Bajo el poder económico amañado

Cuesta reconocer como en Venezuela se enquistó una clase política y social, en la médula espinal de la vida toda del país. Un cúmulo de seres con privilegios y placeres carnales, dignos de los tiempos antes de Cristo. Consumista, de buen vestir y prodigiosos en el uso de marcas reconocidas. No es que esté mal cubrir la desnudez con hilos caros y bien entrelazados, duraderos y muy relucientes; el tema es ver como en los actuales tiempos este escenario se convierte en una bofetada al pueblo trabajador, consciente y luchador. Increíble pero cierto reconocer que esta clase, a la que nos referimos, financia partidos, movimientos políticos y hasta a los saboteadores de oficio, que finalmente perturban la paz de la nación. A cualquiera se le horroriza la piel si con sus propios ojos llegasen a ver la cantidad de dinero que se destina para ello. Proveniente de transacciones bancarias con superfluos de cajas amañadas y forjadas. 

A rabiar leemos en los periódicos de circulación nacional y sitios electrónicos innumerables documentos, notas de prensa y artículos de opinión, con decenas de líneas escritas que reflejan los detalles de los “guisos” en los cuales están metidos reconocidos grupos empresariales de país. Para los voceros del Gobierno Nacional todas éstas publicaciones son parte de un “complot” interno y externo que intenta menoscabar la Revolución Bolivariana. Mientras que para los integrantes de la oposición lo dicho por los medios de comunicación es tan cierto que negarlo es un sacrilegio. La verdad es que este grupo de empresarios, unos ya nacidos en tiempos no revolucionarios y otros bajo el tráfico de influencia de quienes en estos momentos ostentan el poder en Miraflores, con su dinero mantiene un sistema interno que se convirtió en una disputa interesante para sobrevivir frente a las tempestades y el discernir del pueblo. 

La magnitud del asunto es peor de lo que creemos al punto de convertirse en un monstruo casi tan parecido al dibujo animado Hulk, de la editorial estadounidense Marvel o al comics japonés Godzilla, de los estudios Toho; con la particularidad que estas caricaturas infantiles regalaron alegrías a muchos hogares. Esta realidad es la malformación de la sociedad en tiempos de crisis y del aprovechamiento indebido, de una cultura antiética que se metió hasta en los tuétanos de la vida pública nacional. Una disfuncionalidad heredada de los viejos sistemas políticos y las antiguas gestiones, y perfeccionada por caras nuevas. No cabe aquí una palabra de aliento y reflexión mientras todo pasa, como si fuéramos predicadores religiosos o terapeutas budistas. Tal vez el fusilamiento sería una vía acertada, pero tampoco estamos para inquisiciones ni mucho menos. Vayamos entonces al trabajo, a la lucha verdadera y aceptar que debemos cambiar o por el contrario tendríamos que ser desbastados como Sodoma y Gomorra. 

 

torresoswaldob@gmail.com



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