Luis Ugalde propone un Golpe Militar

Recuperar la "democracia" con un golpe militar.  Esa es la propuesta que acaba de hacer Luis Ugalde en un foro realizado ayer en Caracas (http://www.noticierodigital.com/2016/12/padre-luis-ugalde-sin-apoyo-militar-no-salimos-de-esta-dictadura-ni-recuperamos-la-democracia/).

El "pacífico" sacerdote jesuita, ex-rector de la UCAB, que tuviera una posición relevante en el golpe de estado contra el presidente Hugo Chávez el 11 de abril de 2002 (encabezó el célebre pacto en la quinta Esmeralda con Pedro Carmona y Carlos Ortega, días antes del golpe), y quien actualmente ejerce altos cargos directivos en la organización mundial de los jesuitas, recurre a una analogía con el año de 1958 para proponer un "gobierno de unidad nacional" encabezado por un personaje equivalente a Wolfgang Larrazábal.

Ugalde afirma que "sin apoyo militar" no puede (la derecha) "salir de esta dictadura", y que por tanto es necesario respaldar un levantamiento militar con participación incluso de sectores del "chavismo" para instalar ese gobierno de supuesta unidad nacional que llamaría a elecciones generales y regionales en el plazo de un año.

Al respecto consideramos que Ugalde hace una muy equivocada analogía con el año de 1958. Ese año fue en términos históricos un año revolucionario. El levantamiento popular del 21-22 de enero había incidido de manera decisiva para el derrocamiento del dictador Marcos Pérez Jiménez. La dictadura se había desmoronado vertiginosamente a partir del fracasado golpe militar del 1° de enero, levantamiento fallido que sin embargo aceleró tanto la descomposición del régimen Pérez Jimenista como la acción unitaria de sectores revolucionarios y democráticos que desde la clandestinidad actuaban a través de la Junta Patriótica. El 23 de enero, con la huida del dictador, se lograba finalmente derrotar la estrategia imperialista que en 1948 había derrocado al presidente democrático Rómulo Gallegos con una acción golpista inspirada en la guerra fría anticomunista que en la posguerra desató el imperialismo occidental para salirle al paso al descomunal avance revolucionario que se había suscitado gracias al triunfo soviético sobre la Alemania nazi y la simultánea toma del poder de otros gobiernos comunistas en Yugoslavia, Albania, Vietnam y China (esta última en 1949).

En 1958 la burguesía extranjera y criolla perdió durante meses el control de Venezuela. El Estado Burgués instalado en la dictadura fue barrido por el movimiento cívico-militar del 23 de enero. Los cuerpos policiales, como la Seguridad Nacional, fueron disueltos. Las fuerzas armadas se encontraban profundamente divididas, entre los partidarios de la dictadura, los partidarios de los partidos democrático-liberales (como Acción Democrática), y sectores militares revolucionarios y nacionalistas que tenían vínculos con el PCV y con la izquierda de AD (que luego formaría el MIR). El pueblo estaba movilizado en la calle, y armado, pues muchos cuarteles policiales fueron saqueados en las jornadas del 23 de enero y todas esas armas permanecían en manos de los colectivos revolucionarios en los barrios de Caracas.

En ese contexto pre-revolucionario, se produjeron hechos históricos que impidieron el avance de un proceso revolucionario y le facilitaron a la burguesía reconstruir sus instituciones y retomar el control del país. Uno de esos hechos fue el "avenimiento obrero-patronal" que estaba dirigido a desmovilizar a los trabajadores y evitar huelgas y otros conflictos laborales, esperando en "paz" la celebración de las elecciones previstas para fines de ese año (esa paz laboral fue suscrita incluso por el PCV y los sectores revolucionarios de AD, en un error histórico de grandes proporciones, que tuvo consecuencias por décadas). Otro hecho importante fue el compromiso alcanzado entre los partidos políticos para promover el desarme de las milicias populares que permanecían en los barrios caraqueños (nuevamente el PCV se prestó a esta táctica contrarrevolucionaria). El tercer error relevante fue restringir la estrategia revolucionaria a la participación en el proceso electoral, abandonando la lucha popular en las fábricas, barrios, zonas campesinas y centros educativos, y descartando incluso utilizar las fuerzas revolucionarias dentro de la institución militar para contribuir a definir escenarios favorables a la revolución. El cuarto hecho histórico estuvo representado en el Pacto de Punto Fijo, acuerdo político logrado entre los partidos AD, Copei y URD, con el objetivo de respaldar un nuevo gobierno que estableciera una alianza sólida con los Estados Unidos, y a la vez excluyera a los comunistas de cualquier posibilidad de participar en el poder.

El resultado es de todos conocidos. Rómulo Betancourt logró imponerse como candidato dentro de AD, derrotando a la vanguardia revolucionaria que al frente de ese partido había mantenido la lucha contra la dictadura, y logró finalmente triunfar en las elecciones nacionales, aprovechando el gran prestigio que tenía ese partido por su resistencia contra Pérez Jiménez (resistencia que por cierto no estaba representada ni por Rómulo ni por ninguno de sus más cercanos dirigentes, los cuales se habían ido al exilio por una década). Con el triunfo de AD, se comenzó a ejecutar el puntofijismo, alineándose de manera incondicional con el imperialismo yanqui, y comenzando una feroz represión contra los comunistas, contra la izquierda de AD (obligándolos a fundar el MIR) y contra las luchas populares en general.

El papel de Wolfgang Larrazábal en ese año 58 no pasó de representar un factor de "equilibrio" entre los militares abiertamente derechistas y pro-dictadura, y quienes respaldaban la instauración de una democracia (resaltando que en este último sector había también muchas divisiones y matices, desde militares cercanos al PCV y a doctrinas de izquierda, nacionalistas y revolucionarias, hasta militares influidos por la fiebre anticomunista de la guerra fría y que se ubicaban más por instaurar un régimen pseudodemocrático tutelado por USA).

Larrazábal, hay que recordarlo, fue el candidato presidencial respaldado por el Partido Comunista en las elecciones de diciembre de 1958. Cuando se conocen los resultados dando ganador a Betancourt, se producen conatos insurreccionales en Caracas pues el pueblo revolucionario se negaba a reconocer la derrota (en números Larrazábal ganó en Caracas, pero los votos de la provincia terminaron favoreciendo a Rómulo), pero nuevamente el PCV apacigua las cosas llamando a reconocer los resultados.

Lo que invoca Ugalde no es un Larrazábal II. Ugalde está invocando la figura del "gendarme necesario" que definiera hace 100 años Laureano Vallenilla Lanz. Un gobernante fuerte, proveniente de las filas revolucionarias, pero que se coloque abiertamente como traidor a esa revolución de la cual proviene. Un José Antonio Páez, o un Juan Vicente Gómez.

Esa es la figura que invoca Ugalde, un dictador proveniente de las filas del chavismo, preferiblemente militar, que establezca una alianza con los partidos y fuerzas proimperialistas, para derrocar al gobierno constitucional e instalar un "régimen de transición" que termine abriendo paso a un gobierno abiertamente pro-estadounidense.

Vallenilla Lanz, en su importante obra "Cesarismo Democrático" se lamenta del quiebre de la estructura de poder burgués ocurrida durante la independencia, debido al alzamiento de pardos y esclavos encabezado inicialmente por Boves y cuyas fuerzas se transfirieron luego de 1815 al bando patriota (escribimos sobre esto y se puede leer en: http://www.unica.edu.ve/revistaunica/articulos/a6n12_2005/Investigaciones/unica-2.htm). Y propone que la única forma de dominar la rebelión popular surgida de la independencia fue recurriendo a un dictador que proviniera de las fuerzas revolucionarias y que se ubicara como traidor de esa misma revolución. Glorifica el papel jugado por Páez, quien después de haber liderado el ejército popular bolivariano, traicionó al Libertador y se cuadró con el capital extranjero para gobernar por varias décadas. Igual papel jugado por Gómez, quien después de haber acompañado a Castro en su revolución nacionalista, se cuadró con el imperio y derrocó a su compadre en diciembre de 1908.

Esa es la receta que pregona Ugalde, la misma del 11 de abril de 2002, pero tratando de corregir los errores cometidos por el imperio en esa oportunidad. En vez de jugársela con un empresario como Carmona Estanga, Ugalde reconoce que sólo pueden gobernar una "transición" recurriendo a un traidor que provenga del mismo chavismo.

Si consideramos el papel jugado por Ugalde en 2002, cuando apadrinó el Pacto de la Esmeralda, con Ortega y Carmona, para derrocar a Chávez, es bastante preocupante que este personajillo vuelva a aparecer en público en medio de esta profunda crisis política que atraviesa Venezuela, para solicitar apoyo político para un alzamiento militar que termine de acabar con la revolución bolivariana y abra paso a que el capital multinacional termine de recuperar completamente su poder en el país.

Nuestras posiciones críticas y de deslinde con el gobierno de Maduro-Cabello no nos llevarán jamás a coincidir con el golpismo proimperialista de las fuerzas políticas y sociales pitiyankis que suspiran por regresar al viejo bipartidismo adeco-copeyano, o incluso regresar más atrás aún a las dictaduras proimperiales de Gómez y Pérez Jiménez.

Lo que está planteado en Venezuela y que asumimos desde Mares Socialista junto a otras organizaciones es la construcción de una Nueva Referencia Revolucionaria, que invocando el pleno respeto a la Constitución Bolivariana de 1999, se propongo retomar el legado de Chávez, el Plan de la Patria, el Estado Comunal, el modelo económico socialista, y la plena vigencia del poder popular enfrentado a las fuerzas del capital que hoy se reorganizan en Venezuela tratando de destruir la esperanza mundial que posicionó Chávez.

Maracaibo, Tierra del Sol Amada. 13 de diciembre de 2016.



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Roberto López Sánchez

Roberto López Sánchez (Caracas, 1958). Profesor Titular de la Universidad del Zulia (LUZ) con ingreso en 1994. Licenciado en Educación (LUZ, 1994). Magister en Historia (LUZ, 2005) y Doctor en Ciencias Políticas (LUZ, 2013). Actualmente dicta 6 materias en la Licenciatura de Antropología en LUZ: Historia de América; Historia de Venezuela; Intercambios Económicos; Poder y Movimientos Sociales; Culturas Afroamericanas; y Modo de Vida e Identidad Nacional. Ha dictado seminarios a nivel doctoral y nivel maestría en universidades venezolanas; y seminarios de Historia de Venezuela en universidades de Chile y España. Actualmente coordina la Unidad Académica de Antropología. Ha dirigido proyectos de investigación a través del CONDES-LUZ, y CLACSO. Línea de investigación: estudio de los movimientos sociales. Ha publicado más de 50 trabajos científicos. @cruzcarrillo09

 @cruzcarrillo09

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