Cuando el asesinato no es un delito

Martes, 28/10/2025 10:28 AM

La sangre derramada en el Mar Caribe no se evapora con el sol ni se disuelve en la sal, queda allí, como testigo silente de una tragedia que se repite bajo el manto de la impunidad imperial. Más de 43 asesinatos han sido cometidos por las fuerzas armadas de Estados Unidos en aguas cercanas a Venezuela desde el 2 de septiembre de 2025.

Sin embargo, el mundo calla. ¿Cómo se explica que en pleno siglo XXI, el asesinato de civiles en aguas internacionales pueda justificarse como parte de una guerra contra el narcotráfico? La administración de Donald Trump ha desplegado ocho buques de guerra, un submarino nuclear, aviones F-35 y helicópteros de operaciones especiales en el Caribe.

Bajo el pretexto de combatir el narcotráfico, ha hundido embarcaciones sin juicio, sin pruebas, sin respeto por la soberanía ni por el derecho internacional y con total impunidad, personas han muerto en ataques que no han sido autorizados por el Congreso estadounidense ni por ningún organismo multilateral.

Venezuela ha elevado su voz ante la ONU, exigiendo una investigación sobre estas ejecuciones extrajudiciales. Pero la respuesta ha sido tibia, como si la vida de los caribeños valiera menos que la de otros pueblos ¿Acaso el Caribe es un territorio sin derechos? ¿Acaso nuestros muertos no merecen duelo ni memoria?

Este patrón de violencia no es nuevo. Es parte de una doctrina imperial que considera al Caribe su patio trasero, una zona de sacrificio donde se puede matar sin consecuencias. Lo vimos en Granada, en Panamá, en Haití. Hoy lo vemos frente a nuestras costas, donde pescadores, navegantes y civiles han sido convertidos en narcoterroristas por el simple hecho de estar en el lugar equivocado.

Pero no nos engañemos. Esta ofensiva no es solo contra el narcotráfico. Es la excusa perfecta para la amenaza y la provocación geopolítica, una forma de presión militar contra Venezuela y sus aliados regionales, es una advertencia: "Podemos matar y nadie nos detendrá".

Como caribeños, como seres humanos, no podemos aceptar esta normalización del crimen. Debemos denunciar, resistir, organizar. La vida en el Caribe no puede seguir siendo moneda de cambio en los juegos de poder de Washington. El asesinato no puede seguir siendo un acto sin delito.

 

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