Y ahora nos roban CITGO

Miércoles, 03/12/2025 05:04 AM

La historia reciente de Venezuela está marcada por una agresión sistemática que, bajo el disfraz de “defensa de la democracia”, ha buscado despojar al país de sus recursos, de su soberanía y de su derecho a decidir su propio destino. La confiscación de CITGO, filial de PDVSA en Estados Unidos, es el último capítulo de una larga cadena de atropellos que revela la verdadera naturaleza de la política imperial norteamericana: una política de saqueo, bloqueo y violencia.

El despojo de CITGO: un robo disfrazado de legalidad

CITGO no es simplemente una empresa petrolera; es un símbolo del esfuerzo venezolano por expandir su presencia en el mercado energético internacional. Con refinerías estratégicamente ubicadas en territorio estadounidense y una red de distribución que garantizaba ingresos vitales para la nación, CITGO representaba un puente entre Venezuela y el consumidor norteamericano. Hoy, ese puente ha sido dinamitado por decisiones políticas y judiciales que, bajo la excusa de sanciones y litigios, han entregado el patrimonio venezolano a manos privadas.

El robo de CITGO no se entiende sin el contexto de las sanciones económicas impuestas por Washington. Estas sanciones, lejos de ser una herramienta diplomática, constituyen un mecanismo de guerra económica que busca asfixiar al pueblo venezolano, impedir el acceso a divisas y debilitar la capacidad del Estado para sostener programas sociales. La narrativa oficial habla de “presión sobre el régimen”, pero en la práctica se traduce en hospitales sin insumos, universidades sin recursos y familias que ven deteriorada su calidad de vida.

Bloqueos y control del espacio aéreo: la guerra invisible

La agresión no se limita al terreno económico. El control sobre el espacio aéreo venezolano, las restricciones a vuelos comerciales y las amenazas veladas contra aerolíneas que intentan mantener rutas hacia Caracas forman parte de una estrategia de aislamiento. Se trata de un cerco que busca cortar las conexiones del país con el mundo, reforzando la imagen de una nación “paria” y debilitando su capacidad de intercambio.

Este bloqueo aéreo es una forma de violencia silenciosa: no se disparan balas, pero se cercenan derechos. El derecho a viajar, a comerciar, a recibir ayuda humanitaria o a establecer vínculos culturales queda condicionado por la voluntad de un poder extranjero que se arroga la facultad de decidir quién puede entrar o salir de Venezuela.

El Caribe como escenario de muerte

Más allá de las sanciones y bloqueos, la política estadounidense ha tenido consecuencias trágicas en el mar Caribe. El asesinato de más de 80 personas en aguas internacionales, en operaciones que se presentan como “defensa contra el narcotráfico”, constituye un crimen que rara vez ocupa titulares en la prensa occidental. La criminalización de los pueblos caribeños, la persecución de embarcaciones y la violencia ejercida contra pescadores y migrantes son parte de una estrategia que combina control territorial con intimidación.

El Caribe, históricamente espacio de encuentro y comercio, se convierte así en un mar vigilado, donde la presencia militar estadounidense impone miedo y muerte. Venezuela, como nación soberana, no puede aceptar que sus ciudadanos sean víctimas de ejecuciones extrajudiciales disfrazadas de operaciones de seguridad.

Una política de despojo y resistencia

El caso de CITGO, los bloqueos y las muertes en el Caribe no son hechos aislados: forman parte de una política coherente de despojo. Estados Unidos busca debilitar la soberanía venezolana, apropiarse de sus recursos y condicionar su futuro político. La agresión se expresa en múltiples frentes: económico, territorial, mediático y militar.

Sin embargo, frente a esta ofensiva, Venezuela ha demostrado capacidad de resistencia. La defensa de la soberanía no es un discurso vacío; es la práctica cotidiana de un pueblo que, pese a las dificultades, sigue apostando por la independencia y la dignidad. La historia enseña que ningún imperio es eterno, y que la fuerza de los pueblos radica en su capacidad de resistir y reinventarse.

La soberanía como horizonte

“Y ahora nos roban CITGO” no es solo un titular; es la síntesis de una política imperial que pretende arrebatar a Venezuela lo que legítimamente le pertenece. Pero también es un llamado a la conciencia nacional: a comprender que la soberanía no se defiende únicamente en los discursos, sino en la acción colectiva, en la solidaridad y en la memoria de quienes han caído víctimas de la agresión.

La lucha contra el imperialismo estadounidense es, en última instancia, una lucha por la vida. Por el derecho de los pueblos a decidir su destino, por la dignidad de los trabajadores que construyeron CITGO, por los pescadores asesinados en el Caribe, por las familias que sufren las consecuencias del bloqueo. Venezuela no está sola: su resistencia es parte de una corriente histórica que, tarde o temprano, impondrá la justicia sobre el saqueo.

 

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