Venezuela: de la intolerancia y el odio a la justicia

    La intolerancia y el odio que, cual bestia apocalíptica, ha brotado subrepticiamente por las costuras más abatanadas de la historia nacional en la “Noción de ontología del presente por Michel Foucault”, (en: www.ucc.edu.ar/.../FoucaultMatiasPuchet...), están llevando a una especie de guerra a muerte no declarada a toda Venezuela;  y cuya experiencia dolorosa hace dudar a muchos sobre su horizonte de futuro con fines de articular proyectos; dudan de la viabilidad de la empresa nacional, como categoría social y personal. Esto es, que las condiciones que hacen posible ciertas relaciones entre el sujeto  y el objeto llamado Venezuela conducen al desasosiego y la desesperanza.

 Ante la emergencia de ciertas realidades ligadas a modalidades de violencia que parecían extinguidas, piensan que esa “ontología de lo actual”, conformada por las estructuras básicas de la convivencialidad y el relacionamiennto societal,  necesita ser reconfiguradas, alcanzar nuevos acuerdos consensuados. Ello se impone como tarea urgente en el marco de la filosofía política. Si nos detenemos en la importancia que tiene en la coyuntura actual la historia crítica del pensamiento, entendido como una práctica y no como mera contemplación; ya que como recordara recientemente en una conferencia el historiador larense, Dr. Reinaldo Rojas, el hecho de detenernos a pensar los temas y problemas más urgentes de la ciudad y del país, supone que ya estamos inmersos en una cierta praxis transformadora, (Rojas, R. “Barquisimeto: Historia y Prospectiva, 1552-2014”, Centro Gumilla, Barquisimeto, 02 de octubre de 2014).

 En estos momentos hay que pensar a Venezuela. La llamada “república civil”, (Rafael Tomás Caldera: “La Venezuela civil: constructores de la república, en: www.el.-nacional.com/.../Homenaje... 9 de febrero 2014...), que parecía haber metido en cintura a la violencia política, para decirlo parafraseando a un historiador de las ideas en Venezuela, (Elías Pino Iturrieta: “Venezuela metida en cintura, 1900-1945”, UCAB., Caracas, 1998), hacia la medianía o finales de la década de 1980 hizo crisis con el “Viernes Negro”, en 1983, la liberación de precios y las políticas de Shock, FMI y MB,  fue sembrando hambre, muerte y dolor el país; pero las costuras de aquel proyecto terminaron de romperse con los eventos del 27 de febrero de 1989, con el llamado sacudón.

 Con esa inmensa cantidad de muertos de las fosas comunes de La Peste, de 1989, por la acción de  militares en la calle para restituir el orden y con la rebelión del Comandante Chávez y la joven oficialidad de 1992 y el 27 de noviembre esa crisis busca resolverse y  trajo de resultas, después en 1998, el triunfo electoral del  Gigante, como califica María Gabriela a su padre, Hugo Chávez; y con ello, sin apenas advertir, se da inicio al proceso de la sustitución del viejo liderazgo socio-político y sus élites dominantes,  que desde entonces opone resistencia denodada, refunfuña y se bate como un basilisco reclamando para sí la hegemonía de las fuerzas sociales.

Paralelo a lo anterior una forma de violencia liderada por hampones de la peor saña ha desplegado su potencia con uso de un instrumental de técnicas y recursos de armas impresionante de destrucción y ha configurado un amplio espectro de materialidad espacial, con su rastro de horror y muerte, cebándose en los sectores más populares y envolviendo a los sectores más jóvenes, constituyendo ello uno de los retos más importantes de la revolución bolivariana, porque quiérase o no admitirse, ha permeado también a cuadros valiosos e irremplazables de la dirigencia de la J-PSUV, como es el caso del jovencito Robert Serra, querido Diputado y su compañerita asistente, María Herrera, casi adolescente.

Esa bestia perversa que es la violencia, (dada su natura naturans de atributos de horror y muerte y con su natura naturata de sus modos específicos de expresarse), ha tenido también una cierta proliferación en cuerpos de ideas, que en el sistema filosófico de Spinoza, se podría denominar formas de formas con paralelismos de ordenes en la extensión de su potencia y acto, o formas inadecuadas de pensamiento que aunque tales, no se pueden negar que proliferan. Esto es, aunque se pueda dudar que tal cuerpo de ideas sea en realidad formas de pensamiento, por lo intricado de sus proposiciones y su exegesis para dilucidar si una cosa singular como las hilachas de ideas acerca de formas de lucha no dialogantes o manifestaciones callejeras democráticas que pueden tomar otro carácter no pacíficas, los veinte muñecos y fuego, fuego…, ¿se podría decir que han adquirido carácter extenso de su “pendant pensante” en un modo de doctrina de la “pananimación de la Naturaleza” propia de la violencia en Venezuela?,   (Peña García, V. I. “El materialismo de Spinoza”. Biblioteca de Filosofía. Revista de Occidente. Madrid. 1974). 

Ello sea dicho aun con el reparo de José Ortega y Gasset (en La Historia como Sistema, Espasa-Calpe, Madrid, 1971: 5), acerca que “El hombre no tiene naturaleza, (…) tiene historia”. “O dicho de otra manera: “Lo que la naturaleza es a las cosas, es la historia –como res gestaea- al hombre”, (en José del Rey Fajardo S.J: La Biografía de un Exilio (1767-1916).Los Jesuitas en Venezuela. Siglo y Medio de Ausencia. UCAB. Caracas. 2014).

Como fuere, lo que se quiere decir es que en Venezuela viene operando una ideología que, como tal antes que teoría abstracta constituye una práctica, movida por la intolerancia y el odio, cuestión que hace padecer a todos una especie de estado de sitio o una guerra a muerte, la existencia de una pensamiento que se objetiva en  muerte y destrucción, actitudes que se oponen a la vida. Una proliferación de lo que Juan Pablo II diera en llamar la cultura de la muerte y se ha tornado una dimensión subjetiva en amplios segmentos de la población venezolana e inclusive en el discurso y la praxis de algunos operadores políticos, (Roberto Briceño- León, Olga Ávila y Alberto Canadiel, “Violencia e Institucionalidad”, editorial Alfa, Caracas. 2012; Roberto Briceño León, Juan Manuel Mayorca, Compiladores: “Fin de la violencia. Tema del siglo XXI. UCV. Fundación Francisco Herrera Luque. Caracas. 2004; Roberto Briceño-León y Rogelio Pérez-Perdomo, Compiladores: Morir en Caracas. UCV. Caracas. 2002; Roberto Briceño-León, Complilador: Violencia Sociedad y Justica en América Latina. Clasco. Caracas. 2002;  Violencia y Tolerancia Cero. Obra social. El alma de La Caixa. Fundación “la caixa”.

Con la muerte violenta de estos dos jóvenes, María y Robert, por estos días ha conmocionado a toda Venezuela, y que en términos paleocristianos constituyen unos mártires junto a una miríada de líderes agrarios campesino e indígenas. Pero es parte de una sangre derramada que se eleva al cielo pidiendo justicia. Son cuestiones que, teodicea mediante, con su visión del hombre, el mal y del mundo (es.m.wikipedia.org/wiki/teodicea) no llegamos a comprender del todo…

El malogrado Arzobispo de San Salvador, Mons. Oscar Arnulfo Romero en una página titulada La única violencia es el amor, señala que: “Vivimos e grupos, polarizados, y quizás ni los mismo del grupo se aman porque no puede haber amor donde se parcializa tanto, hasta odiar al otro. Necesitamos romper estos diques, necesitamos sentir que hay un padre que nos ama a todos y a todos nos está esperando. Necesitamos aprender a rezar el Padre Nuestro y decirle: Perdónanos, así como nosotros perdonamos”, (Mons. Romero: “La única violencia es el amor”, San Pablo Ediciones. Caracas. 1998: 15).

 De allí que estemos de acuerdo básicamente con el presidente Nicolás Maduro, quien recientemente expresara en el sepelio de Robert y María que: “No podemos dejarnos llevar por las emociones primarias. La justicia, la justicia debe reinar”, (Últimas Noticas, Caracas, 04 de octubre de 2014: 14), pero volviendo a san Romero de América, este dice: “Una civilización del amor que no exija  la justicia a los hombres no sería verdadera civilización, no marcaría las verdaderas relaciones de los hombres… El verdadero amor comienza por exigir en las relaciones de los que se aman, lo justo”, (ob cit., P. 14); es curioso que Maduro, de quien no falta uno de esos promotores de la violencia que haga mofa de sus palabras porque no tiene formación universitaria y sea especialmente leído e instruido, coincida en los sustancial con las apreciaciones teológicas y de antropología cristiana del gran obispo de El Salvador, en cuanto a la exigencia de la justicia, la reina de las virtudes republicanas en el pensamiento de Simón Bolívar; se requiere desarrollar un modelo de sociedad con entendimientos básicos en lo económico y político, en un marco de multitud de ideas cuyo límite sea el respeto; como esencia formal y efectiva de la realización de la vida, valor superior del ordenamiento jurídico de la nación, (Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, 1999: Preámbulo).    

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Luís Saavedra

Docente, Trabajador popular.

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