Una visión sobre la miseria humana

Aproximación a los personajes siniestros de la literatura universal

Existen seres que pertenecen a una clase bastarda compuesta por gentes groseras que llegan a su objetivo elevándose sobre la miserias de ellos mismos; sea porque carecen de luz propia, sea por falta de honor, sea por falta de valores, o sea porque son así. Estos personajes son capaces hasta de enterrar a los que antes le profesaban fidelidad. Abundan tanto en la literatura universal como en los guiones de un teatro o de cualquier obra que exprese las pasiones humanas. Así, Cervantes crea al Bachiller Sansó Carrasco (1615), y con él, da vida a la ambigüedad de un ser que aparece para intentar destruir el honor de "Don Quijote". Fiódor Dostoievski en Crimen y Castigo (1866), da vida Arcadio Ivanovich, personaje que refleja una profunda maldad y pervertimiento moral. Leon Tolstoí, "Guerra y Paz" (1869), recreaba en él Capitán Ramballe, personaje quien embriagado, se refería a las mujeres como un objeto para llegar a lo que él creía su grandeza. Víctor Hugo "Los Miserables" (1862), nos presenta a Thénardier, un ex-sargento de Waterloo quien cobardemente desertó de las filas francesas para presentarse luego como un gran héroe de guerra y buscar a costa de su maldad ser reconocido en la sociedad y finalmente Alexander Dumas, "El Conde de Montecristo" (1844), escribe sobre Danglars, un personaje oscuro, deshonesto, que deseaba ser rico y poderoso, lo cual consigue pisoteando el honor de las personas. En todas estas obras los autores describen algo que es común: la "mediocridad humana". Estos seres siempre gravitarán en nuestro alrededor tratando de oscurecer con su sombra de maldad. No en vano, el abate Faria ante la desesperación de Edmundo Dantés de conseguir respuesta a su desgracia de encontrarse preso por la calumnia de los hombres, le decía: - Cada individuo, desde el grado más ínfimo al más alto de la escala social, agrupa a su alrededor un pequeño mundo de intereses que tienen su torbellinos y sus átomos prestos a destruir y a enajenar.

Si tratáramos de describir los rasgos de este tipo de personajes veríamos que son de naturaleza enana, que si por casualidad se les coloca bajo fuego llegan hacerse monstruosas. En el fondo son de un ¡bruto! Y superficialmente actúan como bribones. Retroceden continuamente hacia las tinieblas y retrogradan más que adelantan en la vida. Escupen, no hablan. Utilizan su pobre inteligencia para aumentar su maldad. Víctor Hugo (1862), decía que a estos seres "no hay más que mirarlos para desconfiar de ellos porque se les ve tenebrosos por sus dos lados, son inquietos por detrás y amenazadores por delante. Hay en ellos algo de lo desconocido puesto que no se puede responder de lo que han hecho y tampoco de lo que harán. La sombra que tienen en la mirada los delata. Con oírlos pronunciar, o mejor, escupir una palabra o con verlos hacer un gesto se les ve sombríos secretos en su pasado y sombríos misterios en su porvenir".

Son hombres mentalmente inferiores a la raza humana, a su tiempo y a sus miserias. Ni la filosofía, ni las estadísticas, ni la antropología, ni la psicología, ni la ética, ni la moral han podido definirlo. José Ingenieros (1983) los definió como "El hombre mediocre". Y ¿Qué es un mediocre? A ver, digámoslo con éste ejemplo: si pudiéramos medir los valores individuales de los hombres estos irían desde los más elevados a lo más bajos; pero muy por debajo de estos dos extremos, en el inframundo, en la cloaca social, en las alcantarillas de "los miserables"; se encuentra una masa de sujetos que abundan, que pululan en sus miserias y efervescen hasta lograr ascender sin más brillo que su hedor, sin inteligencia. Estos seres siempre se van a reproducir en silencio y en las tinieblas logrando pasar desapercibidos entre los hombres de bien. Este tipo de personas en un "mediocre".

Es pues, un ser sin personalidad. No es ni será nunca un modelo a seguir; al contrario, son sombras de las que se ha de escapar. Conviene advertir el peligro que hay en los que se dejan llevar por sus ideas mediocres repitiendo sus fabulas. El hombre mediocre es acomodaticio a todas las oportunidades de cambio, se adapta de manera dócil y astuta haciendo lo que mejor sabe hacer: "hablando de los demás". Unge con su intriga y envidia a los que a priori creen en él. Siempre será perezoso en sus concepciones intelectuales.

Este tipo de seres siempre perseguirán al lector de este ensayo; acá un relato del día a día: -Lo veía siempre detrás de quien para ese momento ostentaba la voluntad de poder; observé como lanzaba dardos venenosos sobre otros, como descarnisaba la honradez de los hombres. Tal como un bufón de la corte hacía reír con sus gestos; su mayor crédito era haber dañado a miles de trabajadores. Siempre en las reuniones escupía palabras antes de pensar; los ojos salientes le orbitaban de tanta maldad. Este ser enano, lampiño, de dedos cortos como el verdugo de la guillotina, de rostro grasiento, labios carnosos, tronco ancho y regordete; siempre estará presente; sin embargo, lo bueno de todo es que al final de cada novela los autores convienen en un final triste para ellos. "El Conde de Montecristo" nos decía: "Dios nos levanta contra los que actúan de mala fe y nos da la victoria sobre ellos". Solo dos palabras nos bastan "CONFIAR Y ESPERAR".

 

luisperico@gmail.com



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