Orologio tartaruga; del egoismo y el beneficio

—Mirá Orologio, si vos llegás a necesitar de la ayuda de alguien, no te molestes en recordarle el apoyo que le diste en el pasado o de la amistad que los une. Olvidate de eso.

Ve que lo pasado pasado está, lo pasado se ignora o se olvida.

Vos lo que tenés que hacer es mostrarle cuánto se va a beneficiar si te echa una mano, cuanto le puede quedar si te arrima algo pa’l boche. Hacé hincapié en esto, porque la gente calcula cuánto se va a ganar y se entusiasma con eso.

Tenés que recurrir al egoísmo de la gente, porque la gente, y si son políticos más, solo piensa cuánto puede ganarse si te echa una ayuda, esa es la pura verdad. Olvidate del desinterés y esas monsergas, como eso no trae beneficio nadie le para. La gente lo que quiere saber es «cuánto hay pa’ eso», más nada.

Haceme caso Orologio, y nunca te olvidés de este consejo que te doy.

Así le decía la mama a Tartaruga.

Castruccio Capisce

A principios de este siglo, Castruccio Capisce, era solo un soldado raso, y llegó a ser el Alcalde de la capital de la nación. Llegó a ese cargo porque uno de los enchufaos más poderoso del partido lo apoyó para que agarrara ese puesto.

Tal apoyo lo obtuvo mediante traiciones y dicen que hasta con puñaladas traperas, pero estos son solo rumores, son rumores, son rumores. Eso sí, una vez que Castracani estuvo en el poder, el enchufao sintió que su protegido lo había olvidado. Vainas de la vida, dicen.

La ambición de Capisce era más grande que la gratitud, y esa fue su perdición. Pasados unos años, mientras Castruccio luchaba por llegar a Ministro, el enchufao conspiró con otros más para librarse de este ambicioso pata en el suelo.

Tras provocar una insurrección, los conspiradores atacaron a Capisce llamándolo traidor a la patria y pedófilo, esto se ha puesto muy de moda últimamente. En la encerrona que le hicieron echaron pa’ fuera a todos aquellos que Castruccio había puesto en la alcaldía y en otros puestos claves.

De inmediato se oyeron los rumores que los seguidores de Castruccio querían cobrar sus honorarios y los beneficios que les correspondía. Pero que va. Cuando el enfrentamiento alcanzó su punto máximo, los enchufaos intervinieron y lograron que el partido expulsara a todos estos realengos, por no seguir el legado, argumentaron.

El enchufao, muy orondo, les dijo a todos que a él solo le gustaba el diálogo, y si se hacía en el extranjero con todos los gastos pagos, mucho mejor. Además, que él era un hombre amante de la paz y no participaba en ninguna componenda.

Con su cara más lavaba que las manos de Pilato, insistió en interceder en nombre del partido y la nación, para persuadir a Castruccio a que escuchara las quejas y satisficiera las mismas. Todos accedieron.

Castruccio, por supuesto, también accedió a reunirse con quien le había ayudado cuando estaba más limpio que talón de ahogao. Las disputadas y los insultos cesaron gracias a la intervención del enchufao, todo estaba sereno y en paz.

Capisce le agradeció al enchufao que hubiese sofocado todo aquel bululú. Le explicó que no entendía qué había pasado y por qué tanto alboroto. Le pidió que hicieran las paces por el bien del partido y de la vieja amistad que tenían entre ellos. Que todo eso se debía a los ímpetus y ansias de unos pocos que querían el poder, pero que carecían de experiencia y paciencia.

Castruccio recordó que el enchufao había sido muy bueno con él, cuando él había estado en las malas allá en el cuartel. La generosidad con que él lo había tratado era muy grande, y le pidió que lo perdonara si había cometido alguna imprudencia. Esto es lo más justo, agregó; y que él siempre lo había apoyado.

El enchufao escuchó pacientemente. No se le veía ni furioso ni resentido. Aseguró a Capsice que se haría justicia y que no se preocupara por nada. Que todo iba a salir bien. Le pidió que llevara a toda su familia este fin de semana a su casa, que había un sancocho. Y que ahí hablarían de los reclamos y llegarían a un acuerdo mientras raspaban la olla. Cuando se despidieron, el enchufao dijo que le agradecía a Dios y al eterno la oportunidad que le había brindado para demostrar su bondad.

El fin de semana toda la familia de Capisce se presentó en la casa del enchufao, comieron, bebieron y bailaron de lo lindo. Pero por cosas de la vida no se les volvió a ver nunca más. Muchos dicen que se fueron de viaje al extranjero, otro que se fueron pa’l otro barrio. La verdad es que no se sabe que pasó.

Castruccio Capisce encarnaba a todos los malagradecidos, que no creen ni en la justicia ni en la nobleza. Es cierto, que de la boca pa’ fuera apelaba a la justicia y a la gratitud, pero en general resultaban falsas esas palabras, sobre todo cuando se lidiaba con Castruccio.

El enchufao sabía que Capisce había ascendido al poder gracias a la traición y a ser inescrupuloso. Un hombre como Castruccio solo conocía sus propios intereses. Por eso cuando comenzó la revuelta, y no de José. El enchufao apostó por una sola alternativa. No se refirió al pasado ni a deudas pendientes como hizo Castruccio, porque pensó que ningún hombre está obligado a la gratitud; ésta es más bien una carga que busca quitar de encima.

Deshacerse de Castruccio fue la mejor opción, sin posibilidad alguna ni deuda de gratitud.

Orologio Tartaruga

Poco antes de que estallara la guerra, la ciudad se encontraba al borde de un alzamiento militar. Las partes involucradas enviaron sus emisarios y embajadores ante el partido, en un intento de ganar tiempo y adeptos para sus causas. Era mucho lo que se ponía en juego en esa gestión, dado que quien que tuviera al partido de su parte aseguraba la victoria.

Reunidos en un conclave ambos bandos debían exponer sus argumentos ante los dirigentes del partido.

El primero en hablar fue Orologio Tartaruga.

Éste comenzó admitiendo que ellos nunca habían apoyado al partido y que ni les interesaba; por el contrario, se habían aliado con los opositores y enemigos de éste. Entre ellos y el partido no había ningún lazos de amistad ni de gratitud, así de claro se los dijo.

Tartaruga, acordándose de su mama y aclarándose la gargante, les dijo:

—De hecho, solicitamos la ayuda del partido porque queremos proteger nuestros bienes, que no son pocos como ustedes bien saben. Lo único que tenemos para ofrecerle al partido y particularmente a ustedes que son los dirigentes, son unos cuantos dólares y unos cuantos euros que nos sobran, y algunas propiedades en el extranjero. Pues esta tiene que ser una alianza basada en intereses mutuos.

Los dirigentes del partido se revolvieron en sus asientos, mientras sacaban cuentas mentalmente de cuánto le quedarían a cada uno.

Tartaruga prosiguió:

—Ustedes bien saben, que tenemos una marusa de plata que supera el presupuesto nacional de varios países. Una alianza entre ambos, entre el partido y nosotros, vaya el burro por delante, crearía una fuerza formidable capaz de intimidar al más pintao. Esto es lo que tenemos que ofrecerles.

Tartaruga los miró de reojo y fue a sentarse en su asiento.

El representante del otro bando tomó la palabra. Pronunció un discurso brillante y apasionado, que contrastaba con el de Tartaruga que fue parco y directo. El discurso de este representante hizo referencia a la larga amistad que ha existido entre ellos y el partido, y a lo que habían hecho juntos en el pasado.

Preguntó qué dirían los demás si el partido llegaba a un acuerdo con quienes antes habían sido sus enemigos, en lugar de aliarse con sus amigos de siempre. Con quienes habían sido leales a los intereses del partido. Hizo referencia al legado del eterno y a la necesidad de devolver los favores que antes habían recibido. Cerró su discurso enumerando la cantidad de servicios que habían prestado a la patria, al pueblo y al partido. Enfatizó la importancia de la gratitud y amistad entre los amigos. Incluso entonó unas frases del himno del partido.

Después de este discurso, los dirigentes del partido se reunieron a deliberar a puerta cerrada. Una abrumadora mayoría votó por la alianza con la gente que representaba Orologio Tartaruga.

La historia recuerda que la nobleza de los políticos es una ficción, porque en realidad lo que predomina es la cruda realidad de «cuánto hay pa’ eso». Para los políticos, toda esa retórica emocional de la amistad y la fraternidad está sometida al argumento pragmático del billete y del incremento del poder. Más nada.

Cuando el manclenque que representaba al bando contrario empezó con aquello de que la generosidad y la amistad, lo que hizo fue arrechar a los dirigentes del partido. Pues quería que éstos sacaran de su bolsillo dinero para ayudarlos a ellos, y eso que va. Además, les exigía que le retribuyeran los favores recibidos. Y eso es bien difícil.

A los políticos no les importa ni los favores del pasado ni los sentimientos de amistad. Porque el partido maneja se maneja a través de la fuerza y a cualquier aliado que sea débil lo obliga a someterse, para que no sea pendejo.

Cuando hay que elegir entre la amistad y los dólares, los políticos saben muy bien cuál es la elección. El oportunismo por delante, esa es su divisa.

Por eso la mama de Orologio, le decía:

—Mirá Orologio, aprendé, entre un discurso sobre la amistad y el dinero, éste último sale ganando por más de tres cuerpos de ventaja. El político solo piensa en cuánto se puede meter en sus bolsillos. La mayoría de la gente solo piensa en sus propios intereses, en su beneficioso. No te olvidés de eso.

Por eso Orologio, le habló claro y raspao a los bicharrangos del partido, les ofreció lo que querían: dinero. Les habló con el dinero por delante.

Porque por la plata baila el perro, y si es político más.



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Obed Delfín


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