Desde el Conuco

Independencia y soberanía como derecho inalienable

Martes, 11/11/2025 09:40 AM

"Es preciso preferir la soberanía de la ley a la de uno de los ciudadanos".

Aristóteles

Podemos asumir el símil de la soberanía de una nación, como un faro luminoso que guía el rumbo de la historia, la soberanía es sin duda, un guardián invisible de la dignidad y la raíz profunda que nutre la identidad. Ella siempre estará expuesta a las sombras del mal, de ningún modo es inmune a la adversidad y los deseos inmundos de dominación de ciertos centros de poder.

Algunas veces, o mejor dicho, con frecuencia, las nubes que oscurecen la libertad no provienen solo del horizonte externo, sino de brisas quietas y calmadas que soplan en silencio desde adentro, justamente desde quienes deberían proteger con celo la llama sagrada de la independencia.

Como campesino, les invito a que Intentemos el ejercicio de imaginar la patria como un majestuoso árbol, cuyas raíces se adentran en la memoria colectiva, y su copa se extiende hacia sueños futuros. Entonces, la independencia podemos compararla con su savia, vital y poderosa. Sin embargo, ese majestuoso árbol que nos cobija, puede marchitarse por la acción de alguna sigilosa parasitosis, una fatal invasión de parásitos como la deuda externa que aprieta como soga invisible, o tal vez como la dependencia tecnológica que encadena las manos del desarrollo, o de acuerdos comerciales que no buscan prosperidad conjunta, sino el control, disfrazado de beneficio mutuo.

Hay que destacar que muchos gobiernos, como guardianes autoproclamados, con frecuencia permiten que los cipreses extranjeros y foráneos crezcan sin vigilancia alguna en su propio jardín.

Soterradamente ocurre un abandono voluntario de la defensa soberana, convirtiéndose fatídicamente en una apertura que se presta a la intromisión agazapada. Algo similar como prestar la llave de la casa a extraños, que prometen confianza, siendo, que mas tarde descubrimos que han cambiado las cerraduras sin permiso alguno y desde entonces deciden quién entra y quién sale.

Aparece entonces la complicidad, por acción u omisión, de quienes detentan el poder permitiendo erosionar la independencia más rápido que cualquier agresión foránea explícita y evidente. Aunque también, está presente la intromisión foránea que llega envuelta en regalos de seda de cooperación, en alianzas diplomáticas pintadas con la diversidad de colores ofreciendo progreso y amistad.

Resulta entonces que estas intervenciones, disfrazadas de brindis de hermandad, aparecen con extrema sutileza y con la intención aparente de colaboración, pero en el fondo esconden la sombra moderna del neo-colonialismo; desde luego ocurre que sin disparar un solo cañón imponen modelos que alteran nuestra esencia y nos desarraigan de lo que realmente somos.

Siendo así y viendo el asunto desde cerca, nos encontramos ante la presencia de un hábil invasor que en vez de trincheras, instala oficinas; en vez de banderas, contratos; en vez de soldados, asesores disfrazados.

De esta forma se invisibilizan las cadenas que atan la soberanía, afianzando un neo-colonialismo y construyendo una nueva realidad a partir de novedosos compromisos económicos, presiones políticas y majestuosas concesiones estratégicas.

De este modo surge un espejismo de seguridad que nos lleva a arrodillarnos ante ciertas presiones, al tiempo que cedemos espacios de autonomía para mantener una aparente estabilidad económica, es esta una moderna y brutal manera como sacrificamos nuestra libertad.

Frecuentemente, estos actos ocurren sin la más mínima consulta abierta al pueblo, con la aquiescencia silenciosa o activa de los mismos gobiernos, que han desembocado en tiranías, quienes anteponen sus intereses particulares antes que la voluntad popular. No es necesariamente correcto asumir el derecho a la independencia como un simple precepto jurídico escondido en textos viejos, por el contrario, la independencia es un pulso vivo que late en cada decisión soberana que toma un pueblo o nación. De tal modo que renunciar a la soberanía es arrojar al viento la brújula que ha guiado muchas generaciones a lo largo del tiempo. Es absolutamente permitir que la voz propia sea susurrada en idiomas y símbolos foráneos, es aceptar que el timón sea manejado por ingeniosas manos ajenas, que la moneda sea otra y no la nuestra, y así convertir en una pieza ajena el mapa de nuestra propia historia.

Entramos hace rato en tiempos de globalización y de apremiantes encrucijadas políticas, entonces; atrevernos a defender la soberanía es sin duda un acto de resistencia cultural y económica. Es retomar la voz propia del pueblo para decir a todo pulmón qué se debe cultivar en el campo, qué ríos debemos proteger, qué caminos se abren, y qué sueños pueden ser legítimos.

De ningún modo al defender la soberanía nos referimos a construir muros infranqueables, sino que se trata de alzar puentes internos de principios y convicciones, que logre impedir la penetración silenciosa y evitar así la pérdida de nuestra inquebrantable identidad.

Mantener la independencia es un compromiso patrio que exige tanta lucidez que nos permita distinguir el riesgo real de la apertura necesaria. Esta tarea es un arte que requiere descubrir los hilos invisibles que atan la autonomía a intereses extranjeros, la mayoría de las veces disfrazados de ayuda o progreso, todo esto, sin impedir o alejar al mismo tiempo, la ocurrencia de alianzas que respetan el alma propia de la patria.

Finalmente, hay que asumir la soberanía como un acto de amor profundo a la tierra y al pueblo, un pacto sublime y sagrado que trascienda gobiernos y épocas. Es lo que llamaríamos "Política de Estado". La soberanía es la flor que se sostiene en pie pese a la fuerza avasallante de los vientos del norte opulento o del oriente apasionado, es la luz que no se extingue aunque la noche sea muy larga, es el canto que ninguna mordaza externa puede ni debe silenciar.

Ningún tipo de injerencia extranjera es permisible, tolerable o aceptable. Por cierto, la independencia y la soberanía no es meramente un derecho, es la raíz indestructible de la libertad, es el destino inalienable de cualquier nación que se plantee soñar, perdurar y crecer en libertad, con voz propia, clara y limpia. toribioazuaje@gmail.com

Un abrazo, desde este maltratado pedazo de la tierra.

Nota leída aproximadamente 724 veces.

Las noticias más leídas: