El país del éxodo: cuando escapar a otro país es la única alternativa ante la catástrofe inminente

Por más que el gobierno quiera disfrazarlo ya nadie puede negar lo que pasa en Venezuela, la debacle económica y la tensión política han sido el detonante para que alrededor de cuatro millones de venezolanos hayan decidido coger sus maletas y llevar su música a otra parte; como en los tiempos de Moisés huyen de la miseria y la falta de libertades, muchos de ellos no han dudado embarcarse en una travesía que puede durar de ocho a diez días para llegar a Chile, ubicado en el punto más al sur de nuestro subcontinente. El país austral representa el nuevo ideal de tierra prometida, un lugar con una economía en expansión, con oportunidades laborales, estabilidad política, inflación controlada, y, sobre todo, supermercados llenos de productos, lo cual contrasta con la terrible situación de desabastecimiento por la que atraviesa nuestra nación.

Otros en cambio han decidido enrumbar sus pasos hacia destinos más cercanos; Perú, Ecuador, Colombia, Panamá, Brasil y hasta la vecina Guyana, están viendo sus calles inundadas por miles de venezolanos, expulsados de su tierra natal por la crisis que se prolonga de manera indefinida, convirtiendo al país con más potencial de América del Sur en un hervidero humano, donde nadie sabe qué puede pasar en el corto, mediano y largo plazo. Estados Unidos y Europa también aparecen como lugares idóneos para esta fuga sin aparente retorno inmediato. El país es una caja de pandora, inexpugnable, un misterio por resolver. En el horizonte no se vislumbran escenarios positivos, con un gobierno que pretende mantener el poder a costa de lo que sea, sin importarle pisotear la constitución y las leyes, que hoy no son más que letras muertas que palidecen sobre el papel en que están escritas.

La inmensa mayoría de la sociedad venezolana aborrece a Maduro y a su cúpula corpomilitarista, pero Venezuela esta desorientada, como el boxeador que ha recibido el conteo de protección, y aún no termina de sacarse el golpe fulminante, se mantiene obstinadamente postrada en la lona, mareada y sin piernas, esperando una inhalación de sales de amoníaco para regresar a la vida. La dirigencia opositora por su parte está perdida en el limbo de sus errores y desaciertos, el gobierno los ha empujado a su terreno, colocándolos entre la espada y la pared, ganándoles palmo a palmo cada una de las batallas, utilizando para ello cualquier mecanismo por mas ilegal u obsceno que parezca.

Históricamente Venezuela se ha caracterizado por ser un país receptor de inmigrantes, de la Europa de postguerra llegaron por miles, escapando de la devastación que ocasiono el conflicto bélico más sangriento en la historia de la humanidad; también llegaron de toda Sudamérica, en busca de estabilidad y mejores condiciones de vida, y en la casi totalidad de los casos lo consiguieron. Árabes y chinos instalaron miles de tiendas, restaurantes y comercios, y se insertaron satisfactoriamente a la actividad productiva nacional, todos sin excepción fueron bien recibidos, acogidos como hermanos, sin importar su raza, religión o ideologías políticas, Venezuela daba para todos, eran otros tiempos.

Venezuela fue durante el gobierno del General Marcos Pérez Jiménez el primer exportador mundial de petróleo, hoy PDVSA, la principal empresa estatal y nuestra casi única fuente de divisas colapsa ante el asalto demoledor de la negligencia gubernamental y la corrupción estrafalaria, la producción entro en una espiral descendente y dramática, en tres años se ha perdido el 40% de la capacidad exportadora, y aún no termina; lo que ocurre en PDVSA es similar a conducir por la bajada de tazón sin frenos, sin nada a que asirse, hasta llegar al inevitable y trágico desenlace. Hoy Venezuela importa mucho menos alimentos y medicinas que hace tres años, en cambio se ha consagrado como extraordinario exportador de brazos y cerebros, los millones que se han instalado en otras latitudes contribuyen con su trabajo productivo al desarrollo de economías que no son la nuestra; excelentes ingenieros, maestros, médicos, científicos y artistas prodigan con su talento a sociedades ajenas, donde si reciben el apoyo y el reconocimiento que se merecen. Nuestras bellas mujeres deslumbran al mundo, algunas se han visto en la obligación de trabajar en la profesión más antigua del planeta, para enviar dinero y mantener a sus familias que se quedan en casa, muchas tienen estudios universitarios, pero, por ahora sus títulos permanecen guardados en algún closet, esperando que la situación mejore para ejercer dignamente las carreras para las cuales se prepararon; nadie puede reprocharles con el vacuo argumento de su falta de dignidad, no hay nada más indigno que un niño que desfallece por falta de comida, su acción es poco menos que heroica, su oscura pasantía en el mundo de la noche merece consideración, el hambre no da muchas opciones, si no haces algo para evadirla te mata y punto.

Los millones que han salido del país en el último lustro no son anti patriotas, en la casi totalidad de los casos sufren el desgarramiento emocional de tener que partir de su tierra, despedirse de familiares y amigos con remotas posibilidades de volver a verlos en el corto o mediano plazo, en el fondo de esos mallugados corazones sueñan con el retorno, la vuelta a casa es el deseo postergado de la gran mayoría de los inmigrantes. Por ahora permanecer en Venezuela es un sin sentido, sencillamente porque el país colapsó y no existen condiciones para vivir con un mínimo de bienestar, ni muchos desarrollarse en lo laboral y profesional, buscan en otras tierras lo que aquí esta negado, pero regresaran tarde o temprano, a contribuir con su patria, con ese amor y entusiasmo que caracteriza a los venezolanos.

El país receptor de inmigrantes ha mutado hasta convertirse en el país de las oportunidades perdidas, de las promesas incumplidas, de la diáspora desesperada que ahora se extiende por el mundo como la prueba irrefutable de que en la tierra de gracia las cosas están terriblemente mal, el pueblo pasa hambre como nunca antes, mantener una dieta balanceada se ha convertido en una utopía irrealizable, la gente tiene que conformarse con una o dos comidas al día si la suerte los acompaña, y la suerte parece que también se ha mudado, se esfumo con lo que quedaba de nuestra soberanía alimentaria, la misma que nunca hemos tenido porque las mafias que nos gobiernan ahora y, las que nos gobernaron antes, se entregaron a la lucrativa orgia de las importaciones, acribillaron la producción nacional a cambio de un buen puñado de dólares. Estoy seguro que nadie podrá absolverlos, ni en este plano terrenal, ni en el desconocido plano celestial, hambrear al pueblo no tiene perdón, ni de los hombres, ni mucho menos de dios.

El alma de esta nación es grande, como nuestro pico Bolívar, como nuestra gran sabana, como nuestro majestuoso rio Orinoco, como las sabanas de la candelaria, como la sonrisa irreverente de nuestra gente. Luchemos juntos, los que se fueron y, los que nos quedamos, para construir la sociedad ideal, donde la suprema felicidad social que predicaba el Libertador Simón Bolívar sea una realidad, y no un deseo imposible de alcanzar. Que dios nos bendiga a todos, y nos ayude a superar este amargo momento por el cual atraviesa nuestra amada Venezuela.

 

Leisserrebolledo76@gmail.com



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