Nada incomoda más, a quienes tienen por costumbre el engaño y la calumnia, que la verdad, pues, aunque traten de desvirtuarla, ésta siempre termina por imponerse en la conciencia de la gente. He leído con detenimiento toda la discusión dada en torno a las votaciones ocurridas el domingo 20 de octubre pasado, desde las causas y el significado de sus resultados hasta los escenarios posibles que se abren en la lucha política venezolana, pasando por el número de votantes que las alimentó, sobre el cual se han centrado la mayoría de las discusiones. Lamentablemente, las ideologizaciones, los fanatismos, los odios y los prejuicios, no le han permitido a la mayoría intelectual involucrada en las disputas, acertar en el análisis de una realidad que, aunque muy cambiante, pudiera significar el inicio de otra etapa política nacional, parecida a las ya vividas con Carlos Andrés Pérez y Hugo Chávez Frías.
Pese a todos los vaticinios, a las amenazas gubernamentales, a las divisiones internas y a las contradicciones y enfrentamientos dentro de su propio seno, la comisión que se encargó de la tarea de realizar las elecciones primarias, la culminó exitosamente. Y, por favor, no salgan a decirme que se tardó más días que Tibisay Lucena en dar los resultados, ni que el propio Prósperi no sabía dónde votar. El hecho es que se realizó, hubo gente que salió a votar pese al fuerte aguacero con que la naturaleza las quiso detener y hoy hay una nueva situación política derivada de sus resultados, así la misma no nos guste. Tan importantes han sido que la alta dirigencia del gobierno, de Maduro para abajo, se ha encargado de demostrarlo con sus acciones políticas de descalificación de las mismas, a las que suman la absurda, ilegal y delictiva pretensión de judicializarlas como si se trataran de un delito. ¡Fraude! Gritan, aunque ellos no participaban, ni eran de su incumbencia.
¿Fraude a quién? ¿Acaso le hicieron trampa a Diosdado? ¿Es que había alguien del gobierno participando y no lo sabíamos, y no ganó por la trampa que le hicieron? ¿Acaso están defendiendo los reclamos de Prósperi, a quien ni Ramos Allup apoya hoy? No sabía que les importara tanto ese líder adeco. En 2021, en las primarias del PSUV, con un número similar de mesas electorales, votaron 3 millones y medio de personas, más de 1 millón de las que votaron en las primarias del domingo 20 de este mes. ¿Será que la Fiscalía va a abrir una investigación de ese caso, en el que el supuesto fraude ha tenido que ser mayor? Si se cuestiona que los votantes de las primarias no pueden ser más de dos millones, porque con ese número de mesas es imposible: ¿Por qué hace 2 años sí fue posible que votaran incluso 51 por ciento más electores con el mismo número de mesas? ¿Quién me lo responde y me convence?
¡Claro! Entiendo perfectamente que, con una oposición extremista beligerante, acostumbrada a abultar resultados en este tipo de eventos, y un gobierno también tramposo, que ha incurrido en una práctica similar, la desconfianza e incredulidad sean el denominador común entre los protagonistas de la tragedia venezolana. Y es lógico esperar que éstas sensaciones hayan sido trasladadas a la población general, que termina tomando posiciones impulsada por sus ingentes necesidades, su deseo de salir de las carencias en que se encuentra y su sensación de quién es su más claro, decidido y valiente defensor, generalmente atendiendo a criterios mesiánicos, que con seguridad los llevará a equivocarse como ocurrió, entre otros, con Hugo Chávez Frías. Pero volviendo sobre las elecciones y a la discusión sobre su carácter masivo o no, quizás es bueno conocer las características de ese proceso y no aplicarles criterios matemáticos para eventos de naturaleza totalmente distinta.
Analizar la votación de las primarias, como si se tratara de una elección de las que organiza el CNE es totalmente improcedente. Suponer que se trata de mesas electorales homogéneas actuando al mismo ritmo y velocidad es otro gran error. Creer que la gente llegó a buscarse en un registro de numerosos votantes, en el que era muy difícil encontrarse, es otra idea que no aplica en absoluto en este caso. Los votantes ya sabían en qué página y en qué línea del registro estaban y ya sabían por quién iban a votar. El registro de una mesa fue muchas veces dividido en tres, cuatro o más piezas, por lo que una mesa pasó a ser varias mesas, y varios electores eran atendidos al mismo tiempo. Les entregaban una papeleta dónde inmediatamente marcaban con una X el nombre de María Corina, para lo cual no necesitaban estar en ningún sitio privado, pues el secreto del voto era innecesario. Marcaban su elección caminando hacia la urna donde lo depositarían, todo eso en mucho menos de un minuto. No tengo ninguna duda que pudieron haber votado más de 2 millones de personas.
Lo que sí es inaudito, por ilegal, improcedente y delictivo, es la investigación abierta por la Fiscalía y las citaciones hechas a Jesús María Casal y Mildred Camero. Hablar de que han usurpado las funciones del CNE es más que descabellado. Es como si hubieran acusado de ello a los dirigentes del PSUV, que organizaron unas primarias en 2021, que no fueron nada transparentes, donde abultaron el número de participantes y luego desatendieron sus resultados. O lo hubieran hecho con la comisión electoral de la UCV, que organizó las elecciones de autoridades centrales y decanos hace pocos meses. Ni qué decir de las otras acusaciones inventadas: legitimación de capitales, usurpación de identidad y el comodín de asociación para delinquir. Sigue el gobierno con su peligrosa política de impulsar el liderazgo de María Corina Machado, tal y como sus dirigentes han hecho hasta ahora.
Me vienen a la mente declaraciones y acciones alocadas de la oposición estimuladas abiertamente por Chávez, que llevaron a aquel estribillo acertado de "Chávez los tiene locos". Pero hoy pareciera que los papeles se invirtieron y que la dirigencia gubernamental y del PSUV ha perdido la iniciativa, una de sus pocas virtudes; claramente están a la defensiva, perdiendo la coherencia, dando bandazos, como si María Corina los tuviera locos.