El Cálculo de la Resistencia: La arquitectura de tres ejes ante la desesperación

Lunes, 08/12/2025 06:46 AM

La serenidad no nace del vacío, sino de una geometría del poder. Mientras Washington forcejea con un solo músculo, Caracas se sostiene sobre un trípode estratégico.

La "calma, cordura y nervios de acero" que describimos como la respuesta venezolana al espectáculo de fuerza de la Flota Sur no es un estado de ánimo. Es el producto final de un cálculo geopolítico frío y una arquitectura de resistencia deliberadamente construida. Lejos de la imagen de un Estado acorralado que reacciona por instinto, Venezuela despliega una estrategia tripartita que funciona como un sistema de respiración estratégica: cuando un eje se comprime por la presión, los otros dos se expanden para mantener el oxígeno de la soberanía. Este diseño es la clave que explica por qué la amenaza, en lugar de causar asfixia, termina alimentando los mecanismos de contención.

El Eje de Contención Global: La Lógica del Muro de Contención

El primer y más sólido pilar de esta arquitectura no es una alianza caritativa, sino una convergencia de cálculos estratégicos antagónicos al poder unipolar. Rusia, China e Irán no "apoyan" a Venezuela por simpatía ideológica; la reconocen como un muro de contención avanzado en el hemisferio occidental. Su respaldo —militar, económico, diplomático— es una inversión en disuasión. Para Moscú, permitir que Washington logre un cambio de régimen por coerción en Caracas sentaría un precedente aplicable a Siria, a Ucrania o al Cáucaso. Para Pekín, sería validar la doctrina de la contención militar y el cerco financiero que ya enfrenta en el Mar de China Meridional. Para Teherán, sería admitir la efectividad del mismo modelo de "máxima presión" que busca estrangular su Revolución.

Este eje opera bajo una ley de compensación geopolítica: a mayor presión de Washington, mayor será la inyección estratégica de estos actores. Cada buque de guerra estadounidense frente a La Guaira se traduce, en la práctica, en una mayor determinación de estos poderes para asegurar que Venezuela no caiga. No es solidaridad; es un cálculo de autoprotección global. Al sostener a Caracas, están construyendo una barrera —un "muro"— que frena la expansión operativa de la hegemonía estadounidense y protege sus propios flancos estratégicos en otras partes del mundo. Venezuela, consciente de este cálculo, se inserta en él no como un peón, sino como la piedra angular de un contra-equilibrio, transformando su resistencia nacional en un eslabón vital de un conflicto de orden mundial.

El Eje de Contención Regional: La Voluntad de No Ser Frontera de Guerra

El segundo pilar es más volátil pero no menos crucial: el cálculo de supervivencia de América Latina. Países como Brasil, Colombia y México, independientemente del color ideológico de sus gobiernos, enfrentan una ecuación inexorable de seguridad nacional. Una escalada militar o un colapso controlado por fuerzas externas en Venezuela no sería un "problema humanitario" distante; sería la inmediata conversión de sus fronteras en la nueva línea de frente de un conflicto proxy, con el consecuente colapso migratorio, desborde del crimen organizado y potencial activación de conflictos territoriales latentes.

Por ello, su "distancia" de la agenda intervencionista de Washington no es un voto de confianza en el gobierno bolivariano. Es un cálculo de fría praxis: evitar a toda costa que el Caribe se convierta en un nuevo Libia o Siria, con la catástrofe de estabilidad que eso implicaría para sus propias naciones. Este instinto de autopreservación los obliga a asumir un rol de contención diplomática, ejerciendo de facto un veto regional a las aventuras militares. Le otorgan a Caracas lo más valioso en este escenario: tiempo y margen de maniobra diplomático. Venezuela, a su vez, calcula y potencia este eje, presentándose no como un foco de inestabilidad exportadora, sino como un baluarte cuya caída desataría precisamente el caos que sus vecinos temen. Es una danza de intereses donde la soberanía venezolana se sustenta, en parte, en el terror regional a la guerra.

El Eje del Catalizador Inverso: Cuando la Presión Alimenta la Resistencia

El tercer eje es el más contraintuitivo y representa el núcleo del cálculo maestro: la presión externa, al superar un umbral de crudeza y desesperación, se transforma en el principal catalizador de la cohesión interna y el respaldo externo. La estrategia de "máxima presión" de Washington contiene en sí misma el germen de su propia ineficacia cuando es aplicada de forma torpe y sobreextendida.

El error de cálculo estadounidense es doble. Primero, subestima la memoria histórica de resistencia de un pueblo que ha internalizado el asedio como una condición de lucha. Cada sanción, cada amenaza, en lugar de fracturar, puede soldar el tejido social en torno a una narrativa de defensa patria. Segundo, y más grave, ignora la ley de acción-reacción en la geometría multipolar. Una movilización naval excesiva no aísla a Venezuela; es la señal de alarma que activa con más fuerza al Eje Global (que redobla su compromiso) y empuja al Eje Regional a distanciarse aún más por miedo a ser arrastrado al conflicto. Es el "judo geopolítico": usar la fuerza y el peso del adversario para desbalancearlo. La amenaza de una resolución militar, lejos de ser el jaque mate, es el movimiento que revela las debilidades del atacante y consolida las defensas del receptor. En este cálculo, la desesperación de Trump es el oxígeno puro para la estrategia venezolana.

La Fortaleza Algorítmica

Por lo tanto, la serenidad caribeña es la fachada de una fortaleza algorítmica. Mientras Trump calcula titulares y encuestas, Venezuela ejecuta el cálculo de los tres ejes: el global que impone costos a la agresión, el regional que niega el escenario de la invasión y el catalizador que transforma los golpes en cohesión. Esta arquitectura no es estática; es un sistema dinámico de compensación donde la fortaleza de uno compensa la tensión en otro.

Esta tríada estratégica es, en esencia, la infraestructura que hace posible la 'calma, cordura y nervios de acero'. No es una pose, sino el poder de quien sabe que su serenidad está respaldada por un algoritmo geopolítico y demuestra que en el ajedrez de las naciones, la jugada más inteligente no es siempre responder al ataque directo, sino haber construido previamente un tablero distinto, donde las reglas de la fuerza bruta encuentran diques en los intereses de otros, en el miedo al caos de los vecinos y en la propia capacidad de transmutar la presión en principio unificador. La calma, en última instancia, es la arrogancia tranquila de quien sabe que su adversario no está jugando contra un rey solo, sino contra la estructura misma del juego.

Quedo con el compromiso de enviar otro mañana que tengo en corrección que sería el tercero y último de esta triada. Agradecido por la publicación del primero y de antemano por los dos siguientes. Feliz noche.

 

edgardomivale@gmail.com

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