A Ernesto Villegas, ministro de Cultura

El maestro Bejarano y sus 80

El maestro Gilberto Bejarano cumplirá ochenta años de edad el próximo 4 de diciembre, cuya vida trasciende por sus fecundos aportes a las artes plásticas, como docente y escultor de renombre nacional y hemisférico. Obra que ha sido exaltada por la critica especializada igual que por prestigiosas instituciones del oriente del país, a cuya región ha consagrado su existencia. Los cuantiosos premios y reconocimientos recibidos por este artista merideño adoptado por Barcelona, son la expresión de un fehaciente testimonio revelador de su especial entrega al pueblo que lo ha asimilado como propio.

El maestro, en sus años mozos, llega al oriente del país atendiendo a una invitación del también escultor Pedro Barreto para suplir al profesor Luis Bonilla en la Escuela de Artes Plásticas Armando Reverón de la ciudad de Barcelona, quien se ausentaría por seis meses por un permiso de enfermedad. Después estuvo un par de años en Cumaná cubriendo otra vacante en la Escuela de Artes Visuales. En 1962, con 21 años de edad, se traslada a París y se matricula en la Escuela Superior de Grabados, donde culmina satisfactoriamente sus estudios, gracias a una beca por tres años que le costeaba su manutención y la matriculación académica parisina.

Al retornar a Venezuela, oriente de nuevo le abre los brazos. De nuevo la Escuela de Artes Armando Reverón requiere de sus servicios como docente. Bejarano se residencia en Barcelona, sin sospechar que se trataba de una temporada tan larga que consumiría la mayor parte de su vida. El artista, ya más curtido en el área de la docencia, busca entonces cultivar una disciplina específica en las artes visuales. Lo atrae la magia del arte popular, tal vez por el influjo de sus raíces merideñas que retrotrajo al toparse con las imágenes coloniales talladas en madera, que lo absorben al asumir la dirección del Museo Sacro de Barcelona, que se creó con una rica colección propiedad del escritor y coleccionista de la población de Clarines, Alfredo Armas Alfonzo. A Bejarano le corresponde aplicar sus conocimientos museográficos para ordenar el conjunto de piezas de distintos formatos que el coleccionista pacientemente había atesorado. Este fue un paso importante en su trayectoria como artista plástico, pues gracias a su sensibilidad y conocimientos, no solo ordena las obras en una estructura museográfica, sino que desarrolla un museo con técnicas modernas para la exhibición e investigación.

Opiniones de críticos autorizados

Simultáneamente a las actividades del museo, Bejarano incursiona en un ejercicio particular como escultor. De allí viene su etapa de tallas en madera bajo el influjo de la riqueza de ebanistas y tallistas de la vieja España reflejada en las piezas de santería colonial que conformaban el patrimonio museológico. En la medida en que el artista se compenetra con la bondad de la madera y sus tallas, surge, como por azar, un acercamiento con el grupo musical Solistas de Venezuela. Con estos músicos recorre diversos pueblos del país, en una suerte de sincronización entre música y creación plástica. En Yaracuy, Bejarano queda impactado ante unas botellas mágicas talladas en madera, expresiones del arte popular de la región centrooccidental. Entonces, en su caso, produce nichos y altares de influencia colonial, hermosas obras que la crítica comentó como un acierto del artista. De aquella época cito un texto del maestro e investigador Juan Calzadilla, referido a la primera etapa del artista y la adopción de la madera como su noble materia prima:

El principio técnico aplicado por Bejarano se halla claramente desarrollado con sus relieves y policromías de 1980, expuestos en la Galería El Muro de Caracas. Composiciones formadas por el ensamblaje o aglomeración de barras de madera dispuestas de modo paralelo y alternado sobre un soporte cuadrado o rectangular. Los cantos, planos o curvos, de la estructura de láminas constituyen a su vez una serie de rectángulos y cuadrados virtuales sobre los que recae el color puro (o combinado con el color neutro de la madera) distribuido fragmentariamente sobre los cantos para determinar campos o áreas de iluminación. Cada campo está relacionado con el vecino por las vibraciones de tono que se producen y por la entonación general, cálida o fría, que ha recibido la obra. Se presenta así a la vista del espectador un efecto de muaré parecido al que obtienen los artistas cinéticos. También aquí el color físico desprende un color aditivo o virtual que opera ópticamente por desplazamiento o ubicación del espectador respecto al plano general de la obra, aunque este efecto no sea la preocupación central de Bejarano, sobre todo en sus últimas obras.

En el año 2001, Gustavo Arnstein, escribió un texto para una exposición de Gilberto Bejarano, el cual tituló «Salmos de Madera», en uno de cuyos párrafos expresó:

Calladamente, en su taller de Barcelona, Bejarano lleva más de dos décadas forcejeando con la madera, con sus texturas, argamasa única y múltiple de su arte celado, encubierto de claves y caminos, para que no sea tan obvio encontrar el cofre con las morocotas y las perlas cubiertas de sargazo. Y es que los dedos de Bejarano, como los de Escher, van solos en procura de la madera: para redescubrirla, para reinventarla, para embellecerla, para acicalarla, como si fuesen las mejillas de su amada. Ello obliga a detenerse intensa y prolongadamente frente a las obras de Bejarano. El trata sus maderas como si fueran algo sagrado, incienso para los dioses. Esos dorados y esos plateados que refulgen en sus altares sincréticos de la primera época, inspiran devoción y contrición, como cualquier figura de Cimabue y Giotto, sin ignorar las perspectivas de los tiempos y los escenarios.

Una tercera opinión, de las tantas que existen sobre la obra de Bejarano, es la del escritor José Balza, quien escribió lo siguiente, por allá en el año 1982:

En sus manos, esos nichos, esas formas graciosas, adquieren un significado imprevisible. Oriente habla en manos de Bejarano, el idioma de sus materiales populares: pero Bejarano orquesta ese canto primario con atmósfera de hoy (…) Porque a su lado están los pequeños tótems, hieráticos y nobles; o los retablos, casi despojados de su connotación sagrada, para apuntar a descifrables celebraciones de la imaginación. También aquí tenemos importantes miembros tenebrosos: a medias humanos y a medias espacios puros; feroces y simétricos, como si en ellos se diese a la vez el altar, el sacerdote de la víctima. Valdría la pena preguntarse: cuándo esas tablas, esos colores, aparentemente tan simples, pierden sus propiedades primarias para convertirse en sombríos cuerpos; cuándo esas cerradas apariciones surgen en el arte luminoso de Bejarano: ¿qué vienen a decir?, ¿forman parte de una zona personal, inclasificable y sabia, del artista?, ¿o traducen ellas a la manera jungliana una amenaza corriente que transita bajo la incierta metrópoli que es Puerto La Cruz? Son estas obras, finalmente, un eslabón que por primera vez surge en el trabajo de Bejarano, y cuya relación con las anteriores, aunque visible, reserva secretos para nosotros.

Otros conocidos estudiosos y especialistas han opinado sobre las obras de Bejarano, entre ellos Roberto Guevara, Perán Erminy y Carlos Palenzuela, todos de grata recordación.

En esa rica experiencia del artista, ya maestro, Gilberto Bejarano recorrió la provincia venezolana, con énfasis en los pueblos del delta del Orinoco. Los tejidos y usos del moriche en las labores domésticas utilitarias de las etnias aborígenes deltanas van a tener marcada influencia en sus obras de estas últimas dos décadas. Además, recorrió países centroamericanos y suramericanos, en los que aprendió (y aprehendió) un bagaje de usos y técnicas que ahora, en la madurez plena del artista y su obra, están dando maravillosos resultados en sus incursiones creativas.

Páez decretó la creación de esta escuela

La Escuela de Artes Cristóbal Rojas de Caracas, donde estudio Bejarano, es de larga data. Muchos de sus egresados, dispersos en el territorio nacional, han alcanzado el nivel de maestros consagrados. Este centro surgió por allá en el año 1833, por decreto presidencial del entonces mandatario José Antonio Páez, bajo el nombre de Escuela Técnica de Artes Visuales Cristóbal Rojas, gracias a la persistencia de la Sociedad Económica de Amigos del país. En ese año se crearon, también por decreto presidencial, la Biblioteca Nacional de Venezuela y el Colegio Nacional de Valencia, que finalmente en 1958, se transformó en la Universidad de Carabobo.

Estas «sociedades económicas de amigos del país» representaban una iniciativa privada influenciada por españoles que percibían un decaimiento en el papel de la Corona imperial en sus provincias de ultramar, y por voluntad propia sus integrantes decidieron contribuir con proyectos y programas de estímulo al desarrollo de la agricultura, la ganadería, las industrias, las profesiones y las artes. Existían entes similares en Filipinas, Puerto Rico, Cuba, Guatemala, Chile, México y Venezuela.

Bejarano, ya posicionado en el oriente del país, se topa con colegas artistas y docentes que le permiten una vida esplendorosa a nivel de la actividad pedagógica en Barcelona; muchos de ellos con una carrera fecunda y con estudios en el exterior. Entre ellos destacan: Gladys Meneses, Pedro Barreto, Pedro Báez, Eduardo Lezama, Régulo Martínez, Eduardo Latouche, Mauro Mejías, José Luis Bonilla, Carlos Gil (el Flaco Gil) y tantos otros; surgen además estudiantes talentosos que hicieron carrera en la plástica venezolana con posteriores estudios superiores en el exterior, como Luis Adrián León (Carúpano), Nerio Moreno, Miguel Pedrique (el Chino Pedrique) Inca Zabala, Eduardo Sifontes, (el Poetica Sifontes) y Hugo Newton, para citar algunos.

Con el correr de los años, Bejarano se ha convertido en Anzoátegui en el patriarca de una familia que profundiza sus raíces. Las nuevas generaciones hoy ocupan pupitres en las aulas de la Universidad de Oriente (UDO), en carreras de las disciplinas modernas del conocimiento.

La obra maravillosa de este artista se enmarca en la creación como escultor y su labor docente. Ya jubilado, se ha inclinado por la promoción y exaltación de los valores culturales de la región y de otros lugares de Venezuela. A su labor al frente del Museo de la Tradición de Barcelona se suman haber ejercido la dirección de Cultura del distrito Sotillo y la creación de la Galería de Arte Moderno de Puerto la Cruz, un hermoso proyecto que ha reconciliado a artistas y escritores con la Barcelona con la cual, de una u otra forma, ha estado relacionado.

La Galería de Arte Moderno de Puerto La Cruz, bajo la égida de Gilberto Bejarano, ha realizado seis bienales de arte de gran significación y trascendencia. Llegó a ser una universidad del saber artístico y humanista. Desde allí se ha rendido culto al conocimiento de creadores de la talla de Alfredo Armas Alfonzo, Pedro Barreto, Pedro Briceño, Mauro Mejías, Bélgica Rodríguez, Pedro Báez, Gustavo Pereira y Perán Erminy. Y también se ha difundido con honor el papel de cultores nacidos en otras latitudes, como Mateo Manaure, Miguel Arroyo, Luis Guevara Moreno, Régulo Pérez, Miguel Ramón González, entre otros.

Premios y reconocimientos

Entre los premios a los que se ha hecho merecedor Gilberto Bejarano, destacan los siguientes:

Primer Premio de la Bienal de Oriente (Cumaná, 1986); Premio Julio Morales Lara en el XLV Salón de Artes Visuales Arturo Michelena (Valencia 1987); Premio Gobernación del Estado Nueva Esparta en la IV Bienal de Escultura Francisco Narváez (Porlamar 1988); Primer premio de Escultura en el XIV Salón Nacional de Arte Arturo Michelena (Maracay 1989); Primer premio de escultura en la I Bienal Nacional de Mérida (1960).

Su obra se encuentra representada en el Consejo Nacional de la Cultura, en la Galería de Arte Nacional y en la sede de Solistas de Venezuela, en Caracas; en la Asamblea Legislativa y en la Gobernación del Estado Anzoátegui, en Barcelona; en la Galería de Arte Moderno de Puerto La Cruz; en el Museo de Arte Contemporáneo de Maracay Mario Abreu; en el Museo de Arte Contemporáneo de Cumaná; en el Museo de Arte Moderno de Mérida; en el Ateneo de Valencia, y en la sede de CEPET, San Tomé, entre otros.

Colofón

Estos ochenta años de edad que cumplirá el 4 de diciembre próximo el escultor Gilberto Bejarano, bien podrían ser propios para que la obra tan prolífica de este ciudadano sea reconocida por el Estado venezolano, concediéndole el Premio Nacional de Artes, con lo cual se realizaría un gesto de reconocimiento por sus aportes a la cultura y al gentilicio nacional.

 



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Nelson A. Rodríguez A.

Periodista y diplomático. Autor de ensayos, cuentos y poesía.

 nelsonrodrigueza@gmail.com

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