Desguazar una máquina capturada al enemigo, es parte de la rutina investigativa, tanto para realizar una réplica o para detectar el contenido que resguardan los compartimentos secretos de la nave incautada o robada.
Ahora, la finalidad del desmontaje público de cualquier nave expropiada a alguien considerado enemigo, lleva una connotación de patriarcado, humillación y de fuerza.
Por cuanto, hacer de este acto, una cuestión de orgullo patrio es tan baladí que entre más profundo es el llanto, más crece la humillación. De tal manera que resulta más honroso usar los procedimientos legales para demandar su devolución; a sabiendas que no fructificará en relación a Estados Unidos; pero, servirá como actualización de mecanismos de derecho internacional del tránsito aéreo (aeronáutica).
Ahora bien, y sin eludir el problema, pero estableciendo prioridades; es más beneficioso, darlo por perdido; y dedicarse a pensar en cosas más valiosas para Venezuela y la población empobrecida de las zonas internas del país, que ponerse a llorar o a "celebrar" su pérdida; que no es lo mismo, pero es igual.
Lo conveniente es, no olvidar la complicidad del gobierno argentino en este robo.