La racionalidad del mal

Para el que está enfermo de odio no existen familiares, amigos, niños u ancianos, para ellos solo hay aliados y enemigos.

Todo conflicto social encuentra a adversarios que creen ser los representantes de lo correcto mientras que el otro, representa lo incorrecto, lo injusto, el mal. Eso sería banalizar el mal. Algo que ocurre comúnmente cuando de veras se creen en aquello por lo que se lucha. Cuando eso ocurre, es posible creer que cada método, cada medida tomada, cada acción, es valida. No importa cuan horrible sea la acción a realizar siempre que esta desencadene los resultados adecuados para alcanzar la meta propuesta. Ese momento preciso de tiempo es cuando las masas son tocadas por el odio.

Cualquier grupo en conflicto pasa por esa condición, los Jemeres Rojos, la SS, los paramilitares colombianos, los viejos Círculos Bolivarianos, ISIS, IRA, los Jacobinos, y demás. No hay un punto intermedio, la sombra del odio pasa por sobre cualquier factor, sin distinción de ideologías, latitudes o tiempos. El odio es una constante, una enfermedad que se expande con gran velocidad encegueciendo a los que la contaren.

Se necesita mucho coraje, mucho pensar, mucho tiempo, y a veces mucha sangre para que un grupo centre esa energía del odio destructor en una tesis realmente creadora. Algunos movimientos como el Ejército Zapatista de Liberación Nacional o la Oligarquía Colombiana. Otros simplemente perecen en esa espiral de odio aparentemente sin sentido como ocurrió con el RAF o con los Contras. Esto debido a que cualquier tendencia política-social-militar, que deseé triunfar, ha de tener apoyo popular, algo difícil de lograr si solo hay violencia desmedida.

Ahora bien, hay una franja muy fina, una especie de supercuerda en a que ese odio abrazador y la permanencia en el tiempo, y la conquista de la meta, conviven sólidamente. Ese es el momento de tiempo que más destructivo para una sociedad moderna, ya que es el momento en el que el odio da paso al mal.

El mal existe. No es una terminología religiosa ni una teoría metafísica, es una realidad humana que surge cuando todo el odio empieza a focalizarse manteniendo la idea de destrucción plena del contrario.

Cualquiera puede lanzar rocas contra vidrieras, saquear, quemar, violar y hasta asesinar en el medio de la fiebre del odio. Empero, la sistematización de esas acciones, el pensarlas, calcularlas, y hacerlas cada vez más técnicas, requiere de una capacidad de raciocinio que no se encuentra jamás en alguien ofuscado. Cuando se piensa el daño a causar y se busca su magnificación, el odio se racionaliza, surge el mal, y se encuentran formas realmente aterradoras para borrar al contrario.

Cortar un cadáver, quemar una villa, ajusticiar a cientos de prisioneros, destruir edificios, colocar trampas, hacer llamados comunicacionales al es exterminio, gasear, ese es el rostro del mal.

Venezuela hoy está en un punto profundamente crítico. El odio ha logrado hacer su nicho en nuestra sociedad. Ha sido una larga incubación que ha alcanzado su desarrollo tras las secuelas de la guerra económica, tras el cambio generacional y por supuesto debido al auge de la clase media y a su leve declive post crisis petrolera.

El odio aquí ya es epidemia. Todo el que adversa al gobierno revolucionario desea, en secreto o viva voz, llenar las calles con la sangre del rival, y – lo más lógico en estos casos- su extinción total. Sin embargo esa condición esa enfermedad ya empieza a racionalizarse, es decir, el odio desmedido, alocado, bruto ya está dando paso al mal, a la sistematización y tecnicismo de la destrucción.

Algunos compañeros se sorprendieron y horrorizaron con los recientes y muy calculados ataques contra el hospital materno infantil Hugo Chávez. Es lamentable señalar que es muy inocente tener ese tipo de reacciones ante esos actos, tras ver apenas, la punta del iceberg.

Estamos en el medio de una guerra no convencional. El terror como mecanismo de expresión a tenido éxito para la oposición real. Tienen el pleno apoyo de sus militantes y peor, algo de displicencia entre los “chavistas” que aun no se han levantado contra estos ciudadanos, dejando descansar todo el peso sobre los hombros del estado y la Fuerza Armada Nacional Bolivariana.

Ese sector, ese factor socio-político, solo se calmará cuando sean derrotados aplastantemente en el terreno que eligieron como terreno de operaciones.

No nos extrañemos que cosas aun peores empiecen a suceder con tal frecuencia que se alcance el estado de normalidad en ellas. Así funciona el mal. Mermando la conciencia colectiva hasta que lo más espantoso posible, sea visto como algo correcto.

El que has sido tocado por el mal es un ser tremendamente frío y abrumadoramente calculador. No se trata de que aquel enfermo de odio que puede acuchillar o apedrear a otro ser humano, ni siquiera se trata del desequilibrado que se abraza al Schadenfreude, es más bien ese sujeto capaz de asegurar que el fin justifica los medios. 

 

fexeduardolopezalvarez@gmail.com



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