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El poder avasallante, hoy, de los Medios de Comunicación, la lucha por su control para uniformar la conciencia mundial, es un debate necesario sobre todo cuando se pretende utilizarlos políticamente en el afán de hegemonizar al mundo.
La expansión de la comunicación en el mundo actual tiene dimensiónes planetarias y es de importancia vital para el sostenimiento de todo el entarimado social, en multiplicidad de niveles, Económicos, Políticos, Ideológicos y culturales.
Los medios de comunicación social se han hecho tan indispensables que actuar sin ellos o sin su influencia es impensable, tal es la dependencia que nos ata a esa tecnología y de su utilidad para los quehaceres de la vida moderna.
No puede concebirse un mundo en la actualidad sin la presencia de la tecnología comunicacional, y su ausencia generaría quizás situaciones irreparables e incontrolables en diferentes ámbitos de nuestra vida.
Bastaría observar, por ejemplo, cuando por hechos fortuitos de la naturaleza o por calamidades productos de la acción del propio hombre, como la interrupción de la comunicación nos lleva al plano de la incertidumbre, el desasosiego, a la parálisis y la anarquía social.
La expansión de los medios, que se innovan continuamente, con el avance de la ciencia, nos conduce muchas veces a la obsolescencia tecnológica de los instrumentos de los cuales nos servimos para estar medianamente informados o utilizados como herramientas del trabajo diario. A tal punto que sin ellos la actividad humana se vería estancada y sumida en un estado de atraso.
Pero si bien estas reflexiones nos llevan a ponderar, porque los medios de comunicación, han sido catalogados como un Cuarto Poder, no es menos cierto, que ese poder que representan ha llevado a una puja por su control.
Desde diferentes frentes, ideológicos, políticos, gubernamentales, empresariales, religiosos, individuales, se pugna por su control, porque se ha concienciado, que con su dominio es posible manipular, controlar y direccionar a multitud de seres humanos.
No se trata solamente de controlar los medios, la tecnología, sino, también, los contenidos que por ellos se difunde, a veces no se sabe que es más importante el medio en sí mismo o el mensaje. Un pensador francés Mac Luchan , graficó esta paradoja de la siguiente manera: EL MEDIO ES EL MENSAJE.
Es tal la omnipotencia de los medios de comunicación en nuestras sociedades, que el ciudadano frente a ellos, es como un jarrón chino, un adorno, un sujeto pasivo, que recibe tal flujo informativo, que es capaz de inducirlo a actuar aún en contra de sus propios intereses, creencias y forma de pensar. Y esto sucede, en la mayoría de los casos, progresivamente, en forma subliminal, actuamos sin saber que estamos siendo condicionados por el accionar de los medios.
La omnipotencia mediática es tan avasallante que pronto se dejará de exigir los derechos clásicos ligados a la comunicación y a la libertad, como el derecho a expresarse, el derecho a informar y ser ser informado, el acceso a la información y se levantará con, gran fuerza, EL DERECHO A DEFENDERSE DE LOS MEDIOS.
SE BUSCARAN NUEVAS ALTERNATIVAS COMUNICACIONALES, SE REPENSARÁ SOBRE LOS MEDIOS, SU FUNCIÓN SOCIAL, SE DISCUTIRÁ COMO INDEPENDIZARSE DE LOS QUE ENTRE BASTIDORES, LOS DIRIGEN Y CONTROLAN.
Hay mucho que debatir sobre los Medios de Comunicación en general, sobre todo ahora que se amplía su ámbito de acción y poder de penetración con el advenimiento de las Redes Sociales y la Inteligencia Artificial. Revisar los parámetros éticos, que establecen principios que orientan la actuación del periodista y comunicador social en general, se presenta como una tarea perentoria a ser abordada.