En la cumbre virtual de los BRICS, el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, realizó una contundente crítica contra el despliegue militar de Estados Unidos en el mar Caribe. Lula afirmó que la presencia de fuerzas armadas de la mayor potencia en la zona es «un factor de tensión incompatible con la vocación pacífica de esta región».
El mandatario fundamentó su postura en el histórico Tratado de Tlatelolco de 1968. Este acuerdo consagró a la región de América Latina y el Caribe como la primera zona densamente poblada del mundo libre de armas nucleares, un pilar fundamental de la identidad y la diplomacia regional que Brasil busca reivindicar.
Esta crítica por parte de Lula no es un hecho aislado. Previamente, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, había difundido una resolución respaldada por 21 de los 33 países miembros de la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños). Dicha resolución expresaba su «profunda preocupación por el reciente despliegue militar extra-regional».
Aunque no logró convertirse en un comunicado oficial unánime del organismo debido a la oposición de una minoría de países, la declaración evidencia una postura mayoritaria y creciente en la región. El respaldo de naciones con gobiernos de distintos signos ideológicos le otorga un peso significativo a la preocupación.
Entre los firmantes se encuentran países como México, Chile, Uruguay, Cuba, Brasil y la propia Venezuela. Todos ellos reafirmaron en el documento su «firme compromiso con la defensa de la paz, la estabilidad, la democracia y el desarrollo» en la región.
La resolución invocó principios fundamentales del derecho internacional como la no intervención, la solución pacífica de controversias y el respeto a la soberanía. Estos gobiernos reiteran que los principios se ven directamente amenazados por la acción unilateral de Washington en el Caribe, marcando un punto de fricción geopolítica.