Camarada Alí Verenzuela.

Sin ánimos de entrar en una discusión interminable sobre las razones que tienes para calificarnos -como lo viene haciendo cotidianamente la derecha endógena enquistada dentro del proceso revolucionario venezolano, de reaccionarios o fascistas sólo porque nos atrevimos a solicitar se investigaran las credenciales de una de las postuladas al CNE- quiero, sin embargo, aclararte varias cosas.

No creo que tenga sentido que me respondas a mí o al compañero Carlos Granado. Nuestro delito, que tal parece ser, sigue siendo creer más en el compromiso ético que en la racionalidad política, porque sin ética no hay política. Decimos, y lo reafirmo ahora, que no puede un funcionario como tu amiga, la señora Orietta Caponi, presentar su cargo a tan importante función pública sin antes solicitar, con la misma diligencia, que se aclaren las dudas que existen en torno a su desempeño como Rectora de la UBV. Cuando nos referimos a un antes, durante y después de su ejercicio, no le estamos endilgando responsabilidad por los momentos en que no estuvo. Eso tú lo entiendes perfectamente. Quisimos, eso sí, destacar que esta pobre Universidad no ha tenido suerte. Si no que lo digan quienes allí laboran y estudian.

No es a Ana Teresa o a Carlos Granado a quienes tienes que convencer de la honestidad a toda prueba de la profesora Caponi. Háblale a los estudiantes de la UBV, a sus trabajadores (empleados, obreros y docentes) quienes siguen cargando con la confusión que les genera que el Poder Moral sea tan solícito para designar y mucho menos para investigar. Si existe, camarada Alí, un informe de la Contraloría General de la República, donde hacen un conjunto de observaciones a la gestión de la profesora Caponi. El mismo reposa en nuestra solicitud. No dudamos de la capacidad de la profesora Caponi “para ayudar a los demás” como tú dices. Precisamente ese es uno de los graves problemas que se están presentando con esta revolución bonita. Las muchas ganas de “ayudar” a familiares y amigos dejan que los sentimientos priven sobre la eficiencia, los debidos manejos, la responsabilidad administrativa. No importa que la “ayuda” venga en forma de adelantos indebidos, alquiler de apartamentos con dineros públicos o simplemente de chóferes de los hijos de estos funcionarios. Igual se peca de peculado.

¿Conoces tú, camarada Alí, los documentos que introdujimos como respaldo de nuestra denuncia? Obviamente no. Por menos de eso tú hubieras “prendido la pradera” en la Universidad Simón Bolívar en tus tiempos de empleado. Te invito a que los revises y que sin el apasionamiento del amigo me digas si los mismos constituyen o no pruebas de manejos no cónsonos con la función pública. Por menos que eso te oí denunciar la corrupción de la cuarta República. Se trata, camarada, de que seamos coherentes con esas ideas con las cuales fuimos formados los militantes de la vida… Es probable que esas enseñanzas se hayan quedado olvidadas por muchos cuando comenzaron a disfrutar de las mieles del poder que tanto cuestionaron. O de quienes, recibieron la “ayuda” de aquellos.

Coincido plenamente contigo en que no podemos juzgar a una persona sólo porque las empresas privadas de comunicación lo acusen. Resulta, camarada Alí, y eso lo sabes, que el expediente que consignamos y que te empeñas en descalificar sin conocer, no nos fue aportado por esas empresas tan dañinas para la vida de este país. A quienes debes hablarles, convencer; es decir, estudiantes, trabajadores y docentes de la UBV, nos aportaron documentos de cuya autenticidad, lamentablemente, no podemos dudar. Tú conoces muy bien como se manejan los archivos de las Universidades. Alguna vez hiciste uso de ellos a través de terceros.
En cuanto a que nos ocupemos “…de los graves problemas que existen en la universidad a la cual pertenecen, donde hay claros “indicios” de supuestos malos manejos…” te informo, para tu beneplácito que fuimos nosotros, los trabajadores universitarios, quienes precisamente destapamos la olla podrida de la UCV. Sabes, compañero Alí, que jamás hemos dejado de lado nuestra responsabilidad para denunciar el qué y el cómo de la Universidad. Debes recordar, porque alguna vez lo has leído, que Tomemos la Palabra, esa hojita autofinanciada que sacamos en nuestra casa de estudios, abunda en denuncias. Y por si fuera poco, te adelanto que la olla podrida está hoy a la espera de que los órganos competentes se decidan a abrir la investigación. Jamás hemos denunciado sin pruebas. Lamentablemente, esa “responsabilidad ética” que pones en duda y acerca de la cual te interrogas, nos obliga a denunciar no sólo el pasado, como quisieran muchos revolucionarios de hoy, sino el presente. Porque tenemos la férrea convicción de que debemos ser mucho más exigentes con los nuestros. No en balde las esperanzas de este pueblo están cifradas en el Presidente Chávez.
Quienes creemos en él y en este proceso tenemos la obligación de no ceder a chantajes o maniobras de descalificación por parte de quienes se dicen revolucionarios.
No tenemos, como dejas sentado, aspiraciones de sentarnos a la mesa del CNE o de la Asamblea Nacional. Si así fuera nos habríamos “batido” con cualquier sigla para optar, aunque fuera, a concejal por el Movimiento Tupamaro en alguna parroquia caraqueña. Te aseguro, camarada Alí, que nunca me ha quitado el sueño el ejercicio de cargos públicos. Sólo soy obediente a la Constitución. Y ella me exige protagonismo y participación.

Te recomiendo, finalmente, que te des una vuelta por la UBV y que escuches las voces de quienes fueron silenciados con acusaciones de fascistas o “grupúsculos”. A ellos tienes que convencer de que la profesora Orietta Caponi fue una digna representante de esta revolución. A ellos. No a Carlos Granado o Teresa Gómez.

¡¡Por diez millones de voluntades con ética y compromiso revolucionario!!

Ana Teresa Gómez. La Guara


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Ana Teresa Gómez


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