Hacen falta muchas cosas

Sábado, 27/09/2025 06:01 AM

La frase del título de este artículo, aunque lo parece, no es la que dice una ama de casa que llega frustrada a su casa después de intentar hacer un mercado, o la que un médico o enfermera de un hospital le comunica a un paciente. Es un verso de una canción archiconocida de Alí Primera: “No basta rezar”. En efecto, hacen falta muchas cosas para conseguir la paz, y otras tantas, agregaría yo, para acercarse a otras frases bonitas que han circulado por estos lares: reconciliación, Unidad Nacional.  

Mucho se ha pensado y dicho sobre la paz. Las reflexiones de algunos personajes históricos como Benito Juárez, John Lennon y Mahatma Gandhi se centran en el respeto mutuo, la no violencia como método de acción y la búsqueda personal como base para la paz global. Juárez afirmó que "Entre los individuos, así como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz". Lo proclamó en el contexto del triunfo de la República Mexicana sobre la intervención extranjera en 1867, establece que la paz, tanto a nivel individual como internacional, se basa en el reconocimiento y la no violación de los derechos del otro. Implica que la libertad de cada persona o nación termina donde comienzan los derechos de los demás. Es un llamado a la soberanía, la justicia y la reciprocidad como fundamentos ineludibles para la convivencia armónica.

John Lennon abogó por que la paz no fuera un objetivo lejano, sino una decisión consciente y una acción que reemplace la guerra ("Dale una oportunidad..."). También criticó la hipocresía social que normaliza la violencia mientras penaliza el amor y la libertad. Gandhi, por su parte, desarrolló la filosofía de la Satyagraha (fuerza de la verdad/fuerza del alma), que se traduce como la resistencia no violenta. La paz no es solo la meta, sino también el método para alcanzarla. Usar la violencia para obtener la paz es una contradicción. La no violencia no es pasividad o debilidad; requiere una enorme fortaleza moral y coraje para resistir sin recurrir a la agresión. El verdadero poder reside en la voluntad de no dañar. También es interesante la concepción de la paz de Martin Luther King Jr., quien, como discípulo de Gandhi, afirmó que "La injusticia en cualquier parte es una amenaza a la justicia en todas partes". Su lucha por la paz se basó en la justicia social y la igualdad de derechos, utilizando la desobediencia civil pacífica para corregir la discriminación sistémica.

Gómez desarrolló, si no una reflexión luminosa como las anteriores, sí una práctica que le dio un sentido muy concreto a su lema de “Paz y Trabajo”. Como se entendió en su momento, se trataba de la paz de los cementerios y el trabajo forzado de los presos políticos. Hoy se aplica una filosofía muy parecida. Después de leer el informe de la Comisión de establecimiento de hechos de violación de los derechos humanos, donde se documenta los cientos de casos de desaparición forzada, torturas y asesinatos, luego de la contabilidad de presos políticos de PROVEA, a casi un mes de la desaparición de Makario González, a muchos meses de la de Rocío San Miguel, de 15 periodistas, de cientos de ciudadanos, está claro que la paz del grupo en el poder es la misma que buscaba Gómez, adobada por esa gran contribución al pensamiento sobre la paz que fue la frase de “candelita que se prende, candelita que se apaga”. La contradicción a la que se refirió Gandhi: usar la violencia para obtener la paz.

La paz y el amor han sido términos muy manoseados desde Jesucristo, Buda y Mahoma. Otras nociones manoseadas son las de diálogo y negociación. Para Habermas, el pensador alemán, un modelo ideal de habla y diálogo, contrafáctico, es decir, que no se da en la realidad, pero que sirve de guía para la práctica, sería aquel donde no hubiera coacción, ni manipulación, donde las cosas se dijeran sin un objetivo ulterior, distinto al explícito del entendimiento mutuo, o sea, para usarlas en contra del otro. Que se dialogara con sinceridad y respetando la postura del otro. Solo así se podrían llegar a acuerdos sobre el sentido de las palabras, las maneras de verificar las afirmaciones y la validación de las atribuciones de valor. Es decir, el diálogo no tiene que ver con persecución política, tortura, amenazas, coacción, trampas o chantajes.   

No sé si la noción de Habermas del dialogo fue el que inspiró a los rectores de UCAB y UCV para proponer un encuentro entre Maduro y MCM, planteamiento que murió con el mazazo que la dio Diosdado en su programa. Prácticamente, la propuesta se convirtió en una provocación, en una coacción, una maniobra, un motivo de condena. Finalmente, en una amenaza: esa propuesta según Cabello fue urdida en los laboratorios de la Machado y, por tanto, debe ser rechazada sin más, convirtiendo a los rectores en sospechosos de lo peor, independientemente de cuál haya sido su verdadera intención. Sabemos de algunos cambios en la UCAB que parecen motivados por esa coacción. 

Tampoco sé, aunque lo infiero, el sentido del llamado a la “reconciliación” de la rectora de la Universidad de Carabobo, profesora Jessy Divo. Me vino a la cabeza aquel incidente en agosto de 2018, cuando las fuerzas represivas la bajaron de un avión, acusada de extorsión hasta por el propio gobernador Lacava. Si aceleramos la película y llegamos al 2019, conocimos de acuerdos con un miembro del grupo de El Aisami, el entonces ministro de educación Superior, Hugbel Roa, de donde parece que salieron esos bonos especiales para las autoridades ucistas, que irritaron a la mayoría de los muy mal pagados docentes universitarios. Otro salto en el film y en 2021, de pronto, nos encontramos, no solo a la rectora, sino a la mayoría de decanos de la UC, tomándose fotos con Lacava, quien, entonces, aportó para limpiar un poco los terrenos del campus universitario de la UC, recuperar algunos espacios, regularizar los patrullajes del SEBIN por las calles de la Universidad. En fin, esa reconciliación dejaba atrás esa combativa rectora que denunció la acción de la GN en la universidad en aquel ya lejano 2018. Lo llamativo es que la reconciliación tuvo de por medio una “amenaza creíble” de unos años de prisión y luego unos acuerdos de remuneración especial e inversiones. No sé si hubo o hay más, pero es notable ese proceso de reconciliación tan especial, que convirtió a la rectora en una de las promotoras de ese Consejo Nacional de Paz y Soberanía que ahora impulsa el gobierno.

Por supuesto, frente a nuestras costas hay una “amenaza creíble” descomunal, colocada por un presidente norteamericano quien señala a Maduro, Diosdado y Padrino como cabezas de un peligroso cartel. Con el antecedente de Panamá, Irán y la muerte de Bin Laden en operaciones “quirúrgicas”, es de esperar, para justificar el costo diario de ese despliegue naval, alguna acción contra los señalados, ante lo cual se convoca a unos milicianos que poco podrían hacer ante eso, salvo, en el contexto de un “estado de conmoción”, disfrutar el entrenamiento con unos cachitos de jamón y un juguito, dirigir los fusiles contra los “sospechosos” de cada barrio, negociar después esas armas con el hampa o causar problemas a cualquier cambio político que pudiera presentarse. Ante esa amenaza, nos dice un gobierno que amenaza a su población, hay que unirse, reconciliarse, hacer la paz. Pónganse ahí, milicianos, a sacrificarse por estos tipos.   

Por supuesto, la paz que entiende Maduro no es la de Juárez, Lennon, Gandhi o Luther King. Es una paz poniéndole un revolver en la cabeza a la gente. Justo lo contrario a la situación ideal de diálogo de Habermas. Para que esas palabras de paz, unidad nacional y reconciliación signifiquen lo que dicen esos conceptos, hacen falta muchas cosas, como diría Alí: amnistía general o liberación de todos los presos políticos, sin “puerta giratoria”, restablecimiento de las garantías constitucionales, volver al hilo constitucional revisando, de acuerdo a las leyes, las actas del 28 de julio, desconocer decisiones írritas y nulas, incluidas todas esas leyes inconstitucionales del odio, la mal llamada con  el nombre del Libertador, etc. 

La nación no es el régimen de Maduro, Cabello, Padrino, los Rodríguez. La Nación somos todos. La Unidad solo sería factible a partir de un acuerdo general que recoja las grandes conquistas democráticas del pueblo venezolano. La Unidad Nacional debe ser en torno a la Constitución. 

 

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