Nostálgicos de España 1975

Jueves, 20/11/2025 12:28 PM

El destino quiso que fuese testigo de aquel 20 de noviembre en Madrid. Como día de otoño amaneció grisáceo. La calle silenciosa, las emisoras de radio sólo emitían música clásica, una de tonos muy lúgubres. La TV no comenzaba aún su horario habitual, solo la carta de ajuste. Precisamente lúgubre era casi toda aquella España, aquella que tan bien interpretara en varias canciones la cantautora Cecilia. Que Franco se moría, que era poco menos que un cadáver buscando sepultura, ya era más que evidente desde comienzos de noviembre, por más que los partes médicos dados a diario a la prensa pretendieran ocultar la fría agonía de aquel cuerpo hecho piltrafa, partes rococó y tan oscuros en su lenguaje como oscuro, lúgubre, fue aquel período histórico facistoide. Pero, si bien Franco era ya un cadáver, ¿lo sería su régimen nacionalcatólico y falangista? Después de todo, en su mensaje de fin de año de 1969, el caudillo anunciaba a los reprimidos españoles que dejaba todo atado, bien atado para que continuará indefinidamente su terrorífico proceder. Cuatro años después, el atentado que mató a su Presidente del Gobierno. Almirante Carrero Blanco, hizo del régimen un búnker de fascistas dispuestos a acribillar cualquier tentativa aperturista. De hecho, el final físico del Caudillo por la Gracia Dios, y vaya Gracia, comenzó horas después del 27 de septiembre tras los eventos mundiales en rechazo de los fusilamientos a cinco jóvenes por rebelión política ante la tiranía. Ni Paulo VI fue atendido en sus repetidas demandas para evitar fusilar gente por causas políticas en 1975, ni la amenaza de excomunión detuvo al católico Franco. Se retiraron casi todos los diplomáticos del mundo de Madrid, marchas de protesta hubo por doquiera y en Lisboa ardió la embajada española en rechazo de la barbaridad. El primero de octubre el sanguinario caudillo atribuyó todo aquel rechazo mundial a una conspiración judeo-masónica y comunista internacional contra una España que entendía como el último reducto de los valores cristianos de occidente. Repetía lo que siempre repitió durante sus cuarenta años de tiranía: una conspiración que unía a judios, masones y comunistas para apoderarse del mundo. ¿Suena insólito? No inventamos nada y estas teorías de la conspiración hoy están más de moda que en aquellos años, y no solo en España sino en cualquier latitud, en cualquier rincón en el que se fabrica la verdad a gusto de productores y consumidores.

Desde su genocida golpe de Estado contra la democracia de la segunda República, al régimen nunca le tembló el pulso para torturar y asesinar. Prolongó a propósito la guerra civil para barrer tras las líneas a cuanto republicano se consiguiese, con preferencia por poetas. Célebre fue el bombardeo sobre Guernica, a la hora de mercado y sobre el mercado como centro. Picasso lo retrató para la eternidad. En Hendaya se abrazó con su admirado Hitler. Empero, la admiración no era mutua, Franco no despertaba admiración ni al Führer. Conocida es la frase del canciller al terminar la entrevista, afirmó preferir que le sacaran cuatro muelas antes de volver a hablar con ese tipejo.

De aquella época de macabros fascistas, Mussolini, Hitler y Stalin, sólo Franco llegó a los ochenta años. No importa. Aquel régimen en que las mujeres no podían ni viajar, ni cambiar de residencia, ni tener cuenta bancaria, ni…, sin permiso de un hombre, fuese el padre o el marido, aquél régimen de terror llamado nacionalcatolicismo fue muy grato a Estados Unidos. Tras la guerra de Corea, Franco resultó gran amigo y aliado de la Casa Blanca y el pentágono, tal como grandes amigos resultaron sus camaradas Trujillo, Pérez Jiménez y cuanto dictador gorila surgiera por el mundo "libre", fuese Portugal, Grecia o Guatemala. pero Franco era especial para los gringos. Este si le daba duro a los rojos y también le daba bases en la súper estratégica península ibérica. Así, Franquito se abrazó con Hitler, con Mussolini, con Eisenhower, Nixon y Ford. Vaya que de anécdotas tendría el asesino de África y de España.

Como buen tirano, le encantaban también los magos. Se contentaba cuando algún estafador le presentaba un motor de combustión a base de agua del grifo. Destruida España por la guerra, y aislada internacionalmente entre 1945 y 1950 por su régimen filonazi, hundió en el hambre, el exilio y las emigraciones a miles de millones de españoles. Los que quedaron los usó entonces como mano de obra esclava para construir obras públicas y su faraónica tumba, irónicamente llamada el Valle de los Caídos. Eso sí, con la cruz más alta sobre el planeta tierra. Mientras, proseguía firmando penas de muerte a base del garrote vil, para que la muerte fuese más dolorosa.

Hoy hay quien dice que Franco hizo una revolución burguesa que industrializó España. Sí, a carajazo limpio y muy tarde en su régimen, a partir de 1959, cuando dejó de creer en magos y entregó los planes desarrollistas a la ultraderecha católica de los técnicos opusos. Además, con el bemol de haber sido más que todo una industrialización sustitutiva de importaciones que una vez muerto el Caudillo ya no servía para mayor cosa. En 1975 España perdía, en medio de su crisis económica y política, su última colonia en el Sahara. En 1975 murió el Caudillo y también una España vetusta. Sin embargo, se trató de una larga agonía de la que todavía permanecen algunos estertores y muchos nostálgicos, tanto en VOX como fuera de VOX. Especialmente crece una mitología de la grandeza franquista entre unos jóvenes, mayoritariamente varones violentos, de ilustración desnutrida y de economía precaria, jóvenes que culpan a la chucuta democracia española en lugar de la economía salvajemente capitalista que los condena a un trabajo cada vez más precario. Pero, ¿no fue acaso y después de todo esa misma población que en medio del caos económico de entreguerras apoyó fanáticamente a los fascistas totalitarios de hace un siglo, entre ellos Franco? Ojalá el pasado no sea el prólogo de este presente, ojalá todo se quede en unos últimos estertores.

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