Dos ensayos sobre la barbarie capitalista

Viernes, 10/10/2025 05:41 AM

Introducción

Dos ensayos escritos entre 2007 y 2008 en los que se examinan la deriva moral del pensamiento occidental y la perversión del capitalismo contemporáneo.


Glucksmann, el filósofo y los neocons


André Glucksmann fue un intelectual francés conocido por su defensa del liberalismo occidental tras haber sido maoísta en su juventud. Este tránsito ideológico lo convirtió en una figura controvertida, símbolo de una generación que, desencantada del marxismo, abrazó el pensamiento neoconservador en nombre de la libertad. En sus últimos años, Glucksmann se alineó con los discursos del poder atlántico, justificando intervenciones militares y el modelo de democracia liberal como única forma legítima de civilización.


Este cambio no fue un caso aislado, sino parte de un fenómeno más amplio: la intelectualidad europea que antaño se reclamaba crítica con el sistema, acabó siendo su mejor legitimadora. Lo que antes eran voces de resistencia se transformaron en comentaristas de lujo del statu quo. El filósofo dejó paso al ideólogo, y el pensamiento crítico, a la retórica del poder.

El resultado es una Europa sin nervio moral, sin utopías, resignada a los dogmas del mercado. El intelectual independiente, figura que encarnó el siglo XX, parece hoy una especie en extinción.

La abominable sociedad capitalista

En estos días de jolgorio artificioso navideño, estas reflexiones no vendrán mal. Deseo aguar la fiesta todo lo posible a los vividores...

¿Leéis a diario artículos brillantísimos en los periódicos sobre la política interior y exterior que, ocupando el espacio equivalente a uno o dos folios, al final no han dicho nada sustancioso y menos resolutivo? ¿No veis que todos practican la esgrima de salón, la que lleva la punta del florete embolada? ¿Sabéis por qué? Pues porque todos los que participan de la tarta de la opinión pública y mediática están a favor del sistema; critican familiarmente las consecuencias en público, pero internamente refuerzan las causas con su débil y adornada contribución a los abusos y desafueros de cada día.


La Ley D'Hont electoral es el primer desafuero al promover el bipartidismo en detrimento de otras fuerzas políticas. La Constitución elaborada de prisa y corriendo para restaurar la monarquía por el patio trasero en España es el segundo desafuero. Pues la monarquía es un legado impuesto franquista que, treinta años después de promulgada, pide a gritos un plebiscito que nadie se atreve a convocar porque le va muy bien el bipartidismo. El tercer desafuero es la superestructura económica de estas democracias de partidos: multinacionales, grandes superficies y grandes corporaciones que acorralan la vida del comerciante tradicional. La adscripción incondicional al atlantismo el cuarto. Los paraísos fiscales, el quinto. Y así sucesivamente…

A la sociedad capitalista no hay quien la meta mano desde fuera, pero tampoco desde dentro. No hay modo de que la igualdad social máxima posible, avance. No sólo no avanza, retrocede. Los abusos que genera desde los flujos del poder bancario financiero, comercial, y al final económico que dan al capitalismo el sinsentido que tiene para quienes estamos contra él, no tienen solución; sólo parches que ni se notan. Ni en esa injusta y ya inoportuna Ley D'Hont que propicia el bipartidismo; ni las miserias que sufre el 20 por ciento de los españoles en el umbral de la pobreza; ni los excesos cometidos en los derroches de energía propiciados por los municipios y los grandes monumentos comerciales; ni la barbaridad de las bolsas de plástico que ahora el gobierno trata de corregir para el 2010; ni el colapso que la sociedad sufre sin remedio por el abusivo uso del coche individual; ni el fraude fiscal enquistado; ni las injusticias con los débiles sociales y los menesterosos; ni los abusos contra el medio ambiente; ni la laminación política del País Vasco por políticos, fiscales, jueces y tribunales especiales.... ni tantas otras lacras, intentan corregirlas los periodistas y los pocos intelectuales que hay en España, creadores de opinión. Pero tampoco las van a corregir los economistas, todos formados en los templos del neoliberalismo, ni Greenpeace, ecologistas de salón, ni ONGs, hermanas de la caridad, ni albergues municipales, ni profesores de ética, ni la deontología de los profesionales, ni la que se supone hay en leyes y códigos penales, ni la Conferencia Episcopal, ni el papa...

Esta sociedad sólo tiene un remedio, también relativo: volcándola boca abajo, vaciándola y volviendo a levantarla sobre fundamentos marxistas, revolucionarios. Quizá para volver al punto en que nos encontramos y al que se dirige la China de Mao. Porque China es hoy un país que irrumpe en el capitalismo con fuerza. Pero sus generaciones han mamado el colectivismo y el igualitarismo que Occidente persigue. Mientras el capitalismo de diseño anglosajón -ése que hasta hace poco era dueño de una cuarta parte del mundo- y luego yanqui, por esa misma persecución a que se ha sometido la igualdad inoperante de la Revolución Francesa, está construido desde el tejado. Y por eso, aunque se sostenga contra viento y marea gracias a los malabarismos de políticos, magnates, jueces, medios y policías, está siempre sometido a una gran presión, abocado al fracaso y a funcionar con arreglo a las malas conciencias. Esa mala conciencia que nos remuerde cuando pensamos que mientras un solo ciudadano sufre o muere por falta de ayuda material o por falta de asistencia sanitaria, el sistema no funciona. Voltaire decía que la libertad de todo un pueblo no justifica el derramamiento de una sola gota de sangre. Creo que, sin darse cuenta, ni saber la frase, ni conocer a Voltaire, esto es lo que los buenos políticos y la gente de bien quieren evitar.


Que los que no se sienten solidarios y se pasan el día mirando las cuentas de resultados, bonos y acciones bursátiles, su contabilidad... sean completamente infelices. Este es mi deseo en estas fiestas que amo en el fondo porque, aunque ya carentes de sentido, también las mamé…

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