Un análisis exhaustivo de las incertidumbres y el potencial de mitigación forestal

El presupuesto global de carbono y las emisiones fósiles de Venezuela

Lunes, 08/12/2025 06:39 AM

El presupuesto global de carbono (PGC) se erige como un marco analítico indispensable y de rigor científico para rastrear la compleja dinámica del ciclo biogeoquímico del carbono y evaluar, con precisión crítica y granular, la respuesta del planeta a la creciente y acelerada emisión antropogénica de dióxido de carbono (CO₂). Este estudio, de naturaleza exhaustiva y profundamente contextual, profundiza en los resultados más recientes y actualizados del PGC, cubriendo el periodo de análisis crítico 2024–2025. Su enfoque principal es desglosar la contribución específica y la singularidad de las emisiones fósiles generadas por Venezuela dentro del contexto amplio y riguroso establecido por el Global Carbon Project (GCP), una referencia científica ineludible en la materia.

Una sección central y de crucial relevancia de esta investigación consiste en el examen crítico de las profundas incertidumbres, los desafíos metodológicos y las barreras institucionales que caracterizan al balance regional de carbono en Venezuela. Esta complejidad se ve exacerbada por la variabilidad endémica de la información estadística, la fragmentación de la gobernanza ambiental y la naturaleza cambiante e inestable de los sistemas de producción y el consumo energético. Crucial a este análisis es la discusión detallada y prospectiva del sector forestal, identificándolo no solo como un sumidero de carbono de importancia crítica y una estrategia fundamental para la mitigación climática estructural, sino también como un vector de desarrollo capaz de impulsar una diversificación productiva sostenible, resiliente y de alto valor en el país, disminuyendo progresivamente la dependencia histórica, profunda y riesgosa de los hidrocarburos.

La capacidad intrínseca del PGC para cuantificar con una precisión sin precedentes las fuentes de CO₂ (principalmente la quema de combustibles fósiles, la producción industrial y el cambio de uso del suelo) y su posterior redistribución y absorción por los sumideros naturales (la atmósfera, el océano y la biosfera terrestre) es la base fundamental sobre la que se sustenta la modelización predictiva del cambio climático. Por ende, es la herramienta sine qua non para la formulación de políticas climáticas nacionales e internacionales que sean efectivas, ambiciosas y rigurosamente basadas en evidencia científica sólida. En este escenario global de transición energética y climática acelerada, Venezuela presenta una singularidad geopolítica y económica definida por dos pilares ineludibles y a menudo contradictorios: su histórica y profunda dependencia de la renta petrolera como motor económico primario, generador de la mayor parte de sus emisiones; y la impostergable necesidad estratégica de potenciar, proteger y gestionar de manera sostenible sus vastos, biodiversos y vitales sumideros forestales, particularmente los ecosistemas de la Amazonía venezolana y la Guayana. La gestión climática de Venezuela debe, por lo tanto, balancear la urgencia de descarbonizar su matriz energética y reducir el desperdicio (como el flaring) con la oportunidad de capitalizar su ingente capital natural forestal para la mitigación y la adaptación climática.

Resultados Globales Recientes y la Persistencia del Desequilibrio

El panorama global del carbono en 2024 se presentó notablemente complejo e inquietante, confirmando una tendencia de incremento persistente, inaceptable y acelerado en la concentración atmosférica de CO₂. Los datos consolidados para el periodo reflejan que las emisiones fósiles (EFOS) alcanzaron la cifra de 10,3 ± 0,5 GtC/año (Gigatoneladas de Carbono por año), denotando un crecimiento continuado a pesar de la retórica internacional de reducción. Paralelamente, las emisiones derivadas del cambio de uso del suelo (ELUC), predominantemente la deforestación y la degradación de ecosistemas, se estimaron en 1,3 ± 0,7 GtC/año. El total de emisiones antropogénicas resultante fue de 11,6 ± 0,9 GtC/año, lo que se traduce en la emisión de 42,4 ± 3,2 GtCO₂/año a la atmósfera.

La atmósfera, principal y más vulnerable receptor de estas emisiones, absorbió la mayor parte, 7,9 ± 0,2 GtC/año, lo que se tradujo en un preocupante incremento en la concentración de 3,73 ppm (partes por millón) en un solo año, elevando la concentración media global a 422,8 ppm. Este nivel es dramáticamente superior al nivel preindustrial de 278 ppm, subrayando la alteración fundamental del sistema climático. Paralelamente, los sumideros naturales demostraron una capacidad de absorción insuficiente y estresada: el océano, operando como un amortiguador térmico y químico, capturó 3,4 ± 0,4 GtC/año, mientras que la biosfera terrestre 1,9 ± 1,1 GtC/año. Es imperativo notar la considerable variabilidad e incertidumbre (± 1,1 GtC/año) asociada a los modelos que estiman la captura terrestre por la vegetación, lo que refleja la complejidad de los ecosistemas y la necesidad de mejorar el monitoreo.

El resultado más crítico y científicamente alarmante fue un desequilibrio negativo en el presupuesto (BIM, por Budget Imbalance) de −1,7 GtC/año. Este déficit sugiere una de dos posibilidades (o, lo más probable, una combinación de ambas): que la capacidad de absorción de los sumideros oceánicos y terrestres ha sido estructuralmente sobreestimada por los modelos climáticos actuales, o que las emisiones reales antropogénicas no reportadas o mal contabilizadas fueron subestimadas.

Los datos preliminares de 2025 agudizan aún más la preocupación global, al confirmar la tendencia al alza: las emisiones fósiles experimentaron un aumento de +1,1 % respecto al año anterior, y la concentración atmosférica alcanzó las 425,7 ppm. Este valor sitúa la concentración de CO₂ en la atmósfera un 52 % por encima del nivel preindustrial. Este comportamiento global subraya que, a pesar de los acuerdos y compromisos internacionales (como el Acuerdo de París), las emisiones globales continúan creciendo, y la atmósfera acumula CO₂ a un ritmo superior a la capacidad de compensación y absorción de los ecosistemas naturales. La conclusión global es categórica: el mundo persiste en una trayectoria de emisiones insostenible e incompatible con los objetivos de limitar el calentamiento a 1.5°C, y las incertidumbres del balance reflejan tanto las limitaciones de la ciencia climática como la imperiosa necesidad de adoptar políticas de mitigación exponencialmente más ambiciosas, no solo en la reducción, sino en el fortalecimiento de la capacidad de captura natural.

Venezuela en el Presupuesto Global: Dependencia y Contracción No Estructural

El análisis detallado de las emisiones fósiles (EFOS) de Venezuela revela una trayectoria marcadamente dual y dependiente de la dinámica geopolítica y económica interna. El país alcanzó su pico histórico de emisiones alrededor de 2013–2014, con cifras cercanas a 198 MtCO₂ (Megatoneladas de CO₂), de las cuales más del 50 % provenía directamente de la producción y consumo de petróleo, complementado por una fuerte contribución del gas natural, en gran parte asociado a la industria extractiva.

Desde ese máximo, las emisiones han experimentado una caída drástica y constante, estabilizándose en el rango de 110–120 MtCO₂ durante el período 2022–2024. Es fundamental contextualizar esta reducción: lejos de ser el resultado de una política climática proactiva, una estrategia de descarbonización planificada o una transición energética estructural, esta disminución se atribuye principalmente a la severa contracción económica del país y al colapso de su producción de hidrocarburos.

Desglose Crítico de las Fuentes de Emisión (2022–2024):

Fuente

Contribución Característica

Implicaciones Estructurales

Petróleo

Más del 50 % del total

Se mantiene como la fuente dominante absoluta, reflejando la persistente matriz productiva y el consumo interno.

Gas Natural

Alrededor de 40 MtCO₂

Se mantiene relativamente estable, asociado a la producción, el procesamiento y el consumo interno (residencial e industrial).

Flaring (Quema de Gas)

Aproximadamente 15–16 MtCO₂

Persiste en niveles elevados e inaceptables, indicando una grave ineficiencia energética y un problema estructural evitable, representando un desperdicio de carbono y un contaminante directo.

Cemento

Aproximadamente 1 MtCO₂

Aporta una fracción marginal al total de emisiones fósiles, reflejando la baja actividad del sector de la construcción.

Fuente : Friedlingstein et al. 2025, Elaboración propia

La comparación directa entre el máximo de 2013–2014 y 2024 muestra una reducción neta de más de 80 MtCO₂ en las emisiones totales. Sin embargo, esta cifra no debe ocultar la realidad fundamental de que la estructura de las fuentes de emisión permanece inalterada y altamente dependiente: Venezuela sigue estando profundamente supeditada a la explotación y procesamiento de petróleo y gas. Este patrón subraya un desafío crítico para la mitigación creíble: la reducción observada es coyuntural y reversible, no obedece a factores de política climática deliberada. Esto sugiere una alta vulnerabilidad a un repunte acelerado de emisiones si la producción de hidrocarburos se recupera sin una política robusta e implementada de descarbonización.

En términos per cápita, las emisiones venezolanas se sitúan en torno a 4 tCO₂/persona, una cifra que, aunque disminuida por la contracción, sigue siendo alta en el contexto regional latinoamericano y en comparación con países que no tienen una base industrial tan fósil. Esta realidad refuerza la urgencia de diversificar la matriz productiva y, crucialmente, maximizar el potencial estratégico del sector forestal como sumidero de carbono. Regiones megadiversas como la Amazonía venezolana y la Guayana ofrecen oportunidades estratégicas únicas para programas ambiciosos de reforestación a gran escala, restauración de ecosistemas degradados y la implementación transparente y efectiva de mecanismos como REDD+ (Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación Forestal). Estos esfuerzos podrían compensar una porción significativa de las emisiones fósiles residuales y, simultáneamente, abrir una vía de acceso vital a mecanismos de financiamiento verde internacional.

En síntesis, la trayectoria de emisiones de Venezuela es una narrativa de contracción económica y no de mitigación estructural. La estrategia técnica de mitigación debe enfocarse primordialmente y de manera inmediata en la reducción de las emisiones por flaring (el gas quemado es carbono desperdiciado y un contaminante directo) y en el fortalecimiento, la gestión científica y la protección de los sumideros forestales, integrando estas acciones en políticas nacionales coherentes, articuladas y sustentadas por la cooperación internacional hacia un modelo de desarrollo económico más resiliente y sostenible.

Incertidumbres Regionales: Barreras para la Mitigación Basada en Evidencia

La estimación precisa y creíble de las emisiones y de la capacidad de absorción de carbono en Venezuela se enfrenta a un conjunto de profundas incertidumbres que obstaculizan y hacen ineficiente el diseño de políticas de mitigación informadas, robustas y elegibles para financiamiento internacional.

  1. Estadísticas Energéticas Incompletas y Opacas: La crónica falta de transparencia, consistencia y exhaustividad en la recopilación y publicación de las estadísticas energéticas nacionales obliga a la dependencia de ajustes metodológicos internacionales y de estimaciones externas. Esto invariablemente genera discrepancias significativas entre los datos oficiales reportados y los cálculos globales de organismos como el Global Carbon Project. Esta opacidad institucional es una barrera fundamental para la construcción de series históricas de emisiones confiables, la proyección de escenarios futuros y la evaluación rigurosa de las tendencias de mitigación.

  2. Deficiente Documentación del Uso del Suelo (ELUC): Existe una ausencia crítica de documentación sistemática, actualizada y georreferenciada sobre los procesos de deforestación y, crucialmente, sobre la regeneración y degradación forestal. Sin inventarios nacionales robustos, periódicos y con un sistema de Monitoreo, Reporte y Verificación (MRV) auditable, resulta imposible determinar con precisión el impacto neto de la pérdida de cobertura boscosa sobre las emisiones de carbono (ELUC). De igual modo, se subestima el potencial real de recuperación y regeneración de los ecosistemas en términos de captura de CO₂.

  3. Alta Variabilidad e Incertidumbre de los Sumideros Forestales: La gran heterogeneidad y complejidad de los ecosistemas forestales, especialmente en las vastas, inexploradas y biodiversas regiones de la Amazonía y Guayana, combinada con la falta de monitoreo continuo y a largo plazo, introduce una gran incertidumbre en la estimación de la capacidad real de absorción de carbono. Los modelos globales pueden sobrestimar la captura en ciertos tipos de bosque (como los de sabana) o, por el contrario, subestimar el potencial real de mitigación en bosques primarios. Esta variabilidad compromete la credibilidad de los balances de carbono nacionales ante foros internacionales.

  4. Distribución Regional Desigual de las Emisiones: Las emisiones no están distribuidas de forma homogénea en el territorio, lo que requiere un enfoque de mitigación regionalizado y adaptado a las dinámicas socioeconómicas y geográficas:

    • Oriente (Faja Petrolífera del Orinoco): Concentración alta y crítica de emisiones asociadas a la explotación intensiva de petróleo pesado y extrapesado, y, notablemente, al ineficiente y masivo flaring.

    • Occidente (Zulia y Andes): Emisiones más vinculadas al consumo de gas, al parque automotor y a la producción de cemento, reflejando una matriz económica más diversificada pero aún dependiente de combustibles fósiles.

    • Amazonas y Guayana: Regiones de baja intensidad fósil, pero que representan el potencial estratégico e irremplazable de sumideros forestales. Su aporte de captura de CO₂ está subestimado en el balance nacional actual y podría ser un factor decisivo para alcanzar un balance nacional más favorable si se gestionan adecuadamente y se protegen de la deforestación.

En resumen, la superación de estas incertidumbres pasa por el fortalecimiento urgente de los sistemas de información, la reconstrucción de la capacidad institucional de monitoreo y reporte, la integración de metodologías internacionales estandarizadas con datos locales georreferenciados, y el reconocimiento explícito de la diversidad regional como un factor determinante para la planificación de estrategias de mitigación hiper-precisas y efectivas.

Discusión y el Protocolo Forestal Nacional Propuesto

La discusión sobre el rol del sector forestal en la estrategia climática de Venezuela se basa en una premisa ineludible: el país posee una alta intensidad fósil per cápita y un problema estructural de flaring que no permite una mitigación inmediata y profunda a través de la descarbonización energética en el corto plazo. La reducción de emisiones, al ser coyuntural y por colapso económico, no brinda la resiliencia ni la seguridad de un compromiso climático firme. En este contexto, el sector forestal se posiciona no solo como una solución de mitigación ambiental complementaria, sino como un activo estratégico capaz de generar beneficios económicos, sociales y de gobernanza fundamentales, impulsando una verdadera senda de desarrollo sostenible.

Se propone la implementación de un Protocolo Forestal Nacional estructurado sobre cinco ejes complementarios e interdependientes, diseñados para transformar la debilidad de la dependencia fósil en una oportunidad de capital natural:

  1. Creación de Inventarios Nacionales de Carbono Forestal (INCF) Robustos: Este es el pilar de la credibilidad internacional. El objetivo es establecer, con el apoyo de tecnología satelital y verificación en campo, un sistema robusto y transparente de Monitoreo, Reporte y Verificación (MRV) para cuantificar de manera confiable, auditada y periódica la captura y el almacenamiento de carbono en la biomasa forestal y los suelos. Sin datos verificables, es imposible demostrar avances en mitigación ante la comunidad internacional o acceder con éxito a los mercados de financiamiento climático.

  2. Implementación de Programas REDD+ (Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación Forestal) Estratégicos: Estos programas deben ser orientados estratégicamente a las zonas de mayor riesgo de deforestación y con el mayor stock de carbono, contando con el apoyo técnico y financiero de la cooperación internacional para garantizar su sostenibilidad a largo plazo. REDD+ no solo promueve la conservación de ecosistemas biodiversos, sino que también genera incentivos económicos directos y derechos territoriales para las comunidades locales y pueblos indígenas por la gestión sostenible de sus territorios.

  3. Reforestación y Restauración Estratégica con Foco Ecosistémico: Esta acción debe priorizarse en cuencas hidrográficas críticas (para asegurar el suministro de agua y la resiliencia hídrica), áreas severamente degradadas por la minería o la agricultura no sostenible y corredores biológicos clave (para fortalecer la conectividad ecosistémica y la biodiversidad). El incremento de la cobertura forestal no solo aumenta la capacidad de captura de carbono, sino que también recupera servicios ecosistémicos esenciales como la regulación hídrica, la protección del suelo y la conservación de la biodiversidad.

  4. Integración y Coordinación Interinstitucional Obligatoria: Se requiere una coordinación obligatoria, vinculante y con indicadores claros de desempeño entre los Ministerios de Ambiente, Energía, Agricultura y Planificación. La vinculación explícita entre los objetivos de reducción de emisiones fósiles (principalmente flaring) y los objetivos de compensación y captura forestal es esencial para construir una hoja de ruta climática nacional coherente y maximizar las sinergias entre sectores tradicionalmente aislados.

  5. Cooperación Internacional y Acceso a Financiamiento Verde: Este eje busca posicionar los vastos bosques venezolanos como activos de valor estratégico y global en la agenda climática. La gestión forestal eficiente, transparente y verificable debe ser la llave de acceso para fondos climáticos internacionales (como el Fondo Verde del Clima), mercados de carbono voluntarios y financiamiento para la adaptación y diversificación productiva.

En esencia, el Protocolo Forestal Nacional aspira a trascender la mera mitigación. Busca transformar el sector forestal en un motor de desarrollo económico sostenible, resiliente y diversificado. La narrativa estratégica para el país es clara: Venezuela posee los recursos naturales para convertir sus bosques en una ventaja competitiva de valor global en la lucha contra el cambio climático, siempre y cuando logre resolver sus déficits estadísticos, fortalecer la gobernanza ambiental, empoderar a las comunidades locales y capitalizar las oportunidades de financiamiento internacional.

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