Por una vacuna para el pueblo

La pandemia de COVID-19, al igual que una costra que deja al descubierto una herida, ha expuesto la desigualdad y el racismo sistémico que existe en todo nuestro sistema de salud. Actualmente, la distribución de la tan necesitada vacuna contra la COVID-19 revela aún más las profundidades de la inequidad e inmoralidad constituyentes de nuestra economía globalizada. Países ricos como Estados Unidos, el Reino Unido, Canadá y los de la Unión Europea, están comprando por adelantado la mayor parte del suministro mundial de vacunas, acumulando una cantidad de dosis de tres a cinco veces mayor que la necesaria para inmunizar al total de sus poblaciones. Mientras tanto, miles de millones de personas en los países más pobres probablemente tendrán que esperar hasta el 2022 o más tarde para recibir una vacuna contra el coronavirus que podría salvar sus vidas.

Para luchar contra este nacionalismo de las vacunas se ha formado la Alianza Vacunas para el Pueblo, una coalición mundial de organizaciones como Oxfam, UNAIDS y Amnistía Internacional, entre otras, que defienden el acceso equitativo a la vacuna contra la COVID-19. El sitio web de la Alianza declara: "A menos que se tomen medidas urgentes, en casi 70 países pobres solo se podrá vacunar una de cada diez personas contra la COVID-19 en 2021". También afirma que "Las naciones ricas, que representan solo el 14 por ciento de la población mundial, han comprado hasta el momento el 53 por ciento de las dosis existentes de las vacunas más prometedoras".

La doctora Mohga Kamal-Yanni, asesora principal en políticas de salud de Oxfam y asesora de la Alianza Vacunas para el Pueblo, habló con el programa de noticias de Democracy Now! desde la ciudad de Oxford, Inglaterra, donde una de las vacunas más prometedoras, desarrollada por el gigante farmacéutico AstraZeneca en asociación con la Universidad de Oxford, está a punto de ser aprobada. Como condición para la colaboración, Oxford exigió que AstraZeneca incluyera algunos compromisos relativos a la distribución y los precios de la vacuna. Como resultado de esto, India, Brasil y Argentina recibirán millones de dosis que de otro modo quizás no hubieran podido comprar en el mercado abierto.

La Dra. Kamal-Yanni sostiene: "No se puede dejar que las empresas sean quienes tomen las decisiones sobre el suministro y el precio de las vacunas ni sobre qué países y pacientes van a recibirlas". Y agrega: "Ese no es su trabajo. Su trabajo es producir las vacunas. El trabajo de los Gobiernos es lograr que haya una mayor producción, por eso hay que habilitar a otros productores. Por ejemplo, en India hay otros productores de vacunas. Otros países también tendrán otros productores. Por lo tanto, es muy importante permitir el intercambio de tecnología (dicho sea de paso, gran parte de ella ha sido desarrollada con dinero público de Estados Unidos, el Reino Unido y otros países de Europa y el mundo), así como también eliminar la barrera de la propiedad intelectual para que no haya patentes sobre las vacunas. De esa manera otras empresas podrán producir la vacuna".

Achal Prabhala es activista por la salud pública y coordinador del proyecto AccessIBSA, orientado a promover el libre acceso a los medicamentos en India, Brasil y Sudáfrica. Viene trabajando hace años años para desmantelar las limitaciones de las patentes y la propiedad intelectual sobre los medicamentos que salvan vidas. Su meta ahora es garantizar que las vacunas contra la COVID-19 y las terapias para su tratamiento estén disponibles sin patentes que las hagan demasiado caras para miles de millones de personas.

Achal Prabhala señala: "Sudáfrica e India propusieron en la Organización Mundial del Comercio (OMC) suspender temporalmente el acuerdo comercial conocido como TRIPS, un acuerdo sobre aspectos comerciales de los derechos de propiedad intelectual. Este acuerdo rige las pautas relacionadas con la propiedad intelectual en todo el mundo y la OMC se adhiere a él. La razón por la que India y Sudáfrica proponen que todos los países miembros de la OMC estén exentos de las disposiciones del Acuerdo TRIPS es porque todo lo que necesitamos para sobrevivir a la pandemia —las máscaras, las pruebas de diagnóstico y ahora especialmente las vacunas— debería ser gratis, para que pueda producirse en mayor cantidad y llegar al mayor número posible de personas de todo el mundo en forma más rápida y económica. Hay un apoyo abrumador de los países en desarrollo a esta propuesta. Pero la Organización Mundial de Comercio trabaja por consenso, lo que significa que basta que cinco o seis países muy ricos se opongan para que esta propuesta no se apruebe".

El trabajo de Prabhala se ha vuelto muy personal: "Mi padre tuvo COVID. Tiene 87 años. Mi madre tiene 72. Realmente me gustaría que reciban la vacuna lo antes posible. La perspectiva de que estas vacunas se implementen dejando a la mayoría del mundo sin la posibilidad de recibirlas es realmente desgarradora".

La receta de Prabhala es abordar las vacunas contra la COVID-19 de la misma manera que se hace con la de la gripe. La vacuna anual contra la gripe se actualiza cada temporada para atacar el virus a medida que evoluciona con el tiempo. Prabhala describe el sistema global existente para facilitar el acceso a la vacuna contra la gripe: "La Organización Mundial de la Salud ha establecido una infraestructura de colaboración que involucra a 110 países y 130 laboratorios diferentes, que reúnen información sobre qué cepas de la gripe están circulando en esos países. Esa información se recopila cada año para las dos temporadas de gripe —del hemisferio norte y del hemisferio sur—. A partir de esto, la Organización Mundial de la Salud publica lo que se podría llamar ‘fórmula de la vacuna contra la gripe’. Cualquier persona en cualquier lugar puede producirla porque está libre de cualquier propiedad intelectual patentada o monopolio. Así es como miles de millones de personas la han recibido desde la década de 1970 sobre la base de este sistema de cooperación y transmisión de conocimientos y finanzas".
El coronavirus no respeta fronteras. Si bien cada país tiene sus propias circunstancias y su propia manera de enfrentar la pandemia, ninguno estará seguro hasta que todos estén a salvo. Es fundamental realizar un esfuerzo colectivo y coordinado. Una vacuna para el pueblo, de acceso equitativo para todas las personas y todos los países, significaría priorizar la salud pública mundial por sobre las ganancias de las corporaciones farmacéuticas y serviría como modelo para combatir las pandemias actuales, así como también las que enfrentaremos en el futuro.



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Amy Goodman y Denis Moynihan

Miembros de Democracy Now


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