La política latinoamericana contemporánea ofrece lecciones que trascienden fronteras. Chile, bajo el liderazgo de Gabriel Boric, se ha convertido en un ejemplo de cómo el viraje discursivo y la traición a las raíces ideológicas pueden abrir las puertas al retorno de proyectos ultraderechistas que parecían superados.
Gabriel Boric emergió como figura juvenil vinculada a la izquierda, con un discurso progresista que prometía renovación. Sin embargo, su feroz antichavismo convertido en eje de su política exterior y en un gesto de alineamiento con la narrativa imperial estadounidense, lo transformó en un supuesto antiizquiedista que alguna vez fue de izquierda.
Al atacar sistemáticamente a Venezuela, Boric no solo buscó legitimarse ante sectores conservadores, sino que también debilitó la posibilidad de construir un bloque suramericano soberano y solidario.
La estrategia de Boric tuvo un efecto inesperado: al distanciarse de las banderas históricas de la izquierda y al asumir un discurso que criminaliza los procesos populares latinoamericanos, terminó erosionando su propia base social. En lugar de consolidar un proyecto progresista, abrió el camino para que la ultraderecha chilena (heredera del pinochetismo) recuperara fuerza y legitimidad.
La población chilena, desencantada con un liderazgo que prometía cambios pero se dedicó a atacar a otros pueblos en vez de resolver las urgencias internas, terminó optando por la ultraderecha.
El pinochetismo, que parecía enterrado en la memoria histórica, resurge como alternativa política, alimentado por el vacío dejado por un progresismo que se volvió contra sí mismo.
La frase popular “el que se mete con Venezuela se seca” cobra vigencia en este contexto. No se trata solo de un dicho, sino de una advertencia histórica: quienes hacen del ataque a la Revolución Bolivariana su principal bandera terminan debilitados, aislados y derrotados. Venezuela, pese a las agresiones, sigue siendo un referente de soberanía y dignidad en la región.
El caso chileno demuestra que el antichavismo no es una estrategia política viable para quienes se presentan como progresistas. Al contrario, es un camino hacia la deslegitimación y el fortalecimiento de las fuerzas reaccionarias.
Boric, al renegar de su origen de izquierda y al alinearse con la narrativa imperial, abrió la puerta al retorno del pinochetismo. La lección es clara: en Suramérica, atacar a Venezuela no solo es un error político, sino un acto que seca las raíces de cualquier proyecto transformador.
Lo lamentable es que en Chile, se mantuvo la corrupción en el gobierno y la fuerte represión para todo tipo de protesta.