Del país profundo: Manuel Rojas, "Rojita" en Guatire, un blanco esclavo y negro de San Pedro

Acabaría de cumplir 33 años Manuel Rojas González (“Rojita”), cuando asumió la histórica responsabilidad de participar en el más importante encuentro de culturas en homenaje al Presidente Constitucional de Venezuela Rómulo Gallegos en el Nuevo Circo de Caracas. La famosa plaza de toros estaba repleta de espectadores esa noche del 17 de febrero de 1948. Unas 5.OOO personas reinauguraban el majestuoso lugar con aplausos dedicados enteramente a una muestra de costumbres ancestrales muy poco conocidas en la gran capital.

Como un activo y desinteresado colaborador fue calificado el entusiasta funcionario de la Biblioteca Nacional, para ese entonces el sempiterno “Rojita”, quien en pocos viajes pudo solucionar sin demora todos los problemas surgidos para cumplir la urgente tarea de trasladar al Festival de Cantos y Danzas de Venezuela (La Fiesta de la Tradición) la llamada Comparsa o Parranda de San Pedro de Guatire, población de la que era oriundo, además de hacerse cargo de la confección de trajes y objetos que debían usar los participantes, entre quienes destacó a Justo “Pico” Tovar, comerciante de Guatire, músico y cantante, así como a la guatireña María J. Blanco, quien a pesar de sus 75 años no tuvo impedimento de edad para desempeñarse muy bien entre las 15 personas movilizadas a la capital de la República aquel mes de febrero.

“Por su rica originalidad y movimiento la presentación de esta criollísima fiesta de origen esclavo, constituyó un éxito”, escribiría Juan Pablo Sojo sobre el San Pedro de Guatire, y quien tuvo a su cargo la selección de los diversos conjuntos que debían participar aquel año 1948 en el famoso encuentro y que fueron clasificados en tres regiones geográficas: Estados Orientales, Estados Occidentales y Centro, Capital de la República y alrededores , de tal manera que en el guión preparado por Abel Vallmitjana, antes de la actuación del San Pedro se indicaba que primero deberían aparecer Los Giros, Carite, Chiriguare, Guarandol, Sebucán y Chimbangueles , posteriormente los Diablos Danzantes de Yare que desde la puerta “A” del Nuevo Circo fueron anunciados con tambores redoblantes del Ejército, y en turno posterior los Tambores de Barlovento, donde destacó El Mina, tambores redondos y tambores de Caraballeda, hasta una tercera parte en la que se apagan las luces del Nuevo Circo y se ilumina con focos de luz blanca solo la puerta “A”, para apreciar de manera más imponente la presentación de Manuel Rojas González, cuando aparecen nuestros Sanpedreños estrenando levita y pumpá al lado de los tucusos trajeados también con ropa nueva en amarillo y rojo y protegidos en el doble papel de la negra María Ignacia con su camisón recién hecho y su muñequita Rosa Ignacia entre aquellos semejantes brazos de esclava. Los siete micrófonos ubicados estratégicamente en el centro de la pista permitieron escuchar el canto: Con la cotiza dale al terrón/Vuélvelo polvo sin compasión/ y detrás, sin parar, chocaron con fuerza las 10.000 manos de los aplausos que se tocaban alegres esa noche en la que se iluminó de nuevo el centro de la pista bajo la cual actuaron durante diez minutos los celebrantes del San Pedro. Seguirían después sin entreactos de ningún tipo para cerrar la fiesta El Tamunangue, la Danza Wayúu (mal llamada chichamaya goajira) y el Joropo Llanero, antes de escucharse el himno nacional con los jinetes a caballo en pleno centro del Nuevo Circo y con todas las luces encendidas.

Rómulo Gallegos Freire, el afamado escritor que había obtenido más del 80% de la totalidad de los votos para asumir el mando ese año 1948 como Presidente Constitucional de Venezuela, seguramente nunca imaginó aquella noche de pueblo verdadero, que tendría que separarse del poder y de su propio país en muy escasos meses . Estaba muy cerca el golpe de estado que lideró Carlos Delgado Chalbaud. Gallegos se llevaría entre sus recuerdos toda la riqueza de la cultura venezolana más profunda que se pudo apreciar aquel 17 de febrero y que en un soplo de 10 minutos predestinados calzarían en su memoria con las invocaciones que hacían al San Pedro los que decidieron ser libres después de tanta sangre derramada sobre las manchas de la esclavitud. Era nuestra gente de tantos sacrificios que en un ceremonial de cada 29 de junio encajaría pasado y presente como una historia cantada y común.

También se llevaría consigo Don Rómulo Gallegos una parte del eco final de las palabras que pronunció el principal organizador del encuentro, Juan Liscano, en el acto de presentación : “Esta fiesta es como si Venezuela se hubiese dado cita hoy para estrechar los antiguos vínculos fraternales, para decirse que de vez en cuando es menester reunir a toda la familia dispersa para celebrar una fiesta íntima y recordar a los antepasados: a los que vinieron en barcos negreros para sembrar los calientes valles, a los que habitaban en el territorio y usaban un grito de guerra de extremado orgullo, emplumado y rojo gavilán de presa; a los que, en fin, guiados por remotas constelaciones y una estrella interior, arribaron un buen día por los largos caminos del mar, a estas tierras desconocidas y hostiles, donde fundaron junto con los otros una familia, un pueblo que hoy, de una manera nunca sentida antes, se congrega sencillamente para bailar y cantar con una misma voz y un mismo cuerpo innumerable.”

Palabras más, palabras menos, Manuel Rojas,“Rojita” debió escuchar las reflexiones de Liscano, quizás estrecharía la mano del propio Presidente y se llenaría de asombro al conocer la calidad de distintas manifestaciones semejantes a las suyas, (las provenientes de otras regiones del país). Satisfecho estaría en mayor grado, al compartir con el director musical del espectáculo Francisco Carreño y con el afamado locutor Francisco José Cróquer, (Pancho Pepe Cróquer) sabiendo que estaban allí prestigiosos intelectuales de América como Fernando Ortíz, Juan Marinello y Germán Arciniegas, para citar algunos. Total que el éxito de aquella celebración obligó a reprogramar noche tras noche hasta el día 21 de febrero el Festival del Nuevo Circo colmado de público, lo que hizo feliz a “Rojita” con su San Pedro de Guatire y sus coticeros tan aplaudidos por lo extraordinario del baile en ágil desafío y así toda su gente alegre de Miranda que permaneció en Caracas cinco días más.

Entramos al siglo veintiuno, y hace poco tiempo se iban a celebrar 60 años de este acontecimiento, cuando atizamos la memoria de “Rojita” para volver al tema del Nuevo Circo (primero nos encontramos en Los Teques, después en su Guatire natal) y fuimos descubriendo otras cualidades artísticas de este hijo de Trino Rojas y de Eladia González nacido un 26 de mayo de 1915 en el famoso valle de la Santa Cruz de Pacairigua, donde se hizo practicante de acrobacias y promotor de acontecimientos circenses, actor de teatro y de cine, improvisador de cantos, poeta y lector magnífico que decide irse a Caracas por largo tiempo para ver cumplidos sus sueños. Ya había atravesado los 90 años “Rojita” cuando nos vimos y conversamos de la magnífica experiencia, que para él sería un capítulo más en esa vida llena de aromas de la cultura, porque desde niño una de sus principales atracciones fue la magia de la Parranda de San Pedro, el rito iniciático que lo llevaría a participar por más de 80 años cada 29 de junio en la celebración. Hay promeseros y hay anexados, nos diría para explicarnos mejor su capacidad de metamorfosearse en Sanpedreño cada vez que asumía su papel trajeado de levita y pumpá entre estallidos de cohetes, copla y música y con el rostro tiznado del hollín de los calderos que mezclaba con manteca de cerdo para simbolizar aún más el color del hombre africano.

Yo fui el primer blanco que entró a la parranda de los negros, nos repetía con orgullo, fue lo único que le pidió a San Pedro, porque en el entorno familiar le tenían prohibido acercarse a ese tipo de pueblo sobre el que persistía el calificativo de negros y borrachos, pero era tan fuerte el deseo de “Rojita” en participar de estas celebraciones , que cuando le impedían tiznarse pasaba horas enteras bajo el inclemente sol guatireño para tratar de teñir su rostro, y por supuesto, esa actitud rebelde lo conducía siempre al castigo de los padres, al látigo severo.

Anteriormente, durante el día principal del baile los sanpedreños no usaban levitas, y nos asegura además que los trajes para el desfile se fabricaban con chaquetas en desuso y ropas viejas. Entendemos entonces en su risa pícara el otro secreto que ocultaba el suceso histórico del Nuevo Circo, porque fue esa la ocasión inicial en la que aquellos parranderos tendrían el privilegio de estrenar juntos levita y pumpá, el vestuario escogido para ese gran acontecimiento del año 48, donde “Rojita” con los hilos en las manos y el apoyo seguro de Fifa de Liscano y de María Luisa Zuloaga de Tovar, se adueñaría de las formas retratadas de las telas y de los costureros y la sastrería necesaria para que lucieran sus mejores galas los parranderos negros de Guatire, quienes por primera vez saldrían a festejar vestidos todos de levita, quedando atrás las ropas viejas para siempre.

Manuel Rojas González “Rojita”, fallecía a los 95 años en el mes de la celebración de San Pedro, un 17 de junio del 2010 y es sepultado en los mismos parajes donde hubo una antigua Ermita y un capitán encomendero se declaraba sucesor de caciques e indios con sus tierras, montes y aguas, obteniendo título de posesión sobre el inmenso valle que cambió de manos una y otra vez, hasta el nacimiento definitivo del poblado como parroquia en aquellas tierras altas y rojas de Pacairigua, donde “Rojita” se echó a bailar toda la vida con los negros parranderos de los cañaverales y su San Pedro Apóstol.

Manuel Rojas González (Rojita). 2006
Credito: Rafael Salvatore




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Benito Irady

Escritor y estudioso de las tradiciones populares. Actualmente representa a Venezuela ante la Convención de la UNESCO para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial y preside la Fundación Centro de la Diversidad Cultural con sede en Caracas.

 irady.j@gmail.com

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