Gobierno Venezolano: De la utopía socialista a la indolencia programada

Este 08 de Junio de 2017 hemos presenciado una vez más la muerte de un niño Venezolano que soñaba desde su propia perspectiva con una vida más enriquecedora, menos traumática, con más oportunidades. En diciembre de 1998, irrumpió en el escenario político venezolano un proceso que decantó en el nacimiento de un discurso y banderas que lo identificaban con los sueños atravesados de miles de personas, cuya premisa de pensamiento es la consideración de que el socialismo puede ser el camino para lograr una vida que cubra la mayoría de las perspectivas, expectativas y necesidades de los habitantes, pensando en un marco auto sostenible desde el punto de vista de los recursos que por su propia naturaleza son limitados.

Nace un proceso y un gobierno que se supone enarbola las banderas de la justicia, la equidad, la sostenibilidad del medio ambiente y la apertura de las oportunidades para todos sin distingo de ningún tipo. Esos sueños y utopías fueron desarrollados en una carta magna que hoy en día tiene la mayor vigencia y legitimidad que jamás ninguna otra Constitución tuvo. Las bases de la creación para pasar de lo utópico a la realidad están ahí, es cuestión de entender que no es letra muerta y que debemos -con el quehacer diario- darle sentido.

Ese muchacho de 17 años protestaba por alguna razón, como los más de 40 que han muerto fatídicamente en estos dos meses. Mas allá de sus propias circunstancias y de las causas que lo llevaron a tomar la determinación de la protesta, está en esperar de un gobierno -que se supone debe ser la vanguardia de la lucha por la defensa de TODOS los ciudadanos que debe representar- una revisión, un sencillo análisis, un acto de reflexión y de constricción para no convertir a este muchacho en un objeto de la instrumentalización de su muerte. Es la muerte del muchacho la que nos debe doler y no de dónde vino y cómo llegó a formar parte de esta fatua estadística.

La indolencia es parte de ese proceso de descomposición del Gobierno Venezolano, viene programándose en espacios de radio, televisión y redes sociales de carácter oficial, logrando que la cotidianidad nos encuentre con advertir sin más –y en horario apto para todo público-, el pecho de un niño ensangrentado, el hombre quemado o a la Policía Nacional Bolivariana robando a los ciudadanos que se supone debe cuidar y defender. Desde mi perspectiva ese no es el legado de Hugo Chávez, no es la razón por la que en alguna oportunidad el pueblo Venezolano le dio su confianza.

Dieciocho procesos electorales, representaron lo que en alguna oportunidad me permitió argumentar que éste -aunque imperfecto- era el “gobierno de los más” parafraseando al filosofo griego Aristóteles; que incluso permitía de alguna manera la libertad y la representación de las llamadas minorías. Estos procesos eran el sello de la defensa de esta Revolución, sin medias tintas, sin temores, Chávez enfrentó -en desigualdad de condiciones en algunas oportunidades- (diecisiete en total) esa fortuna y salió fortalecido, en condiciones de ser un gobernante legitimado por lo que la Constitución establece debe ser el PODER ORIGINARIO.

La pretensión de hacer una constituyente para soslayar la incapacidad de establecer un dialogo debe –mínimo- ser consensuada desde el punto de vista de las reglas que llevan a ese escenario. Existen en Venezuela diferentes procesos constituyentes, pero ninguno como el que llevó adelante Chávez, un proceso previamente consultado, además discutido con la sociedad en ese momento histórico, y al mismo tiempo, refrendado aprobatoriamente a través de la opinión del pueblo soberano.

El gobierno debe rectificar su rumbo, es hora ya de someterse al escrutinio de ese mismo pueblo soberano, con los instrumentos, las experiencias precedentes y los mecanismos que establece la Constitución, fomentando una verdadera democracia participativa sin estratagemas preestablecidas.

Si se está formando una nueva mayoría, el gobierno debe entenderlo y saber que en democracia a veces también es bueno perder. No llevemos a Venezuela a situaciones tan tristes, no dejemos que la cotidianidad se siga tiñendo de sangre, este no es el legado que Chávez pretendió para sus hijos.

fcolomine@gmail.com


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