Un Luthier en Tovar: Luiz Zambrano García ("Ringo")

Miércoles, 17/09/2025 05:05 AM

La longeva y desvencijada guitarra llena de polvo, colgada en la pared durante años, indicó que era tiempo de restaurarla. Al otro día coincidí con Luis, reconocido luthier de Tovar. Le hablé sobre la condición de la guitarra y responde: “no hay problema, tráemela y la reparo”. Surge así la pregunta: ¿qué es un luthier? Parece una palabra pretenciosa adjudicada a la persona que fabrica instrumentos de cuerda. Se considera luthier o lutier al artesano, técnico, músico, artista o poeta (en cuanto creador) que, entre otras actividades afines, construye, restaura, ajusta y hace mantenimiento de artefactos musicales; pero no sólo de cuerda y madera. 

En principio consistió en un oficio de la cofradía de ebanistas y carpinteros, pero evoluciona desde su inicio en la Europa del Medio Evo hasta la contemporánea instrumentación electrónica digital que requiere la participación de dicho profesional. De forma etimológica el sustantivo “luthier” proviene del término francés luth, voz que deriva de العود al-ʿūd, del árabe laúd en alusión a la madera. Desde la 23ª edición del Diccionario de la Real Academia Española el galicismo “luthier” se registra en castellano con la palabra lutier. Respecto a este arte hay numerosa referencia bibliográfica para los interesados en su conocimiento.

La semana siguiente con la guitarra llegué a la casa de Luis Zambrano García o “Ringo” (como de manera afectuosa le dicen en el pueblo), en la carrera dos a pocos metros de la Plaza Carabobo, sector El Añil. Me invita a traspasar el umbral. En la entrada expone sus esculturas de madera y metal relativas al cuatro. Luego toma de la vitrina un artístico estuche y saca un violín hecho por él, vaciado en bronce con detalles de prolija ejecución. Maravillado lo sostengo y percibo su exacta reproducción, además del peso, la solidez y el sentido estético. 

En esa circunstancia se entiende que Luis es un creador (Catálogo del Patrimonio Cultural Venezolano, 2004-2006, Municipio Tovar, IPC, Ministerio de la Cultura, ME 21:43) como lutier y músico participante en distintas agrupaciones. De niño y adolescente asistió al Taller Integral de Artes “Elbano Méndez Osuna”. La notable Escuela instituida en 1973 por el mencionado maestro, pintor y docente, adscrita al Inciba; luego Conac y hoy Ministerio del Poder Popular para la Cultura. Fue el sueño y el legado quijotesco de Elbano para la formación cultural de los habitantes de la comarca nativa sin ninguna distinción, edad ni origen; el arte de y para todos. A partir de su Academia comenzó la historia de “Los pintores de Tovar”.

Si bien ya había una tradición de intelectuales, escritores y poetas, de cultores en diversas áreas del arte y en especial de músicos desde la fundación de la villa; debido en parte a la jovialidad popular y al notable ancestro andaluz. En correlato se realizó varias ediciones del Festival del Violín de Los Andes. Además, con música celebran la feria taurina más antigua y prolongada de Venezuela. No obstante, la corrida de toros no es tolerada por numerosas personas que la considera un acto cruel y primitivo, pese a la apariencia atractiva de su parafernalia, exhibe la tortura del sensible vacuno por parte del bípedo animal.  

La institución forjada por el romántico Méndez Osuna fue intrigada por la mezquindad, el egoísmo, la arrogancia, el oportunismo, el desconocimiento del proceso cultural, histórico y social, además del fanatismo político de quienes, por un honorable deber ético frente a la herencia cultural, debieron velar por la permanencia del Taller que tantas privaciones costó al profesor. Entonces, al contrario, lo condujeron a la decadencia y desaparición. La avanzada propuesta del diseño curricular de Elbano, en cuanto docente y pionero, constituye un paradigma antropológico de adiestramiento en el arte holístico, inspirado en la formación de los artistas integrales del Renacimiento; como Da Vinci y Miguel Ángel, entre los demás. Creadores que no sólo fueron pintores. También eran músicos, filósofos, escritores, poetas, dramaturgos, arquitectos, escultores, dibujantes, diseñadores, ceramistas, artesanos. Del mismo modo EMO concretó el proyecto curricular infiltrado por el vanguardismo del movimiento y escuela de la Bauhaus alemana (revisar en: V. Ch., A., Elbano Méndez Osuna: artista y pedagogo, Manifestación estética en Tovar, Solar, Mérida 1998:17-57)     

El taller de Luis está en el tercer nivel de la casa. Se observan cuatros, guitarras, violines, mandolinas, violas, violonchelos, entre otros que elabora y renueva, junto a diferentes herramientas y materiales. Señala hacia un arpa que fabrica y comenta sobre los músicos y compositores que viven en la zona, como el excelente arpista internacional José Zerpa, quien reciente viajó a la eternidad, y Juan Ramón Suárez Zambrano; cuyo nombre lleva la Escuela Regional Alma Llanera, en virtud de su mérito artístico. Asimismo, la presencia del núcleo local de la Orquesta Sinfónica Nacional, entre múltiples asociaciones. 

Zambrano García expresa con respeto sobre la unión de la comunidad de los músicos que facilita el trabajo en equipo, una actitud indispensable para la interpretación melódica. Como individuos no son individualistas, pero sí humildes (objetivos) y solidarios, puesto que en general “no se pisan la manguera”, de lo contrario sería imposible hacer música; la más real de las artes, según Aristóteles, porque no imita la naturaleza o la realidad. Siendo ella misma lo real, ya que nace de la naturaleza del músico como tal.

De hecho, ¿de qué manera una persona se convierte en lutier? ¿Hay academias para estudiar “luthería”? Instituciones de ese arte están en Oaxaca, Buenos Aires y La Habana Vieja; donde emplean métodos de labor manual, realización de proyectos y estudios teóricos. Aunque por tradición ha sido un sistema de enseñanza y aprendizaje, de adiestramiento práctico del instructor al aprendiz con el giro sensible del secreto esotérico en la manufactura del instrumento al oído. También como transmisión familiar. Es el caso de Luis que aprendió de su padre, don Luis Zambrano y éste del abuelo, el procedimiento y la experiencia de la “luthería”; de igual manera aquél lo instruyó en la ejecución de instrumentos de cuerda. 

La conversación fluye. Mientras en el tejado del vecindario bandadas de canarios trinan, discuten y meriendan. El amarillo de tales avecillas es común en ese valle, junto a otras de brillante plumaje, al modo peculiar del multicolor despliegue de vivaces guacamayas en Caracas. “Ringo” afirma que elabora maracas por encargo. Antes las hacía de taparas, pero para construir una vivienda talaron el único árbol en un terreno cercano. ¿Quizás por el clima en la región es difícil encontrar un taparo? Por ello decidió elaborarlas con fibra de vidrio ya que produce un repiqueteo armónico, es resistente y no se fractura. Colocó una pista de música criolla y al unísono con maestría toca las maracas. Agrega sobre el valor alcanzado por ese instrumento en la orquesta sinfónica. 

A propósito, se recordó la leyenda urbana del maraquero del Llano venezolano y los Rolling Stones. Cuando éstos en los años sesenta ensayaban Symphaty for the Devil (Simpatía por el Diablo) en un viejo y abandonado teatro de Londres. Allí en la noche se refugiaba el maraquero para dormir y protegerse del intenso frío. Él, al oír el pegajoso rock, detrás del telón comenzó a repicar las maracas y los músicos sorprendidos no lo veían. Buscaron de dónde provenía el sonido.  Ubicándolo le invitan a acompañarlos en la interpretación. Así incluyen la pulsación de las maracas en aquélla obra musical.

¿Hay en Tovar otras personas que practican el oficio? Luis responde afirmativo. Sin embargo, reflexiona, dice que en esta época no es fácil trabajarlo debido a la diaria urgencia económica y tener que resolver la estabilidad mediante otras actividades. Lo cual crea un problema existencial. Ya que la “luthería” requiere constancia, disciplina y dedicación, para tener resultados favorables. Por ello, tanto Luis como sus colegas, buscan en la medida de lo posible dedicar mayor tiempo al oficio. Cuenta que, en la capital durante una reunión entre el ministro de Cultura y representantes del gremio de lutieres del país, le plantearon que ellos podían elaborar los instrumentos de cuerda con la condición que el Ministerio les proporcionara los insumos y recursos indispensables. Sugerencia que hicieron al ser testigos impresionados por la compra que hizo la nación a otro país de una enorme cantidad de cuatros que ellos podían hacer. 

Zambrano aclara que, a manera de tecnólogo, junto a otros compañeros lutieres, pueden fabricar un artefacto programado para elaborar en serie las piezas de los instrumentos y ensamblarlos. Sólo necesitan el apoyo del Estado. Narra que cuando su padre vivía fabricaban cuatros y guitarras que distribuían en San Cristobal. Pero circunstancias difíciles impidieron que la producción se mantuviera. Trae a la memoria el asombro que en su niñez le causaba la creatividad de don Victorino, un lutier que residía en Loma de la Virgen, pues, en una semana construía diez cuatros impecables con pocas herramientas; incluso usaba un viejo serrucho. 

Al momento muestra el interior de una guitarra y revela el misterio de la melódica armonía polifónica que brota del corazón de la caja, es decir, de la armadura de piecitas de madera ubicadas en el sitio preciso donde florece el espíritu del instrumento. Manifiesta que la magia de la “luthería” como emigrante lo encaminó hacia Guayaquil, Ecuador, la ciudad de la histórica entrevista entre San Martín y El Libertador. Allí estableció su taller. Fabricaba instrumentos y atendía la petición de los músicos. Así, descubrieron la amistad y animados ensayaban composiciones latinoamericanas. Cierto día decidió regresar. Mientras veía volar el paisaje en el horizonte de vuelta al terruño, afinó su cuatro y de “Un solo pueblo”, cantó: “! Viva Venezuela mi patria querida/ quien la libertó mi hermano fue Simón Bolívar ¡”.  

 
arjevach@gmail.com

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