En el tablero geoeconómico de 2025, Argentina vive sin tangos su tragedia y trata inútilmente de salir de su laberinto, cambiando las reglas del juego como si eso va a cambiar su situación. Argentina, urgida de divisas, fácilmente puede vender su dignidad monetaria a cambio de una tregua efímera, que la elite acoge como si eso fuera el final del festín nacional.
Estados Unidos, en un gesto inédito y extraño, compra pesos argentinos con dólares del Tesoro, creyendo que así estabiliza una economía en caída libre. Creyendo sin saber leer argentino, que sería celebrado como el salvador. Mientras China, con la paciencia de un jugador de Go ancestral, recibe esos mismos pesos en una negociación parecida a la de Estados Unidos.
Argentina vive la situación económicamente más crítica del continente, ya que no está bloqueado como Venezuela, con una crisis estructural de deuda y reservas, aunque cuenta con todo el apoyo de Estados Unidos y otras potencias financieras. A pesar de ello no hay banco que quiera prestarle dólares, y los necesita urgentemente. Ya ni el FMI con toda la presión de EEUU es una opción, que no puede solo con Argentina.
A punto de caer en default, (debe unos 460.000 millones de dólares, sin tener dólares) que es la forma de decir que no puede pagar, el norte sorprendió a los mercados: el Tesoro estadounidense vendió 20.0000 millones de dólares y compró pesos argentinos a través de bancos internacionales. El gesto fue leído como una señal de respaldo a la administración argentina, una especie de salvavidas simbólico en medio de la tormenta inflacionaria.
Surgieron sin embargo las preguntas, de distinta índole, ¿Por qué EEUU manifiesta ayuda para Argentina? ¿Quiere demostrar que la derecha mundial si tiene soluciones que ofrecer a América del Sur y del Centro? Y en otro orden ¿qué hará EE.UU. con esos pesos? Se sabe que no puede usarlos libremente. ¿O ha quedado atrapado en su propio acto de falsa buena voluntad?
La respuesta es tan técnica como política. Aunque EE.UU. es ahora propietario de esos pesos, su uso está limitado. No puede convertirlos fácilmente en dólares sin desestabilizar el mercado cambiario argentino. No puede usarlos fuera del país, porque el peso no es moneda de curso internacional. Y dentro de Argentina, cualquier movimiento relevante requeriría coordinación con el gobierno local. En otras palabras, el Tesoro compró una moneda que no puede gastar, una especie de papel atrapado en una jaula regulatoria. El gobierno argentino con ayuda anterior de los Estados Unidos endeudándola, convirtió al peso argentino en una moneda podrida. Inequidades.
Esta "ayuda" estabiliza a los grandes tenedores de bonos y a los mercados financieros, pero la factura de la deuda (esos 460.000 millones de dólares) ya ha sido transferida a los hogares argentinos. Mientras los comerciantes financieros celebran el salvavidas, la mayoría de los ciudadanos cargan el peso real de la devaluación y la inflación, sacrificando salarios, jubilaciones y el futuro productivo del país en un juego que solo beneficia a los centros de poder financiero. La acción del Tesoro es, en esencia, un movimiento estratégico que protege los intereses del Norte y no una solución estructural para la dignidad económica de la nación.
La escena se vuelve aún más irónica cuando se contrasta con la estrategia china. Mientras EE.UU. acumula pesos sin salida, China los recibe como parte de su swap bilateral y los reinvierte en Argentina en la compra de soya que adquirió en grandes cantidades y a muy buen precio, en ese momento. No hay gesto diplomático ni retórica de salvataje: hay comercio y Argentina se beneficia. China convierte los pesos en granos, los granos en logística, y la logística en poder. Es la cuadratura del círculo: cerrar el ciclo sin pasar por el dólar, sin perder soberanía, sin quedar atrapado en la fragilidad ajena.
En este contraste, se revela una diferencia de estilos. EE.UU. actúa como un rescatista que termina con las manos llenas de papel mojado. China, en cambio, actúa como un comerciante que convierte la crisis en oportunidad. Sin embargo alguien en Washington, ya debe haber dicho: “¿Hasta cuándo tendremos esos pesos? Nosotros necesitamos liquidez…”. Esa frase, es en realidad el síntoma de una fractura interna. El Tesoro actuó por razones geopolíticas o politiqueras, pero ahora enfrenta la presión doméstica de justificar una inversión que no rinde, que no circula.
Y también se mostró como “el coloniaje” le está resultando costoso a los Estados Unidos. Argentina sabe que su colapso total tendría graves consecuencias geopolíticas y comerciales para Estados Unidos en la región. Si Argentina cae en default y el FMI no puede sostenerla, el primer actor dispuesto a inyectar liquidez y financiar proyectos es, invariablemente, China. Sería un aumento de la influencia china en un país estratégicamente vital para Estados Unidos.
De alguna manera Argentina forzó a EE. UU. a actuar y de forma no convencional, comprando pesos directamente para evitar que la crisis se perpetuara o se profundizara, situaciones donde Estados Unidos seria implicado. Y mientras tanto, en Buenos Aires, para futuros se debe estar pensando en la derecha que vender, como han hecho en otras situaciones parecidas. Como formas de “suicidio nacional”. Así, el triángulo se cierra: Argentina capitula, EE.UU. cae en su propio engaño y China comercia. La maniobra de Buenos Aires fue audaz, pero su riesgo es máximo: Si Estados Unidos y Trump se sienten engañados por Argentina, su ira será terrible.
Así, el triángulo se cierra: Argentina capitula, EE.UU. cae en su propio engaño y China comercia. Aunque cada uno juega un papel en esta escena Argentina es quien pone su carne en el asador. Y Argentina se ha convertido para todos en el laboratorio de políticas fallidas y políticos estrafalarios pero que debemos estudiar con detenimiento para extraer aprendizajes y enseñanzas necesarias.