Para los que gustan mentir frente quienes dicen la verdad

Miércoles, 19/11/2025 05:50 AM

Hablemos de la verdad y la mentira, conceptos que se han insertado en la historia del comportamiento humano, tema tratado por filósofos, religiosos, políticos, científicos sociales, y por la literatura desde hace ya mucho tiempo, por lo que la mentira, por mucho que se contoneen, siempre se le ve el bojote; eso va por mampuesto hacia los políticos de pacotilla que han infestado de mentiras el mundo actual. La verdad es una realidad objetiva y su permanencia es duradera, siendo un valor apreciado en todas las tradiciones, religiones y filosofías. Mientras que la mentira es el anuncio de algo siempre falso, engañoso, que lleva una intención y un efecto, siendo un recurso socio patológico y psíquico.

El origen, la causa del mentir ha echado raíces y escudado desde varios mitos, uno que se debe al miedo y por evitar mayores consecuencias, es como no desaprobar a quien se impone desde la autoridad. Puede que se deba a la presión social, buscando aceptación y prestigio, aunque no se tengan credenciales para ello. O tal vez sea más por ignorancia, ya que se cree natural el ocultar lo que se desconoce. Se trata en todo caso de una manipulación para sacar ventajas políticas, económicas o personales en la ocasión. Y el mentir se vuelve hábito, se aprende como una conducta que se repite, falseando los valores y las prácticas culturales, es pura y simplemente una falsa verdad.

Se ha definido como la afirmación presentada como verdadera, siendo falsa, y se la identifica por ser engañosa, manipuladora, disfrazada como veraz, y es repetida una y otra vez, para que se naturalice en la opinión pública. Acaso no es lo que reiteradamente ocurre entre los políticos, que buscan acostumbrarnos y que aceptemos sus mentiras dócilmente. Es pernicioso, es engaño, es manipulación, porque raya en la enajenación, puesto que se olvida que debe existir la moral, la ética, no la conducta impropia de la falsedad frente a la verdad.

La historia está saturada de mentiras, las diferentes culturas distinguen claramente sobre qué es verdad y qué es mentira, desde el pasado han pasado por distintos tamices, en la Antigua Grecia la verdad se reconocía como una virtud, y se debatía si el mentir podría llegar a ser un mal necesario en política. Según se aprecia en posturas como las de Platón. En las religiones la mentira es amoral, un pecado, mientras la verdad está asociada a lo divino. En política la mentira es una herramienta de poder, pero no puede pasar como algo que tenga transparencia, de una mentira no puede salir una verdad.

En literatura es donde con mayor presencia se siente esa tensión entre la verdad y la mentira, tema recurrente en el que se exploran los efectos personales y sociales, como piezas importantes que reconocen y defienden la verdad, no la mentira. A menos que se trate de estrategias de márquetin, de propaganda engañosa, donde hay una intención de manipular al consumidor. Así planteado la mentira pasa por ser un fenómeno multicausal con hondas repercusiones psicológicas, sociales y políticas de raíz.

Es clásica la distinción entre la verdad como realidad verificable y la mentira como una declaración falsa, hecha con la intención de engañar, eje de articulación que se remonta a discusiones filosóficas sobre la moral y lo cognitivo. Platón consideraba si la mentira en política era un mal necesario, en aras de preservar el orden desde el Estado. En prácticas religiosas la moral como la ética en política no la hay, se acogen e identifican las conductas como deshonestas al mentirse, esto tiene simbólicamente entre los cristianos un alto valor.

En el psicoanálisis freudiano, la mentira es presentada como un mecanismo de defensa por parte del ego, la represión de los deseos inconscientes, como se ha tratado por tradición. El querer plantear como verdad lo que es un falso afirmativo, caracterizado como engaño, manipulación; un disfraz, o la repetición que se hace de una mentira para ganar credibilidad. Muy de uso por los políticos. Entre los estadistas y los diplomáticos, pero también entre los militares, todos echan mano de la mentira, y que en nombre de la verdad, poque en el fondo ellos, así lo dicen, quieren es proteger a la comunidad del mal mayor, es decir, del poco de mentiras acumuladas durante años de permanencia en el poder. Pura y simple falta de información con la intención de lograr sus beneficios e intereses políticos y personales.

Así ha funcionado hasta ahora, subrayando la mentira como herramienta de poder, contrastada con lo transparente, con lo democrático. Pero claro que también hay líderes que defienden la verdad y la transparencia, pero lamentablemente esos brillan por su ausencia. La verdad es un valor, es una virtud, pública y notoria, alumbra con luz propia; es como el estandarte contra la mentira. Sin duda desde una perspectiva cultural la mentira siempre será valorada negativamente, siempre será vista como una conducta inaceptable. Se ha demostrado desde la historicidad y es plural, que el juicio moral opaca y apoca la mentira, se castiga a quien ha mentido. Aunque se hable de sociedades que llegan a tolerar la mentira, lo que sin dudarlo es una falsa verdad.

La pregunta de rigor, necesaria y crítica en esta discusión, es si debe prevalecer la verdad o que nos sigan mintiendo. Las condiciones históricas en las cuales hay políticas transformadoras, no es con mentira aplicadas desde el aparato sistematizador con que se busca legitimidad del poder contemporáneo, desde el platonismo. Tiene que ver con la interacción diaria y la postura desde la psicología del individuo, la mentira como estrategia en la comunicación masiva, a la larga deja de producir los resultados esperados, y lo que sí produce es desencanto, cuando lo que se sostiene son falsas verdades a escala social, dejando preñada de falsas buenas intenciones al mundo.

 
 
 
 

 

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