Con el genocidio en Palestina ha muerto el humanismo liberal

Sábado, 27/12/2025 05:28 PM

El humanismo es un discurso, un discurso ideológico alienante de apariencia neutral y neutralizador, por cuanto apela, por medio del fetichismo jurídico o ficcionando la consistencia de los derechos humanos como sobreprotección legal simulada -siempre violentados y derruidos por los desafueros de los Estados autoritarios o fascistas contra las sociedades debido a su fragilidad sociocultural en los mundos de vida por su falta de inmanencia en los cuerpos- de la dignificación o reconocimiento simbólico de la dignidad de los seres humanos -su alteridad- de manera abstracta. Sin referir la potencialidad real transformadora historizada cuando son encarnados como existentes autopoiéticos (con poder autónomo para re-crearse y re-crear mundos y regeneraciones de la vida), y no haciéndola depender de los intereses de poder clasista que son condicionantes de la vida social y de las valoraciones ideologizantes o connotantes indignificadores de los cuerpos, que se sobreponen de manera aséptica aparentemente a las determinaciones económicas, culturales y políticas de las clases o grupos sociales dominantes a través de los aparatos ideologizadores reproductores del Estado y de la sociedad civil (familia, escuela, medios difusores, leyes, tribunales, etc.).

Aparatos que construyen representaciones sentidizadoras sobre el mundo, las sociedades y los(as) demás que se encarnan por inducción y manipulación en los cuerpos como discursos apropiados en las autopercepciones de sí mismos(as), percepciones de lo exterior, sentimientos, sensibilidades, afectos, afectualidades, creencias, ideas, normas, éticas, morales, etc. Cuya radicalidad tiende a ser neutralizada o adaptada por el neoliberalismo a través de la promoción del individualismo, egoísmo, narcisismo, soledades hipertecnologizadas como comunidades virtuales, exacerbaciones del yo, etc., cuando no por la crueldad represiva y exterminadora del neofascismo como lo es en el caso de Gaza por el sionismo israelí.

No por ser el humanismo un discurso, deja de ser una entificación ideológica historizada según los contextos temporales y espaciales que lo han obligado a transfigurarse hasta agotar sus ropajes ya que los procesos de indignificación cada vez más prevalecientes a nivel mundial como, por ejemplo, las guerras fratricidas y la violencia generalizada, han corroído sus endebles fundamentos o bases, conllevándolo a su agotamiento y deslegitimación por cuánto está siendo socavado y sustituido perversamente por el retorno de la barbarie doctrinal necrofílica neofascista que reivindica la exaltación de la muerte criminal y sacrificial, y el mal.

La declarada trascendencia del discurso humanista liberal burgués no se afirmó en la potencialidad de la inmanencia afectual de los cuerpos por temor a su potencialidad transformadora radical, una trascendencia sin inmanencia que la volvió al correr del tiempo un mero adorno para la retórica y que ahora está arrinconada por la barbarie de la necrofilia neofascista sin posibilidades de recuperación histórica.

La afectualidad, o lo afectual, es una relación y disposición sociocultural de resonancia trans-empática entre los cuerpos indistantes, cercanos o distantes, conocidos o desconocidos, que implica el desarrollo del afecto o afectación en un nivel de mayor intensidad y trascendencia que la simple afectividad, acotada de forma inter-trans-personal para producir ámbitos de resonancia.

El individualismo narcisista es un repliegue del yo hacia el sí mismo que es contrario a la disposición afectual hacia los demás, negando su alteridad. Surgido discursivamente de la Ilustración moderna, el individualismo se asocia a la libertad negativa por ser negadora también del ser-en-común, ser con los otros o con-ser, haciendo prevalecer la maximización del interés propio en la esfera privada que considera a los(as) otros(as) cómo extraños(as) o rivales en la competitividad que promueve, enfrentando a la esfera pública o de asuntos convivenciales comunes que conciernen, vinculan y unen a todos(as) o a las mayorías para propiciar ámbitos potencialmente de resonancia afectual al sentir y pensar juntos, el sentipensar.

Las inclinaciones corporales afectuales pueden ser abordadas para su estudio con el concepto de habitus, junto a los de campo y capital, "campo afectual" y "capital afectual", de Pierre Bourdieu (La reproducción, 1977), entendiendo al habitus (esquemas de percibir, sentir, hacer, pensar, etc.) como un sistema de disposiciones duraderas y transferibles, por ejemplo, de padres a hijos(as), en el que lo subjetivo e individual se entrelaza o entrama con las estructuras y lógicas sociales complejas dominantes, siendo estas incorporadas o encarnadas en los cuerpos como condiciones socioculturales de posibilidad mediante la incidencia de los contextos biográficos y de las experiencias de vida que inducen un sentido práctico o común. El campo es una red de relaciones sociales en las que se posicionan y distribuyen los cuerpos según su capital acumulado de saberes, haceres, dinero, poder y otros, en este caso, de disposiciones, inclinaciones o habitus de sensibilidad social de los cuerpos en su interacción con los otros, que ponen en juego representaciones y valoraciones codificadas regulativanente por las estructuras y lógicas impuestas de funcionamiento sociocultural en determinado momento. Que pueden variar a través de las contingencias y la autopercepción de sí por los cuerpos al tomar conciencia de su impertinencia, inconveniencia, inadecuación o inactualidad y generar un sentido crítico al respecto.

Siendo tan solo una contrarrestación que se afirme como política trascendente de la inmanencia afectual de los cuerpos alterizados que reivindique un transhumanismo, entendido como superación del humanismo liberal burgués ya vaciado de pertinencia histórica, la que pueda contener y desplazar al emergente neofascismo, anticipando con el surgimiento de los ámbitos de resonancia afectual el nuevo tipo de relaciones sociales emancipadoras por venir.

Por todo lo expuesto, concluimos que con el genocidio en Gaza ha muerto históricamente, en tanto hito histórico, el moderno humanismo liberal burgués, surgiendo en su sustitución la bárbara doctrina necrofílica neoliberal neofascista de exaltación de la muerte criminal y sacrificial; a la que hay que contraponerle con urgencia, los ÁMBITOS TRANSMODERNOS DE RECONOCIMIENTO ÉTICO, EMANCIPADORES Y TRANSHUMANISTAS DE LA RESONANCIA

AFECTUAL DE LAS ALTERIDADES.

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