Elecciones en guerra avisada

Miércoles, 24/12/2025 05:44 AM

Es un momento casi absurdo para llamar a elecciones, pero parece lo único que puede hacerse ante la violencia que se nos viene encima. Vietnam rima con napalm, y nos queda demasiado lejos. Resuenan los ecos de la humillación de Las Malvinas. Libia es el modelo de la destrucción: ni un solo muerto de parte de la OTAN. El acoso militar en nuestras costas es el mayor peligro de la historia republicana para la supervivencia nacional. La mayor afrenta jamás sufrida. La planta insolente agrandando su talla. Trump propone tierra arrasada para apropiarse de minerales raros y fuentes de energía. Sueña resorts y campos de golf bajo torres petroleras con banderitas norteamericanas. Quiere competir con los de Gaza que hará su socio vil Netanyahu, indetenible en su vesania. 

Son protagonistas de tragedia. El mundo agobiado por la soberbia autoritaria y neoimperialista del presidente de la primera potencia militar del mundo. Hegseth sueña vestirse de procónsul y el espíritu de Epstein pide venganza a su heredero Rubio, que enloquece de gusano resentimiento. Lo que suceda aquí definirá el futuro inmediato de un mundo trabucado de dinámicas picarescas. El Corolario Trump le pone música a las palabras “nobeladas” de María Corina. Ansias de patio trasero que se abre a cañones potentes. La traición tiene su marca y se hace franquicia: Milei, Kast, Bukele, Novoa... Triste también las palabras vacías de patrioterismo ante la gravedad de los hechos. Populismo de tarima que recuerda resbaladizo el de Noriega. Parodia fallida de los gestos pederastas de Trump y de las payasadas tardoadolescentes de Musk. 

La combinación de avanzada militar y asfixia económica cobra gesto de capitulación. El enemigo espera una provocación como excusa para invadir o el bombardeo selectivo. Arruinarán para cobrarse y darse el vuelto. No fue suficiente Citgo ni el oro de Londres. Avaricia agavillada en proceso. Ante la agresión unilateral de Estados Unidos (bulling, lo llaman), no hay respuesta que no sea peligrosa. Oír los truenos no es actuar bajo cubierta, pero es insano disponerse al sacrificio. Chivo expiatorio que se esnuca no crece. Esperar que los mismos norteamericanos que eligieron a Trump lo frenen sería ingenuo. En el fondo es tan ellos como el color de la Coca-cola o del ratón Mickey. Y obvia consenso e instituciones. Los organismos internacionales ya demostraron ineficiencia en el genocidio en proceso contra los gazatíes. Rusia está comprometida en sus propias fronteras. Y no habrá crisis de misiles como la cubana, porque Trump hubiera volado la isla, sin sacar la cuenta. China, por su parte y como siempre, puede esperar su momento futuro. Es la guerra fría del neoliberalismo, en la cual el más pequeño| sale del juego y paga la cuenta. Y no se descarta la provocación de un conflicto con Guyana (proxy, la llaman), para transformar nuestro justo reclamo territorial en la anexión contraria. Gringos en boca de caño ajeno.  

Disputemos al menos una opción distinta. Hablar de elecciones es proponer una discusión nacional que no puede darse dentro del madurismo. También un debate de signo contrario a la agresión unilateral inaceptable. Acorralar a la ultraderecha confesa de antinacionalismo. Encontrarse para lanzar un mensaje al mundo que no se transforme en una defensa incondicional del gobierno, sino en un justo reclamo de supervivencia. Llamar a elecciones es cambiar la táctica, hablar de otra cosa; integridad nacional, por ejemplo. La prepotencia de Maduro, con el agua del Caribe al cuello, nos conduce a la prepotencia del cordón de Malinche que apremia. María Corina ofrece el país de todos al mejor postor de ella. Mosca que sopla el descontento para sacarse el mal-sabor que le dejaron las plumas de Chávez en la garganta. Pide la violación colectiva de un país, que en el fondo desprecia. El falso dilema de “Estado policial” o “colonia norteamericana” se cancela mutuamente.  

La Quinta Columna no es la ultraderecha (que lo intenta), sino el cansancio de tantos, que son muchos. La crisis económica con salario cero. Nada ayudan los presos políticos, la represión, la violación judicial. Paradoja de los oscuros procedimientos que hacen inocentes a quienes los sufren. Jurisprudencia de juicio estalinista que se delata. La censura que ya se autoimpone de miedo. Detener a Nicmar Evans es reconocer que el derecho de opinión está empastelado. El acoso es calle ciega. Los fakes news no se anulan con noticias falsas. Acabar con la táctica débil de la represión fuerte es lo que queda, si algo queda. No hay razón para tener preso a Enrique Márquez que no sea el temor a su liderazgo, que conquistó a pulso de constitución. 

Pero ni el gobierno ni la extrema derecha quieren elecciones. El primero sabe que de haberlas se tornarían referéndum y conoce el resultado. María Corina & Co. saben que en una confrontación con el espectro político completo, con presencia electoral de la izquierda cierta, hoy desvirtuada y perseguida, se deprimirían desenmascarados. No las quieren porque las elecciones son espacios de encuentros y disensos, de sacar las cuentas pasadas y futuras. Es momento de revivir un debate que se desvirtuó con tanto maniqueísmo y arbitrariedad desde ambos abismos. Aprovechemos el mal momento, la urgencia para acabar con ellos. No es excusar la vergonzosa corrupción acumulada, sino un retomar la dignidad nacional, que es la de todos, aunque algunos no tengan. Midamos diferencias entre nosotros antes que permitir que el enemigo tumbe las puertas. La soberanía no puede ser el premio, no está en venta, aunque sí en peligroso juego. Hablemos de elecciones que la guerra está avisada, y el baile no detiene el fuego.

 

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