Con asombro veo como el Presidente del Tribunal Disciplinario del PSUV, el señor Diosdado Cabello, actúa contra un diputado de la Asamblea Nacional y decide expulsarlo del partido, con el consentimiento de los demás “lideres” sin que nadie repare en analizar las consecuencias de este acto.
Primero que todo está una investigación en curso contra su hermano el señor José David Cabello Rondón. Esto ya de por si sería lo que se llama un conflicto de intereses evidente. Lo ético sería abstenerse y dejar que el acusado en cuestión se defienda de las imputaciones hechas en su contra ya que para eso están las leyes.
Un partido el cual por cierto empezó al revés y arrancó con un tribunal disciplinario, sin ni siquiera haber designado los dirigentes idóneos y por las bases, es algo que deja mucho que desear. Una casi “Congregación para la doctrina de la fe” (en otras palabras un Tribunal de la Inquisición) no puede ser lo primero que se haga al conformar un partido. Esto me temo es lo que ha conducido a este error que se ha cometido y que sienta un precedente terrible para revolucionarios de corazón, los cuales a penas son aspirantes y desean contribuir con este bello proceso de cambio. Si ya se está expulsando a alguien que entiendo está apenas aspirando a militante y el “pecado” es denunciar como asambleísta una presunta compra con sobreprecio. ¿Que quedará para los aspirantes que quieran denunciar cualquier presunto acto punible dentro del seno de su propio partido?
Los hechos de corrupción hay que denunciarlos como dijo el presidente Chávez: “Caiga quien caiga”. No nos podemos dar el lujo de atacar al denunciante sin antes investigar el por qué de dicha denuncia. No puede haber una denuncia sobre otra denuncia ya que esto conduce a tapar o encubrir al indiciado y dejar la duda sobre el denunciante.
Los miembros dirigentes del PSUV tienen sobre sus hombros la gran tarea de conformar un partido que esté en total sintonía con lo que quiere el pueblo. Y en estos momentos estoy seguro que el pueblo lo que quiere es el saneamiento de las instituciones de manera que no quede lugar a dudas sobre la voluntad de revisión, rectificación y reimpulso que estos mismos dirigentes pregonan a voz en cuello.
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