Los recientes resultados en las elecciones de gobernadores y alcaldes de EEUU arrojaron un resultado claro y nada bueno para el loco de la Casa Blanca.
Cierto es que fueron elecciones parciales (2 estados y 19 alcaldías) pero no por ello menos significativas. El mensaje enviado, en términos boxísticos, fue un recto directo a la mandíbula de Trump y su estrategia denominada MAGA.
No pudo ser más humillante la derrota del catire prepotente, pues ni uno solo de los candidatos republicanos, respaldados por él, pudo obtener la victoria.
Podrán dar las explicaciones que quieran, pero el resultado les resulta aterrador (21 a 0) y obliga a revisar lo que se ha venido haciendo.
Muy convencido estaba Trump de que su agresividad, prepotencia y pedantería eran sus mejores armas políticas; que la persecución y constante violación de los DDHH de los migrantes; su apoyo al genocidio contra el pueblo Palestino; su guerra de aranceles; su respaldo a Ucrania y sus operaciones criminales en el Caribe contaba con el respaldo de la mayoría de los gringos.
En mi pueblo dirían se cayó de una mata de cocos.
Apenas a nueve meses de su contundente triunfo en las elecciones presidenciales su aceptación se ha derrumbado y allí están las mediciones y los últimos resultados para demostrarlo.
Claro que Trump va a asegurar que nada cambiará que seguirá gobernando tal y como lo ha hecho hasta hoy, pero la realidad se impondrá y desde ya debe estar reunido con sus asesores para intentar hacer cambios que detengan su caída, pero no le va a resultar fácil. Lo ocurrido en Nueva York es una experiencia que sus rivales están evaluando al detalle y que replicarán y ampliarán en toda la unión.