El gobierno de Maduro ha dado un nuevo salto en su ofensiva contra la clase trabajadora con la denominada "Constituyente Obrera". Detrás de este pomposo nombre se oculta una iniciativa destinada a avanzar en la regimentación total de los trabajadores, procurando colocar a los sindicatos y cualquier tipo de organización sindical bajo un férreo control gubernamental, cuando no eliminarlos en su función central.
En la fotografía, Maduro juramenta comisión para la "Constituyente obrera", toda una imagen de la estatización de los sindicatos.
La "Constituyente Obrera" no es más que una burda maniobra para terminar de regimentar a la clase trabajadora. Maduro busca institucionalizar mecanismos para liquidar sindicatos o convertirlos en meras correas de transmisión de la política gubernamental, y sofocar toda expresión de organización o lucha que emerja desde abajo. Esta ofensiva no solo apunta a impedir la lucha reivindicativa; busca impedir cualquier perspectiva política de resurgimiento del movimiento obrero. Este ataque ocurre en el marco de un deterioro histórico de las condiciones de vida del pueblo trabajador. Un proyecto operacionalizado también por burócratas sindicales convertidos en funcionarios estatales.
Un contexto de devastación, desposesión obrera y regimentación
La "Constituyente Obrera" se inscribe en la mayor catástrofe social que haya vivido la clase trabajadora en un siglo, como no ha sufrido ninguna otra en el mundo. Los salarios, incluso con las recientes bonificaciones anunciadas por el Ejecutivo, continúan situándose en niveles de hambre extrema. La estructura salarial dejó de ser un derecho remunerativo para convertirse en un sistema bonificado, donde el salario base está reducido a migajas, mientras los bonos discrecionales, sin incidencia en prestaciones, jubilaciones o seguridad social, constituyen el grueso de los ingresos.
Estamos ante una verdadera desposesión obrera, sobre un terreno desbastado por los ataques a las condiciones de vida. Los derechos laborales conquistados en décadas de luchas fueron barridos por la combinación de la hiperinflación, brutales planes antiobreros como el Plan de Recuperación Económica de 2018, decretos presidenciales que pulverizaron también la contratación colectiva, como el Memorando 2792 o las "tablas" impuestas por la Oficina Nacional de Presupuesto (ONAPRE), que cercenan salarios y beneficios, actuando como un verdadero martillo antisindical.
La destrucción de los contratos colectivos, la eliminación de las instancias de discusión laboral, la eliminación o suspensión de elecciones sindicales y la permanente persecución a dirigentes obreros completan el cuadro. Cientos de trabajadores han sido detenidos, judicializados, acusados de terrorismo o conspiración simplemente por reclamar derechos básicos. Desde enfermeras y docentes hasta trabajadores petroleros, dirigentes sindicales, como recientemente ha ocurrido con dirigentes como José Elías Torres de la CTV, la criminalización se ha convertido en el lenguaje habitual del gobierno.
Esta iniciativa de la "Constituyente obrera" es la contracara de la represión abierta: un intento de institucionalizar el control sobre los trabajadores, de legalizar la estatización de sus organizaciones para transformarlas en apéndices del Estado y del partido de gobierno, el PSUV. Pero incluso Maduro ha dado pasos más allá: no se trata solo de cooptar sindicatos, sino de destruir su esencia misma como organismos de los trabajadores para defender sus derechos, sometiendo toda forma organizativa a la aprobación gubernamental, donde su concepción jurídica los reduce a un instrumento de disciplina laboral, además de neutralizar cualquier tentativa independiente de organización de la clase trabajadora.
Con largos meses desde que se viene anunciando, al menos públicamente, demuestra que no es un plan improvisado. Se corresponde con su ofensiva tanto de gobernabilidad como de ordenamiento de todo un plan económico mediante la subordinación completa del trabajo a las necesidades del capital. Una "Constituyente" que se erige como un instrumento para "legalizar" la esclavitud asalariada impuesta en el país.
Por eso, esto no es una reforma, es una ofensiva que busca sustituir las organizaciones sindicales por otro tipo de institución para que solo exista la representación "adecuada" a los intereses del gobierno y la patronal. El control represivo y regimental desde el Estado, está en función de la imposición de las condiciones de súper explotación sobre las que se sostiene el actual capitalismo venezolano.
Bajo estas condiciones, hablar de una "Constituyente Obrera" no tiene otra traducción que crear un nuevo andamiaje jurídico-político para legitimar toda esta política, donde solo puede sobrevivir mediante niveles inauditos de explotación. Es un nuevo modelo obrero-patronal de los más perversos, diseñado deliberadamente para desconocer la relación laboral, suprimir conquistas históricas y mantener a la clase trabajadora en una situación de postración ante el Estado y ante los patronos privados, la clase capitalista, de todo color, aliada o no al gobierno.
Por otra parte, es una herramienta de sometimiento, diseñada para borrar de la historia la tradición de lucha del movimiento obrero, para que las nuevas generaciones de trabajadores, como la inmensa mayoría de jóvenes precarizados, desconozcan su historia, y consolidar así una fuerza de trabajo precarizada, disciplinada y sin derechos. Por tanto, la "Constituyente Obrera" no solo se erige como un instrumento de disciplinamiento y clientelismo, sino también, en un plano más estratégico, de desmemorización y naturalización de las nuevas formas de explotación, donde el joven trabajador las vea como "naturales".
Los límites del sindicalismo anti-Maduro comprometido con proyectos de partidos de la oposición patronal
Como hemos escrito, los sindicatos surgieron en la historia del capitalismo como organizaciones de la clase trabajadora para pelear contra la explotación capitalista; sin embargo, con el desarrollo del capitalismo y sus Estados, la independencia de clase se ha visto a menudo comprometida, con direcciones sindicales que, a pesar de luchar por algunas reivindicaciones obreras, comprometen a los sindicatos en el apoyo a uno u otro proyecto político capitalista, a uno u otro gobierno burgués.
Esto lo vemos ahora con esa burocracia sindical atada a Maduro, que está al frente de federaciones sindicales montadas a imagen y semejanza del PSUV y del gobierno nacional. Pero también lo hemos visto con burocracias sindicales que llevaron a los sindicatos a proyectos políticos de la oposición patronal, incluso arrastrándolos al golpismo, no solo en 2002, sino también más recientemente en 2019 con el proyecto del autoproclamado "gobierno interino" de Juan Guaidó, o más recientemente a proyectos electorales como el impulsado por el sector más rancio de la derecha, como María Corina Machado. Olvidan que los partidos de oposición patronal también representan a sectores de la burguesía y que sus programas contemplan ataques a los derechos laborales.
Estos últimos son sectores sindicales opositores que reducen la lucha de los trabajadores a una simple política antigubernamental, condenan correctamente la "Constituyente Obrera" y la persecución de Maduro, pero lejos de una política antipatronal de conjunto, y sobre todo sin poner en cuestión la lógica capitalista. Hablamos de la llamada oposición sindical tradicional. Son sectores que, aunque se enfrentan al gobierno, no rompen con los partidos patronales de la oposición. Su política se agota en la denuncia del autoritarismo madurista, pero no cuestiona el orden social que hace posible esa dominación, desarmando políticamente a la clase trabajadora.
No basta solo con que los sindicatos tengan autonomía; es fundamental que levanten la pelea por la independencia de clase, sin ataduras a ningún proyecto político de los sectores patronales. Los sindicatos no son "independientes" solo porque lo sean con respecto al gobierno, si al mismo tiempo sus dirigentes sindicales son subsidiarios de partidos de la oposición patronal, para quienes son funcionales.
La lucha por la independencia de clase
Frente a la ofensiva antisindical del gobierno y la impotencia política de la oposición sindical tradicional, la única salida estratégica para la clase trabajadora es la construcción de una política independiente. Independiente del gobierno y su proyecto de regimentación social, independiente de los patronos e independiente de los partidos de oposición patronal que también buscan administrar el capitalismo.
La respuesta a esta "Constituyente Obrera" no puede ser solo un comunicado de rechazo o limitado a actos sindicales. Debe ser una campaña de agitación y organización en cada centro de trabajo, explicando su carácter fraudulento y planteando una política verdaderamente alternativa y construida desde abajo.
La defensa de las organizaciones sindicales como herramientas de lucha solo se puede conseguir si se levanta sobre la autoorganización desde los lugares de trabajo, en comités, asambleas y coordinadoras obreras que no respondan a ningún aparato estatal ni de los partidos de la oposición patronal. La tarea no es reconstruir el sindicalismo tradicional mutilado por el gobierno, sino luchar por sindicatos desde una perspectiva clasista y anticapitalista. Para ello también es fundamental recuperar los sindicatos existentes, expulsando a las burocracias, y por la mayor democracia obrera en sus filas.
Es central también unificar desde abajo para superar la fragmentación existente, una división que también imponen las burocracias sindicales por arriba, una premisa clave para unificar las peleas o los reclamos obreros.
Al mismo tiempo, plantear un programa que parta de las necesidades inmediatas: salario igual a la canasta básica, indexación mensual, restitución de derechos laborales, derogación de todos los decretos antisindicales como el Memorándum 2792 y el Instructivo de la ONAPRE, no a los despidos, fin de la persecución y libertad para los trabajadores presos, hacia una lucha realmente clasista, antipatronal y anticapitalista. Organizando desde abajo y preparando una perspectiva propia, podrá la clase obrera abrir un camino capaz de derrotar la ofensiva antisindical de Maduro y reconquistar nuestros derechos.
Pero también es fundamental en la situación actual de agresión por parte de Estados Unidos con el mayor despliegue militar frente a las costas de Venezuela en el mar Caribe. El ponerse en pie el movimiento obrero también debe ser para rechazar las sanciones imperialistas contra el país y toda la agresiva injerencia con sus pretensiones neocoloniales. Una clase obrera que no luche contra el sometimiento nacional, tampoco será capaz de hacer valer sus derechos.
El camino es tortuoso en las actuales condiciones, pero es el único posible. Sabemos que para esto partimos de una situación donde actualmente las propias estructuras sindicales se encuentran bastante debilitadas. Esto se debe, por una parte, a las muy difíciles condiciones objetivas que hay ante las dramáticas condiciones de vida como clase trabajadora, el profundo retroceso de nuestras fuerzas como clase, la disminución en número de la fuerza de la clase trabajadora por la masiva migración, la imposición por necesidad de tener que dividirse entre el trabajo asalariado y cualquier otra cantidad de trabajos por cuenta propia para sobrevivir, lo que contribuye al vaciamiento de los sindicatos.
La independencia de clase no es una frase vacía, es la única estrategia para que los trabajadores pasen a ser protagonistas. Solo con nuestra propia voz, nuestros propios métodos de lucha y nuestros propios objetivos, que no son otros que el fin de la explotación capitalista, podremos enfrentar la política antisindical del gobierno de Maduro y abrir el camino a una verdadera salida a la crisis nacional, sin tutelas ni de la burocracia roja, ni de la oposición patronal.
