar el fin de sus días no vegetando ni siendo humillados en su dignidad, sino que el arribar a un centro de atención para su situación, sea la continuación de la calidad de vida de quienes la han tenido y la conquista de la misma para quienes siempre la han añorado.

¿No valdría la pena dedicarles una Misión para la digna atención a las personas que por la razón que fuere tuvieran la necesidad de acudir a instancias para ser atendidos lejos de sus hogares?

Dejo la pregunta en el aire y la intención de ofrecer todo mi apoyo y esfuerzo en esta dirección, para poder decir con voz clara que hasta ellos ha llegado la Revolución.

Es bueno decir acá, que dicho proyecto lo he hecho llegar al Gobernador del estado Guárico, al actual ministro del Poder Popular para la Salud, a los anteriores alcaldes del Municipio Libertador y Sucre del estado Miranda, al menos lo he consignado en las correspondientes oficinas de recepción de correspondencia y de ninguno de ellos he tenido respuesta.


marinamaica@hotmail.com


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Marina Guaithero de Maica


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