Venezuela ante las sombras del poder global

Viernes, 10/10/2025 09:39 AM

Venezuela, tierra de montañas, ríos y petróleo, ha sido desde hace décadas un punto de atracción y disputa dentro del tablero geopolítico mundial. Su riqueza natural, su posición estratégica y su espíritu rebelde la han convertido en un país observado con recelo por las grandes potencias. En este escenario, no son pocos los intentos externos: políticos, económicos o mediáticos; por influir en su rumbo soberano.

La historia nos enseña que los imperios rara vez actúan por altruismo. Tras los discursos de "libertad" y "democracia", se ocultan intereses mucho más tangibles, está el control de los recursos energéticos, los minerales estratégicos, y la supremacía tecnológica del mañana. Petróleo, coltán, gas, litio… los nombres cambian, pero la ambición permanece. El conflicto geopolítico que rodea a Venezuela no es una simple disputa ideológica, sino una lucha por el control de recursos esenciales y por la soberanía de una nación que resiste ante presiones externas.

Venezuela, nación de contrastes y riquezas, se ha convertido en el epicentro de una atención internacional que no siempre se reviste de buenas intenciones. La reciente retórica belicista y las maniobras políticas provenientes de Washington evidencian que, más allá del discurso democrático, persisten los intereses económicos y estratégicos de siempre, el dominio sobre las fuentes de energía y los minerales indispensables para la industria tecnológica del futuro.

El petróleo, el gas, el oro y el coltán no son simples recursos naturales, son las llaves del siglo XXI. Y en esa disputa, Venezuela representa un territorio con voz propia, incómodo para quienes conciben la política internacional como un tablero de dominación. Las sanciones, los bloqueos financieros y las campañas mediáticas son nuevas formas de guerra, tan efectivas como los cañones, pero más sutiles y persistentes.

Como advirtió Sun Tzu en El arte de la guerra, "el supremo arte de la guerra es someter al enemigo sin luchar". Hoy las guerras no siempre se libran con armas visibles, Estados Unidos ha aplicado en esta guerra las sanciones, bloqueos financieros, campañas mediáticas y desinformación. Esas estrategias buscan desgastar la moral de los pueblos y debilitar su cohesión interna. Pero la verdadera fortaleza de una nación radica en su conciencia, en su unidad y en su capacidad de resistir desde la razón y la dignidad.

Las lecciones de los grandes estrategas, en este caso tenemos a Clausewitz a Maquiavelo, de Sun Tzu a von Moltke, coinciden en un punto esencial, quien subestima el espíritu de un pueblo que defiende su tierra, pierde mucho antes de iniciar la batalla. Venezuela no sólo posee recursos naturales, posee una historia de independencia, una cultura que florece en la adversidad, y un pueblo que ha aprendido a resistir, reinventarse y sobrevivir a las tormentas.

Volviendo al El Arte de la guerra, de Sun Tzu, enseña que "el supremo arte de la guerra es someter al enemigo sin luchar". Esta sentencia cobra vigencia en tiempos donde la confrontación no se libra solo con armas, sino también con información, presión diplomática y manipulación de la opinión pública. Quien domina la narrativa, domina el terreno moral. Y en este sentido, Venezuela ha debido aprender a defender su historia y su identidad con la palabra, la paciencia y la resistencia.

En este siglo XXI de tensiones globales, los pueblos latinoamericanos observan con creciente madurez cómo las sombras del poder intentan extenderse nuevamente sobre la región. Pero también descubren la importancia de la autodeterminación, del respeto mutuo y del diálogo como instrumentos de defensa moral. Venezuela, pese a los bloqueos y las presiones, ha demostrado que su destino no puede decidirse fuera de sus fronteras. Y en ello hay una enseñanza universal, ningún país que preserve su dignidad pierde su lugar en la historia.

Sin embargo, la historia demuestra que los pueblos que conservan su conciencia son más fuertes que cualquier maquinaria militar. La fortaleza venezolana no radica únicamente en sus recursos, sino en su espíritu. Es un país que ha conocido la adversidad y, pese a todo, mantiene la esperanza. De Bolívar a nuestros días, la idea de soberanía sigue siendo una llama encendida.

Para Estados Unidos, una eventual intervención armada no solo sería un error estratégico, sino un retroceso moral. Las consecuencias serían devastadoras, primero, su deslegitimación política ante América Latina. Segundo, su descrédito internacional y un costo humano y económico inmenso. Ninguna potencia puede sostener su reputación cuando agrede a un pueblo que defiende su derecho a existir. Como diría el sabio Sun Tzu, "la mejor victoria es vencer sin combatir"; y en tiempos donde el ruido de las armas puede ser reemplazado por la inteligencia y la diplomacia, el verdadero desafío de las naciones no está en dominar, sino en comprenderse.

En lo personal, doy mis votos en apoyo a mi Patria, y al gobierno nacional, aunque viva en estos momentos fuera de ella. Mi posición es clara y decidida. Y solo me queda usar este medio de lucha para la defensa de mi país. Es importante establecer las líneas de defensa áreas, marítimas, terrestres, como las mediáticas y comunicacional, y en ella me suscribo.

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