Del país profundo: Mi nombre es Kenton St. Bernard

Mi nombre es Kenton St. Bernard, nacido en El Callao en el año 1934, hijo de padre originario de la isla de Granada y de madre descendiente antillana, pero también nacida en El Callao. Ella murió a los 90 años aquí y la recuerdo mucho en El Callao de calles empedradas; tenía yo 8 o 10 años y recuerdo que había un hipódromo donde se hacían carreras de caballos para los días festivos, fue uno de los primeros hipódromos de Venezuela. Yo conocí El Callao con cinco cines, con fábricas de bebidas gaseosas, con fábricas de pastas alimenticias y un teatro con cortinas de terciopelo y pisos de mosaico y eso debido a la diversidad de la gente que pobló El Callao, de los que vinieron en busca del oro. Había casitas de bahareque que fueron transformándose en mejores casas y también hubo miedo y hubo que traer autoridades al sitio y hubo que hacer una plaza Bolívar que ni siquiera fue hecha por el gobierno, sino que esa plaza fue hecha por la colecta de los habitantes de El Callao, así vivíamos en un pueblo que no fue fundado por los misioneros capuchinos, como otros pueblos adyacentes, Guasipati o Tumeremo y que no tiene documentos ni huella de fundación guardados en los Archivos de Indias en España. Nosotros estimamos que entre las décadas de 1840 y 1850 fue realmente conformado El Callao y no tiene el nombre de un solo fundador porque fue fundado por todos los que iban llegando desde el mar de las Antillas. Los primeros yacimientos de oro aquí fueron de aluvión antes de que asfaltaran las calles y cuando llovía la gente hacía una tarea que se llamaba garzonear. Era muchacho y yo mismo llegué personalmente a agarrar un cochanito de oro de un gramo en la calle donde llovía, porque el oro lo sacaba la lluvia a la superficie de la tierra.

El Callao estaba formado por minicolonias francesas y de corsos que vivían más en las zonas de Caratal y en el área central del pueblo, minicolonias de los que venían de Santa Lucía que se agrupaban en otra parte, o de los que venían de Granada, por ejemplo mi caso, el barrio donde yo nací se llamaba Granada y estaba cerca de La Chalana y allí toda la gente procedía de la isla de Granada y los que venían de San Vicente se agrupaban en lo que hoy es Chile y los de Dominica por otro lado y así por el estilo, cada quien llegaba y se juntaba con los de su isla, pero no era una separación espontánea, sino que ellos buscaban el mundo subterráneo de sus paisanos y así íbamos llegando y así nos juntábamos todos, porque éramos negros pobres, negros recién liberados como esclavos en las Antillas, era lo que llamaban peones y el trabajo era realmente recio, ellos mismos construyeron un tipo de vivienda a la usanza de las que conocieron allá con los ingleses o con los franceses, eran las casas de los antillanos y había mucha influencia de diferentes culturas y otro detalle importante, si usted visitaba una casa de familia era raro encontrar una casa donde no hubiera un piano, porque había una cultura muy vasta. Aquí la gente andaba en las calles con paltó levita los hombres y trajes largos las mujeres, ropas finas que traían los franceses, así como traían el champagne, y se usaban leopoldinas de oro, prendas, collares, cantidad de oro, oro puro, era maravilloso todo aquello.

En mi casa se hablaba inglés, yo aprendí a leer y a escribir en inglés porque aquí había escuelas, por lo menos había ocho escuelas o nueve de inglés y una de francés y conservábamos el patuá que era una mezcla de inglés, francés y partes idiomáticas de origen africano. Esa era la cultura que entraba por el Delta del Orinoco y se traía desde el mar por ese río hasta un puerto llamado Puerto de Tablas, que es San Félix antes de llegar definitivamente a El Callao, cuando en esa época se venía en carro de bueyes porque no había carreteras, había caminos, eran grandes carretones largos y gruesos con 15 o 20 bueyes para traer las cargas. A mí me tocó verlos porque mis abuelos eran dueños de una de las tantas contratistas que traían materiales para las compañías mineras.


Con la entrada de los negros a El Callao ya se traía la costumbre de la fiesta, porque realmente quienes entran aquí eran los recién liberados como esclavos, ellos como esclavos tenían como costumbre que después de terminada la faena cotidiana se juntaban en las noches a expresar todas sus inquietudes, lo que pasó en el día, las cuestiones positivas y las negativas. Se juntaban los negros en un tipo de rueda y allí hacían un tipo de música que da origen al calipso, los viejos de acá de El Callao trajeron ese tipo de cantos, esa música, esos bailes, ellos los traen una vez que llegan aquí a Venezuela, eran las antiguas costumbres de los esclavos y se encuentran que tienen la libertad de poder cantar y bailar a la hora que ellos quisieran, pero todavía dentro de ciertos límites y posteriormente ellos comienzan a utilizar esos cantos y esos bailes en la época de carnaval para ellos emular a los amos y hacer letra y música que les permitiera criticar y protestar contra las leyes y los propios amos y de allí viene esa fusión del canto de calipso con el baile del carnaval, el calipso es una expresión africana que se ha castellanizado un poco y comienza a practicarse en El Callao alrededor del año 1880, practicándose muy bien hasta los tiempos de 1940 que es el momento en que se detiene por completo la explotación del oro por la entrada cercana de la industria petrolera y la gente de El Callao tiene que emigrar en un ochenta por ciento, la mayoría de la gente se fue y nos quedamos otros reacios a irnos, yo me quedé y transcurrieron cinco o seis años en que ya no hubo más calipso, porque realmente quienes lo fomentaron ya no estaban aquí, pero logramos revivirlo con el cuatro, la guitarra española, el triángulo, un tambor llamado bumbac que es un tambor de cualquier cosa, de cualquier cilindro que se consiga de madera contraenchapada, como las cajas donde venían los clavos, las cajas donde venían los sombreros, era un tambor de fabricación fácil y se agregaba algún otro elemento de percusión, eso nos alimentaba en la comparsa, pero principalmente el golpe de tambor que lleva el compás, así comenzamos a hacer esa primera comparsa de aproximadamente cien personas que cantaban en inglés todas las viejas canciones y podía escucharse muy lejos, así revivimos el calipso, tratamos de inducir su recuperación por sentimiento para seguir alegrándonos cuando las minas estaban cerradas y ya la mayoría de la gente se había ido y nosotros no le dimos tregua al gobierno, a través de cantos, de bailes, de cartas y eso afortunadamente ayudó a El Callao a que se restableciera.

Nosotros teníamos la obligación de tener un calipso nuevo para cada época de carnaval y ese calipso se arreglaba de acuerdo a lo que se estaba viviendo en ese momento, yo creo haber compuesto más de veinticinco calipsos en esas circunstancias, muchos se me han perdido. Recuerdo que en esa época de dificultades hubo la caída del dólar que subió de 3.30 a 4.30 en comparación al bolívar y nosotros nos quejamos mucho con ese dólar y de allí viene uno de los primeros calipsos que yo canté, letra y música mía, The dollar gone up, the bolívar down. La traducción de eso es que el dólar subió, el bolívar bajó, pero ahora importa un bledo mientras tengamos el carnaval. La otra parte dice que el dólar hace al hombre pecar hace al hombre robar y hasta un final de cuentas lo convierte en asesino. Esas fueron las interpretaciones que se daban en el momento en que el dólar sube en la época del gobierno de Rómulo Betancourt cuando subieron también los impuestos y en el calipso se dice: Mi amor no me acaricies tanto, que hasta los impuestos subieron y nos van a cobrar. The dollar gone up The bolívar down Callao care a dam while we have Carnival in town… El calipso lo hizo el pueblo así, lo hizo arte de protesta.

Kenton St. Bernard fallece un 9 de octubre del 2009 a los 75 años de edad y es sepultado en El Callao.

Kenton St. Bernard en El Callao. 2006
Credito: Rafael Salvatore




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Benito Irady

Escritor y estudioso de las tradiciones populares. Actualmente representa a Venezuela ante la Convención de la UNESCO para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial y preside la Fundación Centro de la Diversidad Cultural con sede en Caracas.

 irady.j@gmail.com

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