China acelera el ritmo por pisar la Luna en el 2030 o antes

Martes, 26/08/2025 11:33 AM

Xi Jinping y el programa lunar de China para llegar al astro espacial
Credito: Agencias

Las sirenas de alarma han sonado en la Casa Blanca durante la primera quincena de agosto y también en la sede central de la Administración Nacional de la Aeronáutica y el Espacio (NASA) en Washington y en el Centro Espacial Kennedy de Florida.

Los sistemas de alerta han aullado de modo escandaloso e intermitente, para avisar a las altas autoridades y a los representantes políticos norteamericanos que China está a pocos pasos de dar una campanada. Pero no para estrangular la cumbre de Alaska entre Vladimir Putin y Donald Trump o pitorrearse del choque de intereses comerciales entre la Unión Europea y Estados Unidos.

Las luces rojas que han parpadeado en el Despacho Oval y en muchos centros e instituciones federales del tejido espacial han saltado a causa de los importantes avances logrados por el presidente Xi Jinping, en su irrefrenable voluntad de que una pareja de astronautas chinos ponga sus pies sobre la Luna en 2030… o incluso antes, para ganar la singular partida de ajedrez que juega con Trump en el gran tablero del cosmos.

Y es que, aunque a la zaga de Estados Unidos, el metódico programa lunar de China ha dado en poco tiempo una serie de importantes saltos adelante. Un ejemplo es que, a mediados de agosto, la Academia China de Tecnología de Vehículos de Lanzamiento (CALT) ‒la gran corporación industrial estatal del sector espacial domestico‒, ha practicado el primer encendido estático de los siete motores-cohete YF-100K de la etapa principal de propulsión del Larga Marcha 10, el nuevo y potente vector que debe transportar a los astronautas chinos a las cercanías de la Luna.

Una decena de días antes de la prueba de los motores, el 6 de agosto, la Agencia Espacial de Vuelos Tripulados de China ‒CMSA por su acrónimo en inglés‒ anunciaba a través de la agencia de prensa estatal Xinhua que había ensayado "con completo éxito" en un campo de pruebas cercano a Pekín el descenso y despegue de un modelo a escala del módulo de superficie lunar tripulado Lanyue, que en español significa abrazar la Luna, que debe posar a los astronautas chinos sobre el suelo lunar.

Los técnicos de la CMSA bajo la dirección de su máximo responsable desde julio de 2018, el profesor Hao Chun, han dado un "paso clave", asegura Xinhua, al tratarse de la "primera vez" que ha sido posible verificar las capacidades de Lanyue, la astronave desarrollada para alunizar con dos astronautas a bordo, escapar de su atracción, alcanzar la cápsula Mengzhou que esperará en órbita y regresar a la Tierra con la tripulación sana y salva.

Lanyue transportará hasta el suelo de Selene a los astronautas con sus diversos equipos científicos y de pruebas, que todavía no han sido desvelados. Tras alunizar, se constituirá en fuente de energía, soporte vital y centro de datos, para que los elegidos pueden recolectar regolito ‒una especie de arena y polvo lunar‒, rocas y llevar a cabo experimentos que hasta el momento tampoco han sido dados a conocer.

A los ensayos anteriores se suma el no menos importante efectuado a mediados de junio. Consistió en evaluar el sistema de aborto y escape de emergencia de los astronautas a bordo de la nueva cápsula tripulada Mengzhou, cuyo significado en español es navío de los sueños. Posicionada en la parte alta del lanzador Larga Marcha 10, es el mecanismo encargado de extraer la astronave del cohete y poner a salvo a sus pasajeros en caso de malfuncionamiento del cohete.

No cabe duda de que la carrera espacial 2.0 que mantienen China y Estados Unidos ha entrado en su quinquenio final. Contienda incruenta de gran transcendencia en todos los sentidos, exige disponer y utilizar con éxito las nuevas tecnologías que deben facilitar que los seres humanos vuelvan a caminar por la superficie lunar en el siglo XXI y explorarla con mayor grado de detalle. El primero en lograrlo y mantener el esfuerzo, ya sea Pekín o Washington, se constituirá en la indiscutible súper potencia hegemónica espacial a escala global.

La ventaja en la competición tecnológica entre Pekín y Washington estaba en 2022 en las manos de la NASA y su ambicioso programa Artemis, concebido para que los astronautas norteamericanos regresen a la Luna, la exploren en profundidad y sienten las bases para la llegada de los seres humanos a la superficie de Marte. Pero las tornas han cambiado.

Una NASA descabezada y desconcertada frente a una CNSA renovada

Las actividades del programa lunar tripulado chino han sido sometidas a una aceleración, que coincide con la incorporación a la dirección de la Administración Nacional del Espacio de China ‒CNSA por su acrónimo en inglés‒, la organización equivalente a la NASA, del ingeniero Shan Zhongde, ex viceministro de Industria e Información Tecnológica y ex director de la Universidad de Aeronáutica y Astronáutica de Nanjing.

El puesto de Shan Zhongde es de un enorme poder, ya que lleva aparejado el de director de la Autoridad Nacional de la Energía Atómica y jefe de la Administración Estatal de Ciencia, Tecnología e Industria de la Defensa Nacional. Shan Zhongde, de 54 años, releva a Zhang Kejian, de 63, que estaba al frente de la CNSA desde mayo de 2018.

Por el contrario, la NASA se encuentra descabezada, sumida en el desconcierto y con el programa Artemis de retorno a la Luna en el limbo. Trump ha anticipado que quiere reducir de forma drástica los presupuestos de Ciencia de la Agencia, ha ordenado bajas forzosas de funcionarios, y al frente de la estratégica organización ha colocado hace pocas semanas a un administrador interino. Es Sean Duffy, un abogado, político y ex presentador de televisión de 53 años, que compagina el cargo con el de secretario de Transportes, puesto para el que fue nombrado en enero pasado.

Sustituye con carácter provisional al millonario y astronauta Jared Isaacman, amigo de Elon Musk, que Trump había nominado para asumir la dirección de la agencia espacial y que contaba con el apoyo del sector industrial espacial. Sin embargo, la ruptura de relaciones amistosas entre Musk y Trump ha provocado que Isaacman fuera descabalgado en mayo, cuando ya había superado el examen al que el Senado somete a los altos cargos que propone la Casa Blanca.

Atrás queda la misión lunar no tripulada Artemis I de la NASA, que voló al espacio con aparente éxito hace casi tres años ‒del 16 de noviembre hasta el 11 de diciembre de 2022‒, con el presidente Biden en la Casa Blanca. Su objeto era evaluar la viabilidad del potente lanzador SLS y la nueva cápsula tripulada Orión, que deben ser los medios de transporte de los nuevos exploradores del satélite natural de la Tierra.

Desde entonces se han sucedido los retrasos en las siguientes misiones lunares. Artemis II, como muy pronto, no despegará hasta abril de 2026, y aunque será un vuelo tripulado, sus ocupantes no bajarán a la Luna. Para medidos de 2027 está prevista Artemis III, que debe ser el primer alunizaje de astronautas desde el Apolo 17 en el año 1972. Le deberían seguir las misiones Artemis IV, en septiembre de 2028, y Artemis V, la última de las programadas hasta el momento. Lo que ocurra está en manos de Trump, de su inexistente política espacial nacional y de quien designe como jefe de la NASA.

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