Un nuevo monumento a la corrupción

Mérida ha inaugurado este año otro colosal monumento a la corrupción de su gobierno: el Centro Comercial Yuan Lin.

Su construcción comenzó en mayo del año 2005, con la excavación apresurada de una enorme fosa, en una esquina de la avenida Las Américas. La locura desbocada de quienes iniciaron esta aventura corruptora rápidamente puso en peligro a los residentes de un conjunto residencial. El estacionamiento de estos edificios empezó a ceder a la fosa sobre la que hoy reposa el Yuan Lin, pues los excavadores no habían tomado, en su apuro comercial, la previsión de construir paredes de contención.

Al prestar la debida atención a este extraño corte en la tierra, y al proyecto de construcción, se hizo del conocimiento público que los empresarios no tenían los permisos legales requeridos. Se conoció, por las declaraciones de las autoridades municipales, que nadie los había otorgado. Hubo protestas frente a la fosa.
El hoy presidente del Consejo Legislativo Regional, Rubén Ávila, fue uno de los que declaró a la prensa que la obra era ilegal, y que sería detenida.

Al cabo de unas cuantas semanas el tono de las autoridades se fue reblandeciendo, mientras que los empresarios construían el muro de contención. La obra se consumaría previo pago de multas. El alcalde y sus cómplices dieron de esta manera una lección política muy elemental al pueblo: en Mérida la Ley tiene precio, y la corrupción se puede consumar a plena luz pública, con absoluta impunidad.

Hoy el insulto está consagrado en concreto armado.

Recordar es resistir. El terreno sobre el cual fue edificado este monstruo comercial perteneció a la alcaldía, hasta que un alcalde copeyano, Simón Valdez, lo vendió, como buen ladrón privatizador.
El alcalde Carlos León Mora, elegido bajo la promesa del cambio revolucionario, no sólo ha resultado incapaz de recuperar lo que la derecha enajenó al pueblo, sino que ha llevado hasta las últimas consecuencias la política entreguista y antipopular de sus predecesores.

El Conjunto Residencial El Rodeo, y el supermercado Garzón, también se han construido pisoteando leyes y derechos ciudadanos. En estos dos casos, al igual que el Centro Comercial Yuan Lin, los propietarios de las empresas son voraces capitalistas extranjeros.

No hay socialismo entreguista. La peor derrota que puede sufrir una revolución es la carraplana moral de sus símbolos y sus discursos, la prostitución de sus ideales, y la sumisión frente a sus enemigos de clase. La convivencia con el enemigo disfrazado es la antesala de la conversión. De nosotros dependerá el significado que adquieran estos monumentos a la corrupción: simbolizarán los estertores de la vieja sociedad, o la consolidación de una nueva élite, una clase política heredera del puntofijismo.

timoteocuica@yahoo.com



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Simón Rodríguez Porras

Músico y militante del Partido Socialismo y Libertad.

 @guitarraylapiz

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