Febrero del 89 se repite hasta caer el capitalismo

Quienes, para no ser alcanzados por las balas, tuvimos que arroparnos debajo de un montón de cuerpos de los muertos en la avenida Fuerzas Armadas de Caracas, asesinados por las ráfagas, las cacerías y juegos de tiro al blanco de los asesinos de la otrora Fuerza Armada Nacional (FAN), la DISIP, PTJ y Policía Metropolitana, somos parte de los que hoy nos contamos entre los sobrevivientes del 27, 28 de febrero y de los seis meses siguientes del año mil novecientos ochenta y nueve (1989), por lo que no podemos sino afirmar que:

  1. Los gobiernos de IV República en contubernio adeco-copeyano y sus dueños de la parasitaria burguesía criolla, asesinaron más de diez mil venezolanos cuyos nombres anónimos nisiquiera sus familiares los reclaman, ante la impunidad que brindan la justicia y las leyes al servicio del Estado burgués, aún con vida en la V República;

  2. Esa clase gobernante del 89 le mató la juventud y la felicidad a los hijos de la década de los sesenta, setenta y ochenta, que hoy somos esa generación adulta y contemporánea, con una experiencia traumática a cuestas, subordinada a los dictados de la ignorancia aprendida en las universidades y medios privados, que desde la IV República hasta hoy, han fabricado los frankensteins impunes que fuerzan por la restauración de esa vieja República genocida, explotadora, empobrecedora, embrutecedora y corrupta;

  3. De no ser por el atrevimiento del Comandante Hugo Chávez, contra todo consejo, cálculo y traición, que lo llevó al alzarse el 4-F del 92 y sus agallas para iniciar un proceso de cambios hacia el socialismo que aún soñamos construir en Venezuela con Nicolás Maduro, todo el sufrimiento de los más pobres y débiles y todas las muertes del año 89 y los años sucesivos hoy fuesen en vano y estuviesen borrados de la historia y los anales, así como están borrados de la memoria colectiva.

Las afirmaciones anteriores, aunque no son las únicas que pudieran desprenderse como reflexión acerca de tan horrenda crisis de gobernabilidad del año 1989, bien pueden contribuir en ayudar a que se conjure dicha afrenta y heridas que no están cerradas, porque no hemos convertido la memoria de este holocausto venezolano en fuerza material que construya el socialismo, sino que, como paradoja utilizada desde los centros de poder al servicio del gran capital y del imperio con el que hegemonizan, desde esa derecha recalcitrante asesina cuartorrepublicana y desde esa derecha que se disfrazó de izquierdas de cafetín con remedos de guerrilla y de revolución, hoy pretende reeditarse, aunque partir de una desenfrenada y bien articulada guerra económica, para liquidar la revolución bolivariana, socialista y chavista, ya sea violentando la misma legalidad burguesa de la que seguimos dependiendo desde la IV República, como también, con mecanismos insurreccionales y genocidas que van, desde el magnicidio y muerte selectiva de chavistas, hasta llegar a una falsa guerra civil con invasión de fuerzas externas, como la del Comando Sur y los ejércitos que el Caín de América, Juan Manuel Santos, ha dispuesto para invadir y asesinar venezolanos, siguiendo las órdenes y los planes estadounidenses cocinados en sus siete (7) bases militares en suelo neogranadino, porque apena decir que son colombianos o hijos de la Gran Colombia bolivariana.

A la presente fecha, en el 2017, la honestidad nos obliga al reconocer que a pesar del esfuerzo del gigante, el Comandante Hugo Chávez y del obrero Presidente Nicolás Maduro, hemos alcanzado muchas e inimaginables reivindicaciones y alivios temporales para los más inermes, pero no hemos logrado conjurar el genocidio de la derecha asesina del 89, porque muchos de nosotros, apostados en el campo revolucionario y chavista, hemos sido unos vulgares celestinos que coqueteamos con el capitalismo y buscamos servirle con disimulo y con la esperanza de ser parte de esa clase explotadora, a cambio de sacrificar a los hijos, hermanos y sobrinos de los que perdieron su vida en ese infausto febrero del 89. El peligro sigue latente, claro otra excusas, porque aún no hemos liquidado las lacras del capitalismo.

Prof.



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Luis Alexander Pino Araque


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