Alienación es un concepto ampliamente usado en el marxismo, y es probable que muchos lectores ya se hayan encontrado con él en más de una ocasión. Sin embargo, dada su gran capacidad para explicar tanto situaciones sociales como experiencias personales, vale la pena presentarlo de forma clara y accesible.
En términos simples, la alienación es lo opuesto a la libertad. Ocurre cuando una persona está sometida a condiciones o normas que le impiden decidir sobre su propio ser, tener o hacer, es decir, sobre aspectos fundamentales de su vida.
Desde la perspectiva marxista, la alienación se manifiesta especialmente en el trabajo. En el sistema capitalista, el trabajador se ve separado no solo del producto que crea, sino también del proceso mismo de trabajo, por lo tanto de su propia esencia humana y finalmente, de los demás seres humanos. Lo que debería ser una actividad plenamente humana, creativa, significativa y libre se convierte en una obligación externa que lo domina y lo despoja de sí mismo, sometiéndolo a condiciones que no le permiten su desarrollo personal.
Podemos entenderlo con un ejemplo cotidiano: una persona que trabaja muchas horas en algo que no le gusta, solo para sobrevivir, puede sentirse alienada. No controla lo que produce, no decide cómo usar su tiempo y, a menudo, ni siquiera se siente parte de lo que hace. En lugar de realizado, se siente vacío, desconectado. En la sociedad actual, esto es muy común: mucha gente estudia, trabaja y consume sin cuestionar por qué lo hace ni para qué. Simplemente sigue un camino trazado por otros, como si no hubiera alternativas.
Marx en su obra Manuscritos económico-filosóficos de 1844, identificó cuatro de las formas que en el trabajo se manifiesta el fenómeno de la alienación
Alienación del producto del trabajo, ya que por definición, el trabajador crea bienes que no le pertenecen sino al dueño de los medios de producción como las fábricas, establecimientos, etc. Por lo que produce no solo se vuelve ajeno sino que en esencia le es ajeno. Pero el trabajador si es dueño de algo, de su trabajo, de la calidad del producto, etc. por lo que se crea una unidad medios de producción-trabajador, pero no es suficiente y el trabajo realizado, el producto resultante termina dominándolo, bien sea a través del mercado o del poder del patrón.
La alienación del proceso de trabajo es la segunda forma identificada, pues el trabajo en el sistema capitalista deja de ser una expresión de la creatividad y la voluntad humana y se convierte en una mera obligación para sobrevivir, obtener un salario, en una necesidad solamente. Por lo que el trabajador no se reconoce plenamente en lo que hace.
La tercera forma de alienación identificada, es más filosófica, ya que se conecta con la especie o esencia humana, pues en el trabajo capitalista el ser humano está separado de su naturaleza más profunda, con la capacidad de transformar y relacionarse libremente, pero reducido ese trabajo por las condiciones capitalistas a una función instrumental de ganancia monetaria para el empleador.
Y por último tenemos la alienación de las relaciones sociales, pues las personas dejan de relacionarse como seres humanos y pasan a interactuar como mercancías, competidores o como clase excluida por los empleadores. Las relaciones se vuelven por lo tanto fragmentadas, excluyentes y deshumanizadas.
Estas formas de alienación no son solo problemas individuales, sino consecuencias estructurales del capitalismo.
Para Marx, la verdadera libertad y plenitud humanas sólo son posibles cuando el trabajo y las relaciones sociales dejan de estar dominados por la lógica del lucro y la explotación, y se convierten en espacios de autorrealización colectiva.
En los actuales momentos debemos tomar en cuenta estas precisiones que para identificar con claridad las condiciones negativas que para los trabajadores y la población, surgen de las relaciones que los neoliberales nos quieren imponer con el imperialismo.